jueves, 22 de diciembre de 2011

Entrevista publicada en la Revista Búsqueda

Anuario 2011 del Instituto Mariano Moreno de Alfonzo - Pergamino

¿Por qué escribió el libro de Sexualidad?
A partir de una tesis que tuve que presentar en la Universidad Austral para recibirme de Orientador Familiar, surge la idea de publicarlo como libro. La necesidad de una formación sexual integral de muchos niños y jóvenes se asocia con un cierto grado de desconocimiento y muchos miedos de tantos padres que no atreven o no saben cómo abordar estos temas con sus hijos. No sólo necesitan información, lo que más necesitan es formación. De la observación de esta realidad, surge este libro que pretende ser un instrumento para que más padres y educadores se animen a abordar estos temas teniendo criterios claros y bases firmes para satisfacer esta necesidad de formación que tienen tantos niños y jóvenes.

¿Cree que la sexualidad tiene que ver con lo cultural?
Sin duda, somos personas y, por esa razón, lo cultural nos atraviesa, y atraviesa nuestra manera de vivir la sexualidad. Es necesario darse cuenta que en lo social y lo cultural hubo un cambio muy significativo. Hemos atravesado una actitud prohibitiva hacia la sexualidad en donde todo lo realizado con “eso”, era “malo, pecaminoso, oscuro”. Existía un fuerte tabú sobre todo lo relacionado con la sexualidad. El paradigma ha cambiado y hoy nos enfrentamos a una actitud permisiva en donde “todo vale” y “si lo sentís, hácelo”. Por el sólo hecho de ir al otro extremo, no significa que el cambio producido ha sido para bien. Al contrario, aún hoy se conservan los tabú, los miedos y la vergüenza a la hora de hablar de estos temas y el “todo vale” nos expone a situaciones de riesgo y promiscuidad. Es necesario plantear una actitud de cultivo, en donde nos apoyemos en nuestra capacidad de decidir sobre aquello que realmente queremos hacer y somos capaces de ser.

¿Cuáles son los factores que favorecen el diálogo entre adultos y adolescentes acerca de la sexualidad?
Cuanto antes comencemos a hablar, mejor. No tenemos que esperar a la adolescencia para generar espacios de diálogos con nuestros hijos. Es necesario plantear momentos para hablar de distintos temas, no específicamente acerca de la sexualidad. Es preciso hablar de los intereses, miedos, inseguridades de nuestros hijos. Con una actitud abierta, tratando de no juzgar y mucho menos condenar. Si se generan espacios de diálogos, hablar sobre sexualidad será, seguramente, uno de tantos otros temas que nuestros hijos necesitan compartir con nosotros.

¿Cree que los adolescentes están dispuestos a escuchar a los padres?
Definitivamente, sí. Lo que no estoy tan seguro es que los padres estén dispuestos a escuchar a sus hijos. Es que muchas veces los padres comienzan a hablar antes de escuchar, lo que genera que el hijo –más aún si es adolescente- se cierre y no quiera escuchar lo que sus padres quieren decirle. En algunos casos, los padres comienzan a contar sus propias experiencias, cuestión que a los hijos –más aún si son adolescentes- no les interesa escuchar. Por lo tanto, el desafío es generar espacios de encuentro para que padres e hijos puedan entrar en diálogos, dispuestos a escuchar al otro.

¿Ha crecido el número de enfermedades de transmisión sexual?
En primer lugar, me alegro que la pregunta este formulada en relación a las enfermedades de transmisión sexual y no exclusivamente al VIH. En el imaginario colectivo, parecería que la única ETS es el SIDA, desconociendo o minimizando una veintena de enfermedades que también se contagias por relaciones sexuales.
Sin duda que el número de ETS, sigue en aumento. No sólo del VIH, sino de enfermedades como sífilis, gonorrea, HPV, tricomoniasis, chancro blando, candidiasis, clamidia, etc. Parte de este aumento se debe a una información falaz sobre la utilización del preservativo. La mayoría sabe de su existencia, muchos no lo utilizan directamente y otros no lo utilizan correctamente. El preservativo no es 100% seguro, disminuye el riesgo de contagio, siempre y cuando se utilice correctamente. Algunas ITS no necesariamente se evitan con la utilización del preservativo. No olvidemos que este es un método anticonceptivo.

¿Creció la cantidad de embarazos adolescentes?
No tengo las últimas estadísticas sobre este tema, pero si podemos decir que ha disminuido notablemente la edad de inicio de relaciones sexuales en los últimos años. Cuestión que expone aún más a las jóvenes a tener embarazos no deseados. Esperemos que no lleguemos a considerar al embarazo un problema y al aborto como la solución. El embarazo siempre es una buena noticia, no importa la edad de la madre porque es una nueva vida que comienza. He visto a muchas adolescentes vivir plenamente su adolescencia, terminar sus estudios y formar una familia, a pesar de haber tenido un embarazo no buscado. Por el contrario, he asistido a muchas mujeres que presionadas por sus padres, su circunstancial novio o el entorno, llegaron a la decisión de abortar y aún hoy sufre las consecuencias psicológicas de tal decisión.

¿Qué mensajes nos podría dejar?
A los padres, anímense a hablar con sus hijos, niños y adolescentes, de este y de cualquier otro tema. Ellos necesitan de padres presentes, abiertos al diálogo y capaces de acompañar todos los cambios que los hijos van viviendo a lo largo de la vida.
A los jóvenes, no se dejen llevar. La sociedad en que vivimos los lleva a buscar el bienestar y el placer por encima de la felicidad. Si compran estas metas para sus vidas, solo encontrarán vacío y soledad. Si por el contrario, se esfuerzan por vivir plenamente su sexualidad, sin dejarse llevar por los impulsos, haciéndose cargo de sus decisiones y preparándose para formar una familia, en ese camino encontrarán, sin duda, la FELICIDAD. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

"¿Educamos a nuestros hijos hacia la Felicidad?"

Esta pregunta no necesariamente tiene una respuesta única: Sí o No. La propuesta es pensar, simplemente, lo que hacemos en el día a día en la educación de nuestros hijos. No se pretende juzgar. Lo que se propone, entonces, es reflexionar sobre la educación que le estamos brindando a nuestros hijos y si esa educación le permite acercarse a la felicidad.
Todos estamos llamados a la felicidad. Solo en la patología y en el desorden, una persona puede ir en contra de la felicidad. Pero muchas veces, a pesar de querer ser felices no lo podemos lograr. Víctor Frankl, lo plantea en estos términos: “Perseguir la felicidad es suficiente para alejarla”[1].
No puedo acercarme a ella directamente, sino que, la felicidad, va a ser el resultado de un proceso de búsqueda personal de quien soy, que quiero ser y que quiero hacer. Muchas veces queremos la felicidad sin haber logrado ese paso previo. Sin esas respuestas básicas todo lo que hacemos carece de sentido.
La Felicidad es una sensación de plenitud que el hombre busca permanentemente y que no siempre encuentra. Esta búsqueda es exclusiva del hombre, de todos los hombres. No es una búsqueda de objetos materiales, en esta solo obtendría satisfacción muy fugaz.
La Felicidad es una realidad espiritual. Cuando el hombre encuentra aquello que busca, encuentra la Felicidad. San Agustín dice: “feliz es quien tiene todo lo que quiere”.[2] Pero esto que “quiere” se establece primero al conocer algo, luego si lo que se conoce es bueno, “lo quiere”. Por lo tanto en la búsqueda de la Felicidad interviene las facultades humanas: la Inteligencia y la Voluntad.
Analicemos, ahora, las causas de la infelicidad.[3] Se pueden dividir en dos grandes grupos:
1.    Por no conocer el bien: Si nos acercamos al mal no podemos ser felices. El mal nos puede encandilar con un efecto efímero de satisfacción pero nos aleja de la felicidad. Esto no quiere decir que debemos ser catedráticos en el estudio del bien. Simplemente, poder discernir, a través de nuestra inteligencia, entre aquello que esta bien y lo que esta mal, y seguir una tendencia hacia el bien. Es más, si uno pudiera realizar una encuesta acerca de la Felicidad, seguramente nos encontraríamos con que, la mayoría de las personas, saben que es bueno para ellas y, sin embargo, no son felices.
2.    Por no quererlo, por no poner en funcionamiento la voluntad para alcanzar el bien.
Por lo tanto, necesitamos de las dos facultades humanas: la inteligencia y la voluntad. Solo en la obtención del bien, encontraremos la felicidad. Pero si es tan fácil, ¿por qué cuesta tanto? Porque, precisamente la felicidad cuesta. No es fácil. No es directo.
La felicidad va a ser un camino de rosas, pero un camino de rosas con espinas. Por lo tanto, sino podemos soportar las espinas que la vida nos depara, tampoco vamos a poder disfrutar del color y el perfume de las flores que la vida nos regala.
En este punto, podemos relacionar la felicidad, con el dolor. Podríamos decir que el dolor es un tema tabú en la sociedad en que vivimos. En un mundo en donde se habla de todo lo fácil, práctico, cómodo, hablar del dolor es tomado como un signo de pesimismo, del esfuerzo, del sufrimiento.
Pero no es pesimismo. El dolor es inevitable e ineludible en el camino hacia la felicidad. Los momentos de dolor son “los pinchazos”, de las espinas de las rosas, que vamos a recibir para disfrutar de la frescura y calidez de las flores.
Sigamos profundizando este razonamiento. El amor es un acto de la voluntad; una voluntad que busca el bien. El dolor es un mal, por lo tanto, contrario a la voluntad. Nadie en su sano juicio, puede querer un mal para sí. “Pero la consideración del dolor no puede estar ausente de la educación, porque no está ausente de la vida”.[4]
La educación es para el bien, por lo tanto, es para el amor. Santo Tomás, define el amor como el “velle bonum” [5], el “amor es la búsqueda del bien”. Pero en cuanto más se alcance su fin, mayor será la posibilidad de dolor. ¿O acaso no nos pasa que a mayor amor hacia algo, tanto más nos duele su pérdida? “Quien sabe sufrir sabe amar. El amor hace más vulnerables a los que se aman y, por consiguiente, más próximos al sufrimiento o, por lo menos, más expuestos a él”.[6]
Por lo tanto, cuánto más se ama, más nos capacitamos para sufrir. Por eso nos debemos esforzar en educar a nuestros hijos para el Amor y educar la voluntad para que pueda afrontar los sufrimientos que se puedan presentar. El único remedio posible contra el dolor y la tristeza es el Amor.
Toda educación supone una búsqueda del Bien y la Felicidad, pero en esta búsqueda es lógico pensar que nos encontraremos con el Mal. En esta lucha entre el Bien y Mal, va a aparecer el Dolor. Es necesario preparar a nuestros educandos en darle sentido a este Dolor.
En esta misma línea de pensamiento, en tanto que educamos para el Amor, estamos generando la capacidad de sufrimiento, en la medida que la educación alcance su fin, será mayor la posibilidad del dolor. “Sino se educa en el sufrimiento, se traiciona el espíritu de la educación sentimental, porque no se está preparando a esas personas acerca de cómo inducirse respecto de uno de los sentimientos más frecuentes, lacerantes y difíciles de afrontar”.[7]
Otro aspecto a tener en cuenta en este proceso educativo, será revisar la comunicación que establecemos con nuestros hijos. “La familia ejerce su acción educativa de manera formal, espontánea y natural. Y esto es así porque la misma relación y comunicación de sus miembros entre sí favorece o dificulta, según sea su signo o su óptimo desarrollo. La comunicación familiar se caracteriza por los mismos rasgos distintivos de toda comunicación. Sus miembros se comprenden, se toleran, se aceptan y se respetan. Y esto en los ámbitos en los que actúa el proceso educativo: personalización, socialización y moralización”.[8]
Muchas veces los mensajes que emitimos no son interpretados de la misma manera por nuestros hijos. Creemos que ellos interpretan lo mismo o que han captado el mensaje con la misma intencionalidad que lo hemos emitido, pero, como en toda comunicación, se pueden presentar interferencias en la comunicación.
También, hay que tener en cuenta la coherencia, o no, entre lo que decimos y lo que hacemos. Tendremos que tener en cuenta: la palabra, el diálogo, pero también, los silencios, las miradas, los gestos, las actitudes.
Con todo esto podemos volver al planteo inicial y revisar los mensajes que les estamos dando a nuestros hijos. Un mensaje contradictorio es que la Felicidad supone un estado permanente de bienestar y ausencia total de frustración. Pero la frustración, la tolerancia de la misma y la superación es lo que permite educar la voluntad y esforzarnos para alcanzar el bien.
De ahí en más, la felicidad será una consecuencia. “Alcanzar una meta se constituye en razón para estar feliz. En otras palabras, si existe una razón para la felicidad, la felicidad se da, como si lo hiciera espontánea y automáticamente. Es por eso que no es necesario perseguir la felicidad, uno no necesita preocuparse por ella cuando existe una razón para ella.” [9]
Otro mensaje a revisar: ¿Qué camino estamos tomando nosotros como adultos? ¿Qué queremos hacer? No podemos dar lo que no tenemos y por eso es necesario revisar nuestro propio camino hacia la felicidad. Nuestros hijos captan, con muchísima fuerza, los mensajes que les llegan de nuestro ejemplos, mucho más que desde nuestras palabras. Humberto Eco dice: “Yo soy el resultado de todo lo que mis padres me transmitieron, mientras no me estaban educando”.
Por lo tanto, así como es necesario que los padres tengan una autoestima positiva para transmitir a sus hijos la propia, así los padres deben conocer y experimentar la Felicidad. Un padre infeliz no puede lograr un hijo feliz. En todo caso, ese hijo logra la felicidad por otros medios y no por su padre. La Felicidad se realiza en la totalidad del ser, de la persona, y, por consiguiente, se contagia.
La familia es un “ámbito ideal para el discernimiento de valores, siempre y cuando los modelos que presenten los adultos sean los de quienes buscan, sin cansarse, la coherencia entre lo que dicen y lo que viven. Todo en el contorno cálido y cordial de la familia, todo su colorido de relaciones personales, contribuye a que cada uno de sus miembros estime y acepte al otro como es, lo respete, admire y ame, y lo estimule a promoverse en el auto-respeto a lo que le dicte su recta conciencia.”[10]
Pero muchas veces ponemos el acento en dimensiones diferentes al ser y esto también confunde a nuestros hijos. Podemos poner el énfasis en el “Tener” y decir: “-Yo soy lo que tengo”, y lo que tengo no es necesariamente lo que soy. Lo que soy supera lo que tengo, ya que supera la material. Pero, ¿qué valor le damos al “Tener”? ¿Cuántas veces aportamos al “Tener”, más que a otros aspectos? ¿Cuántas veces queremos que nuestros hijos “tengan” cosas? En muchas ocasiones, medimos a las personas por lo que tienen, sin ver lo que son. El mensaje, muchas veces, se reduce a: “¡Si tenés, sos!”.
Podemos, entonces, quedarnos con el “Hacer” y decir: “-Yo soy lo que hago”, pero, si bien lo que hacemos nos constituye como persona, no nos abarca plenamente. Y, menos aún, si lo pensamos como mensaje para nuestros hijos. Pensemos en situaciones concretas en donde nuestros hijos “hacen” cosas que no deben, cosas malas, no por intencionalidad sino por desconocimiento o accidentalmente. Si lo que hago me define, al hacer algo mal, soy malo. Por lo tanto, muchas veces los niños actúan en consecuencia.
El yo lo constituye el “Ser”, su esencia más plena y humana. Por lo tanto, “yo soy yo”, con todo lo que ello implica, defectos, virtudes, potencialidades y actos. En este punto es necesaria la contención afectiva que plantea Orlando Martín:
• Reconocimiento: es admitir y valorar la presencia del otro/a;
• Respeto: porque es una persona digna de ser por sí misma;
• Aceptación del otro tal cual es, sin condiciones;
• Afecto: la contención es cariñosa, una mirada “solidaria”;
• Comprensión: actitud empática de ponerse en el lugar del otro/a.[11]  
Volvemos al planteo inicial: ¿Educamos a nuestros hijos hacia la felicidad? Seguramente es nuestra intención más profunda, pero debemos revisar nuestras actitudes y nuestros mensajes. El desafío esta planteado y la posibilidad de que nuestros hijos encuentren la felicidad nos permitirá ser felices nosotros mismos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Un Estado a favor de la Vida


La ‘prevención del aborto’ no es una pretensión personal sino un deber del Estado, ya que abortar es, lisa y llanamente, matar a una persona por nacer que, aún dentro de la panza de su madre, es sujeto de derecho. Más allá de cualquier ley, su derecho fundamental es el derecho a la vida.
Una norma de derecho positivo no debería prevalecer sobre una norma de derecho natural, como es “el derecho a la vida”. Cuando hablamos de los derechos humanos, el derecho a la vida ocupa el primer lugar. Es tan importante que sin él, el ser humano no tiene acceso a ninguno de sus otros derechos.
“La ley ha reconocido un hecho biológico al disponer que la vida, y el consecuente derecho a vivir, comienza en el momento de la concepción. La tipificación de la persona humana, con todas sus características, es impuesta por su material genético a partir del cigoto. Subsiste, evolucionando de manera natural, a medida que adquiere las formas del embrión, feto, niño, adolescente, adulto y anciano. De modo que, a partir de la fecundación del óvulo, existe un ser humano que merece la protección de la ley y, especialmente, de su derecho a la vida”. BADENI, GREGORIO. Derecho a la vida y aborto. Foro UCA Vida y Familia. http://200.16.86.38/uca/common/grupo54/! les/persona-vida-aborto.pdf Pág. 17.
Ya no hay dudas de que hay vida humana, única e irrepetible, desde el momento de la concepción. La Academia Nacional de Medicina lo afirma categóricamente a través de la siguiente declaración: “La vida humana comienza con la fecundación, esto es un hecho científico con demostración experimental; no se trata de un argumento metafísico o de una hipótesis teológica. En el momento de la fecundación, la unión del pronúcleo femenino y masculino dan lugar a un nuevo ser con su individualidad cromosómica y con la carga genética de sus progenitores. Si no se interrumpe su evolución, llegará al nacimiento”. ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA.
Y continúa dando su postura acerca del aborto provocado y del aborto ‘terapéutico’: “Como consecuencia, terminar deliberadamente con una vida humana incipiente es inaceptable.
Representa un acto en contra de la vida, pues la única misión de cualquier médico es proteger y promover la vida humana, nunca destruirla. Esta convicción está guardada en la cultura mundial y muy notablemente en el Juramento Hipocrático.
Siendo el derecho a la vida el primero de los derechos personalísimos, toda legislación que autorice el aborto es una negación de estos derechos y, por lo tanto, de la medicina misma”.
En la mayoría de los países de Latinoamérica el aborto es ilegal. A su vez, muchos de estos países se han adherido a tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño o el Pacto de San José de Costa Rica que sostienen una postura a favor de la vida.
La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 1, proclama: “Para los efectos de la presente convención, se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable,
haya alcanzado antes la mayoría de edad”. En la legislación argentina, al ratificar este tratado internacional, se formulan las siguientes reservas y declaraciones, en el artículo 2º de la ley 23.849: “Con relación al art. 1º de la convención sobre los derechos del niño, la República Argentina declara que el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”. Más adelante, en el artículo 6 de la Convención plantea claramente: “Los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida (…) Los Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño”.
El otro tratado internacional aprobado por la mayoría de los países latinoamericanos es la Convención Americana sobre Derechos Humanos —llamada Pacto de San José de Costa Rica— en su artículo 4 plantea el “Derecho a la vida”: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”. Y en el artículo 6 del Pacto: “El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente”.
En la Argentina, otro ejemplo de un Estado a favor de la vida es el decreto 1406/98, del 7 de diciembre de 1998, que establece el 25 de marzo de cada año como el “Día del niño por nacer”. Fue el primer país del mundo en declararlo, reconociendo que el derecho de la vida no es una cuestión ideológica ni de religión. En momentos en donde ciertos sectores quieren poner el derecho de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo por encima del derecho a nacer de un inocente es importante tener presente estas legislaciones.
En el cierre de estos temas tratados, la invitación es a pensar no sólo en las consecuencias, sino más bien en las causas.
Tal vez, más de uno caiga en la cuenta de que el Estado, la escuela y los padres estamos enseñado a los jóvenes cómo mantener relaciones sexuales, pero no les estamos enseñado cómo no mantenerlas hasta que sea el momento adecuado. Trabajar para que los jóvenes alcancen la madurez física y emocional, es una tarea de todos. Esta madurez les permitirá estar preparados para hacerse responsables, no sólo de su sexualidad, sino de su vida.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Hablemos del Embarazo y el Aborto

El camino que se suele recorrer en la formación de la sexualidad es: primero, hablar de sexualidad responsable; segundo, enseñarles la prevención de enfermedades y de infecciones de transmisión sexual —poniendo mayor énfasis en el SIDA—; después la utilización de métodos anticonceptivos; y, por último, las complicaciones del embarazo no deseado en la adolescencia.
Si todo lo anterior ha fallado y los adolescentes se encuentran frente a la inminente noticia de que van a tener un hijo, esto que sería un milagro de la vida, se convierte en un ‘problema’ del cual hay que liberarse. Conclusión: el ‘aborto’ puede ser una ‘solución’ para evitar las consecuencias de un embarazo no deseado.
Muchas personas piensan que deshacerse de la cigota no es un aborto. No consideran al embrión como una ‘persona por nacer’ sino una cédula indefinida, un ‘pedazo’ sin derecho a la vida, una ‘cosa’ que puede ser extirpada sin mayores consecuencias.
Una vez que el óvulo fue fecundado por un espermatozoide, el resultado de esa ‘cosa’ es un ser humano. No hay dudas científicas sobre este hecho. Por lo tanto, debe ser cuidado y protegido. No ‘condenado a muerte’ por haber sido concebido
en circunstancias ‘no apropiadas’.
El solo hecho de mostrar cómo se desarrolla un embarazo, con imágenes e información de cómo se va gestando el bebé dentro de la panza de la madre, genera en los adolescentes una conciencia mayor a favor de la vida. Si le agregamos la información sobre cuáles son los métodos abortivos que se utilizan
en los países en los que está legalizado el aborto, el rechazo hacia el mismo es mayor. Los jóvenes no saben cuáles son los métodos abortivos que se utilizan con mayor frecuencia. Muchos adultos tampoco.
Por lo tanto, no le estamos brindando la información necesaria para que puedan discernir sobre lo que implica decidirse a eliminar al ‘problema’ —el niño por nacer—, las complicaciones físicas que pueden generar y la carga emocional que
van a tener que llevar el resto de sus días. El embarazo, aún en las circunstancias más complejas, no es un ‘problema’. El aborto, aún en las condiciones más  higiénicas, sí lo es y dejará consecuencias de por vida.
Todo aborto trae aparejadas consecuencias. En aquellos que han sido abortos espontáneos o naturales, las secuelas suelen estar asociadas a problemas psicológicos como irritabilidad, ansiedad, depresión, conflictos de pareja, etc. En el
caso de los abortos provocados, legales o ilegales, las consecuencias pueden ser físicas (hemorragias, infecciones, lesiones cervicales, problemas en futuros embarazos, etc.) o psicológicas (abuso de tabaco, alcohol o drogas, disfunciones sexuales, problemas de pareja, intentos de suicidio).
Los jóvenes tienen una tendencia natural a favor de la vida, en todas sus formas. Sostenerlos en esta postura es nuestro deber, no sólo por ellos, sino por las generaciones futuras. Ya no hablamos de nuestros hijos sino de la vida o la muerte de nuestros nietos o bisnietos.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Palabras de Walter Bonillo en la presentación en Pergamino

Estamos hoy presentando un libro que nos habla a nosotros los adultos, seamos padres o docentes. Nos habla a nosotros de la importancia que tenemos para nuestros jóvenes, y de cuánto nuestros jóvenes esperan de nosotros, quizá sin saberlo claramente. Los jóvenes, aunque no parezca, esperan de nosotros y somos importantes para ellos, especialmente en temas como el de la sexualidad.
La sexualidad ha dejado de ser tema tabú para convertirse en la diva de los discursos. Se nos habla permanentemente de ella, y gracias a ella parece venderse todo: zapatos, pantalones, autos, celulares, bebidas, etc. Pero no es mi objetivo tratar sobre lo que habla el libro. El libro se basta a sí mismo para ello.  Quisiera hacerme cargo de una propuesta que nos deja el libro. Una propuesta que es un desafío y una exigencia: nuestra presencia como adultos acompañando a nuestros jóvenes en su crecimiento.
La primera expresión que quisiera reflexionar con ustedes es la de presencia. Mucho hablamos hoy de las cosas que les ocurren a nuestros jóvenes. Estas cosas, decimos, no les pasaban antes. Es cierto que han variado unos cuantos objetos, sin embargo nos pasaban las mismas cosas: deseos, conflictos, violencias, vicios y heroísmos. Si algo ha variado no es en el mundo de los jóvenes dónde hay que buscar. Nuestros adolescentes adolecen, pero ese no es el problema; el adolescente siempre adoleció. Creo que hay que hurgar en el mundo de los adultos: en la retracción del mundo de los adultos respecto del mundo de nuestros jóvenes. Hemos dejado de ocupar el lugar de adultos en la sociedad. No hay adultos. Todos queremos ser jóvenes.
Se ha dado paulatinamente una pérdida de presencia de los adultos en la vida pública. Incluso hasta la hemos programado, justificándola desde distintas propuestas psicológicas y sociopolíticas aparentemente más saludables. Terminamos creyendo que nuestra presencia los daña, los lastima. De tanto cuidarlos de nosotros desaparecimos y ya no hubo marcas, no hubo escollos, no hubo para ellos pequeñas frustraciones. Sin embargo los hemos condenado a la frustración definitiva de mañana.
De pronto nuestros adolescentes no encontraron adultos con los cuales medirse, de los cuales aprender de sus frustraciones, de sus caídas, de sus errores y de su esfuerzo y coraje para levantarse. De pronto ya no hay historia humana. No hay pasado de experiencia ni futuro deseado. La ausencia de adultos convierte a la adolescencia en frontera, no hay más que esto en la experiencia humana. De pronto no hay futuro, sólo tiempo que perder. Deja de haber horizontes, y en la misma medida deja de haber humanidad. Sólo hay presente. Hay momento. Hay animalidad. La felicidad se vuelve alegría, la plenitud se llama éxito, el gozo no pasa del placer, la sexualidad se reduce a genitalidad. No hay proyecto, hay encantamiento.
Por qué los jóvenes de pronto no encontraron adultos. Puede ser que estemos ocultos: como sus amigos, vistiendo sus mismas ropas, hablando su mismo lenguaje. O puede ser más grave, que no haya adultos. Ser adulto no es tener tal o cual edad. Tiene más bien que ver con el lugar que ocupan los otros en la construcción de mi yo. Ser adulto es haber descubierto que no estoy para mí, sino para otros. Que mi existencia debe ir transformándose en pro-existencia. Que es la época de entregarme. Sin dejar de ser hijo, es el tiempo de ser padre. Es haber descubierto que el secreto y el horizonte del hombre es la donación de sí mismo para transmitir y compartir humanidad. Una donación de alguien que no lo sabe todo, que no todo lo puede. Una donación de un ser vulnerable, limitado y en camino, pero que intenta hacerse cargo de los que lo necesitan. Por todo eso el adulto puede escuchar, puede acompañar y crecer junto a…
Crecer juntos en humanidad es la plenitud y el horizonte propiamente humanos. Eso es ser padre, es ser docente, es ser adulto. Por eso estamos llamado no ha cambiar sino a crecer. Las cosas cambian, los humanos crecemos o simplemente el tiempo transcurre por nosotros enloqueciéndonos. La pregunta no es qué debo cambiar para ayudar a mis hijos. El desafío es crecer. Si hay que hacer una pregunta es hacia dónde debo dirigir la mirada: hacia ellos y hacia sus necesidades. Es su tiempo de recibir, es mi tiempo para dar. Es nuestro tiempo para compartir.
De allí la ley de paternidad: Seamos nosotros lo que queremos que sean nuestros hijos: adultos, personas capaces de donarse a los demás, y que son capaces de escucharlos, acompañarlos, hablar de sus cosas, compartir sus vidas, estar presentes. Y en esto Germán nos ayuda en un tema que no es menor en el crecimiento de nuestros hijos. Porque de la sexualidad parece que se habla mucho pero de lo esencial no se conversa. Lo que se olvida es que la sexualidad es esencial al hombre, tan esencial que por su intermedio nos donamos a otros, por su intermedio recibimos la donación de otros y por su intermedio transmitimos y compartimos la humanidad. Nuestros hijos son nuestro amor, nuestra donación, nuestra humanidad.
Con algo tan esencial, con algo que hace a la plenitud humana de nuestros jóvenes, no se debe jugar. De esto se debe hablar con seriedad, y con quien los quiere de verdad. A esto nos convida este libro. Para ayudarnos en esto ha sido escrito. Agradezco a Germán el hecho de haberlo escrito. Le agradezco el esfuerzo de haber conservado la profundidad y la claridad. También le agradezco que me haya hecho parte en el proceso de su escritura, en la generosidad de solicitarme el prólogo y de invitarme a esta presentación.

viernes, 28 de octubre de 2011

Palabras de Adriana Ceballos en la presentación del libro en CABA

Hace algunos años, cuando conocí a Germán, me impresionó que siendo muy jovencito, tuviera tanto empuje y garra para observar, investigar y fundamentalmente luchar por los temas relacionados con la familia.
No hay duda que el contacto con los jóvenes lo ha favorecido para lograr captar sus necesidades primero, y a través de este texto, transmitírsela a los educadores, de manera que contemos con una herramienta más de información y formación.
Este libro, además de presentarnos de manera sencilla y coloquial la realidad de la sexualidad en los adolescentes y jóvenes, con una base académica bien profunda, consigue de manera muy directa enfrentarnos con la situación, y lo que es más importante, sin quedarse en la mera denuncia, nos brinda herramientas prácticas posibles y lógicas para encontrar el camino de solución.
Obliga a revisar el concepto de sexualidad a los adultos que todavía y según palabras del autor “no la tenemos clara”.
Nos encontramos con nuevas condiciones de vida en la familia, los medios de comunicación y tecnología omnipresentes, las redes sociales avanzan de manera contundente, el consumo propio del relativismo social, influyen de manera muy profunda en la formación de cada uno de nosotros. Estas condiciones no siempre nos encuentran a la altura de las circunstancias. El entorno fluye y estructuras como familia o escuela, parecen quedar detrás, relegadas, a destiempo, poco actuales.
Las conductas de riesgo o los factores de vulnerabilidad de los adolescentes, parecen muy difíciles de combatir y reencauzar, y tanto padres como docentes y directivos no siempre logramos encontrar caminos alternativos.
Todo este proceso necesita un cambio profundo y consensuado que tendrá muchas más posibilidades de éxito si consigue apoyo en las prácticas sociales, y el entorno se orienta igualmente hacia un desarrollo humano solidario y éticamente comprometido.
La sexualidad es un tema que en general, las generaciones anteriores no han  podido o sabido hablar con naturalidad, ha sido un tema tabú como bien sabemos, pero el punto fundamental y básico y que a mi entender es el motivo de tanta evasión por parte de los educadores de hoy, es que no se sabe qué decir. No hay claridad en cuanto a lo que puede ser el bien para los hijos.
Dado que todo es relativo y puede ser adaptado y moldeado a gusto del consumidor, parecería que la elaboración de ideas concretas es una cuestión que se traduce en imposición y autoritarismo en lugar de transmisión de valores e intercambio activo con el hijo para su crecimiento y mejora personal.
Evidentemente los modelos recibidos no sirven, han quedado algo antiguos frente a la realidad que viven los chicos, modelos completamente distintos a la que han vivido nuestros padres. La sociedad se ha “adolescentizado”.
Por lo tanto es fundamental acordar una postura sin fisuras y con bases sólidas, y este texto nos lleva a la reflexión y nos acerca herramientas básicas.
En la medida en que cada uno crea lo que se le propone y sea posible expresarlo, los jóvenes formarán su criterio personal y podrán mantenerlo también, frente a una sociedad que se muestra descontrolada, sin límites.

martes, 18 de octubre de 2011

Presentación del libro en CABA

Hola a todos:
En estos tiempos de vértigo de información y decisiones importantes a tomar que van de lleno a las bases de nuestra sociedad, queremos proponerles un paréntesis para reflexionar acerca de la diferencia entre sexo y sexualidad.
Muchas páginas se están escribiendo sobre el matrimonio homosexual, la adopción y la ley de género, pero poco se dice acerca de cómo educar a nuestros hijos en una perspectiva de sexualidad que integre los aspectos de todo ser humano: un ser bio-psico-social y espiritual.
Es necesario hablar de sexualidad, y es necesario que los adultos tomemos la palabra: una palabra que se resista a detenerse en los umbrales del sexo y quiera expresar la profundidad humana inherente a la sexualidad.
Desde este lugar y con el objetivo de brindar herramientas que nos ayuden a tratar este tema, la Asociación Argentina de Orientadores Familiares presenta el libro “Sexualidad: ¡Hablemos!” del Lic. German Debeljuh, el jueves 20 de octubre a las 20 horas en el Colegio Manuel Belgrano.

Los esperamos!
Un abrazo,

Amalia Bonelli
Presidente
Asociación Argentina
de Orientadores Familiares

domingo, 18 de septiembre de 2011

Sugerencias para Padres y Educadores

Hablar desde la verdad. No se puede construir desde la mentira. El proceso de asimilar la información no es posible si recurrimos a fantasías o explicaciones parcializadas.
Ser claros y concisos. Evitar dar rodeos y tergiversar la información. Tampoco extender demasiado nuestras explicaciones. Más bien, esperar preguntas de nuestros hijos para seguir ampliando la información.
Relacionar la información brindada. A medida que van creciendo, ir relacionando la información que se les fue brindando con nuevos interrogantes que se planteen.
No se habla una sola vez. Muchos padres realizan un gran esfuerzo para hablar con sus hijos de estos temas y piensan que con una sola vez alcanza. Si para aprender a leer y escribir nuestros hijos dedican varios años de aprendizaje, cuánto más para vivir una sexualidad plenamente.
Cualquier momento puede ser el apropiado. Habrá momentos que buscamos para hablar con nuestros hijos sobre estos temas y serán muy apropiados. Tendremos en claro lo que vamos a decir y cómo vamos a decirlo. Pero habrá otras cuestiones que surjan espontáneamente y también deberemos estar preparados para abordarlas con naturalidad. Podemos aprovechar mientras vemos televisión (por ejemplo: cuando aparece alguna escena sexual, alguna publicidad, noticias, etc.), algún diálogo con amigos, alguna situación que suceda en la calle.
Evitar contar anécdotas de experiencias sexuales propias. Aquella frase: –“Yo a tu edad…” suele estar descontextualizada, muchas veces genera rechazo por parte de los hijos y no aporta.
Evitar dar ejemplos o hacer comparaciones. No dar ejemplos ni cercanos ni lejanos. En los cercanos, nos podemos equivocar y en los lejanos, están muy apartados de la realidad de nuestros hijos.
No evitar temas ante preguntas de los hijos. Es cierto que pueden presentarse cuestiones difíciles, pero no es bueno evitar dar una respuesta. Si el momento no es el adecuado, es preciso acordar con el hijo postergar la respuesta o la conversación para otra ocasión.
Mantenga una actitud de apertura y confianza. Es necesario no generar una actitud de rechazo ante los planteos de los hijos, escucharlos y darles nuestra opinión con fundamentos basados en los valores.
Utilice los sentimientos para estimar y evite los juicios de valor. Puede utilizar lo que a usted le generan las conductas o comentarios de sus hijos para expresar lo que siente, tanto sea positivo como negativo. (‘¡Qué lindo!, ¡cuánto me alegra!, ¡Nos encanta!’, o bien: ‘¡Qué lástima! ¡A nosotros no nos gusta!’). Nunca plantear su parecer en términos de sentencia: ‘¡Es malo!’ o ‘¡Sos malo!’. Estas expresiones cortan el diálogo y muy probablemente los hijos se cerrarán a la posibilidad de escuchar.
Recuerde: “Un gesto vale más que mil palabras”. Nuestro ejemplo y nuestras actitudes son sumamente importantes. “Seamos nosotros los que queramos sean nuestros hijos”.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Dimensión Espiritual

Antes de desarrollar esta dimensión debemos aclarar que no nos referiremos sólo a un aspecto religioso. En todo caso, en la religiosidad se manifiesta la dimensión espiritual de cada persona. Puede ponerse en juego o no el aspecto religioso, pero siempre estará presente la dimensión espiritual.
Si tomamos una concepción judeocristiana del hombre, sabemos que somos hijos de Dios y que fue Él el que nos creó: “Lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”. La sexualidad es el modo que nos permite cumplir con su mandato: “Los bendijo, diciéndoles: sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra... Dios miró todo lo que había hecho y vio que era muy bueno”.
La Iglesia Católica enseña, desde su Catecismo, que el hombre es un ser espiritual y, a la vez, un ser corporal. Durante su pontificado, el Papa Juan Pablo II realizó un gran proyecto educativo que denominó ‘Teología del Cuerpo’, en donde brindó reflexiones iluminadoras sobre la sexualidad y el amor humano. “El cuerpo, en su masculinidad y en su feminidad, está llamado desde el principio a convertirse en la manifestación del espíritu. Se convierte, también, en esa manifestación mediante la unión conyugal del hombre y de la mujer, cuando se unen de manera que forman una sola carne”.
El cuerpo y la sexualidad “son siempre un ‘valor’ no bastante apreciado”. Por lo tanto, no se puede considerar al espíritu como lo ‘bueno’ y al cuerpo como lo ‘malo’, pensamiento propio del maniqueísmo. “La Biblia integra la sexualidad en el plan creacional”.
Fue el mismo Dios el que nos mostró la forma de plenificar su obra creadora a través de la sexualidad. Pero nos da un ‘manual de instrucciones’ para poder vivirlo en plenitud desde el sacramento del matrimonio. “En el relato más antiguo resaltan estos detalles:
- La necesidad de la relación interpersonal: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Voy hacerle una ayuda adecuada’. Gen. 2,18.
- La igualdad de varón y mujer, que hace posible el diálogo (…)
- La necesidad de integración de los dos seres, para complementarse: Gen. 2, 21-23. Dios no los creó el uno junto al otro, sino el uno para el otro.
- El diálogo de amor busca la unión y se realiza en la unidad: Gen. 2, 24-25”35.
La sexualidad aparece, dentro de la cosmovisión cristiana, como una posibilidad de encuentro y apertura al otro. “Para Santo Tomás es una cosa evidente y natural que el sexo no es ni mucho menos un mal necesario, sino un bien”.
Existe una reducción de la sexualidad dentro de la religiosidad, la reducción maniquea donde el cuerpo, la materia, es mala y el espíritu es bueno.
Sin embargo, alguien que no es cristiano o que no cree en Dios, podrá decir que esta dimensión no le corresponde. Pero el hombre, en su naturaleza, posee una profunda necesidad de trascendencia y la concepción de un hijo, en muchos casos, satisface en parte esa necesidad.
Esta dimensión espiritual no se desarrolla sólo en la sexualidad. La necesidad de trascendencia se pone en evidencia, por ejemplo, en manifestaciones artísticas y culturales, motivadas por el deseo de dejar una profunda huella de nuestro paso por este mundo. Trascender es ir más allá de uno mismo. Tareas como la asistencia a los enfermos, el cuidado de los niños o los ancianos, y la docencia —cuando hay vocación de servicio— son otras manifestaciones de esta búsqueda de transcendencia.
“Existe en el hombre una trascendencia, no solamente con respecto al mundo infrahumano, sino incluso con respecto a sí mismo: en todo lo que hace, dice, piensa, quiere y desea, nunca está satisfecho con las metas alcanzadas. Existe en el hombre una tensión que lo lleva a superarse a sí mismo, una autotrascendencia; índice claro de que no tiene el centro en sí mismo, sino fuera de sí”.
De esta dimensión surge aquel dicho popular de que ‘uno no debe pasar por este mundo sin antes haber realizado estas tres tareas: plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo’. Son algunas de las maneras de trascender, pero en la última tarea planeada es donde se pone de manifiesto esta dimensión de la sexualidad.
Con esta visión más amplia del hombre será posible sostener los impulsos o deseos que surgen de las otras dimensiones, y encontrar un camino hacia aquello que realmente queremos: la felicidad. “Sólo poniendo la mirada sobre el ser espiritual, sobre su fundamental tensión a los valores y al significado, podrá develarse la significatividad de lo real y podrá aparecer, en toda su plenitud, el significado del ser”.
Existe reducción posible aquí: reducción de la sexualidad a la trascendencia, “yo” quiero trascender sin importar el otro, más aún, utilizando al otro para trascender “yo”.
Quedan planteadas muchas reducciones en las que se pueden caer al hablar de la sexualidad. En algunos casos, hasta puede haber una combinación de varias reducciones. Sin embargo, “si no se percibe un enfoque más integrador, las posiciones se hacen irreductibles y los aportes valiosos de cada enfoque quedan perdidos en estériles luchas ideológicas y de poder”.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Dimensión Ético-Social

En el capítulo anterior se hizo referencia a los cambios que se fueron dando en la sociedad en todo aquello relacionado con la sexualidad. El hombre es un ser en relación y recibe una constante influencia del medio en que se desenvuelve. “Cada sociedad modela y ordena el desarrollo y expresión de la sexualidad de sus miembros. También establece unos valores y pautas para justificar los comportamientos sexuales. Estas influencias condicionan la forma de vivir la sexualidad en cada individuo”.
Es muy importante tener en cuenta esta dimensión social de la sexualidad. Existen diferencias relevantes entre el contexto en donde nos criamos los padres y el ambiente en que se desarrollan nuestros hijos. Si bien hay aspectos que pueden estar presentes, muchos se han modificado. Por ello, es necesario estar informados y poder escuchar a nuestros hijos para conocer la realidad que ellos viven a diario, escapándole al pensamiento simplista de ‘Mi hijo, no’. “El pensar que son ‘los otros’ los que necesitan esta información es un grave error”. Justificaciones, enojos, actitudes de evasión o de mantenerse en la ignorancia, no son más que un mecanismo de autodefensa.
Pero no sólo cuenta la dimensión social, porque no podemos ser ingenuos y pensar que la sociedad siempre cambia para bien o que aquello que dice, piensa o hace la mayoría es lo correcto. Por eso se complementa con una dimensión ética: es precisamente la ética la que nos puede orientar a descubrir los valores a seguir y aquello que es bueno por encima de lo que opine la sociedad.
“La ética es la parte de la filosofía que estudia la vida moral del hombre. Se centra en una dimensión particular dentro de la realidad humana: el comportamiento libre de la persona y, por ende, su conducta responsable. Como toda disciplina filosófica, la ética reflexiona sobre la realidad por sus últimas causas, por sus últimos porqués. (…) La ética reflexiona sobre el significado último y profundo de la vida moral y se pregunta por el fin que persigue el hombre en su vivir, para determinar, a partir de esa meta, aquellos comportamientos mediante los cuales podrá alcanzar la felicidad. De estas consideraciones se deduce fácilmente que la ética está al servicio del hombre para ayudarlo a vivir mejor, en un sentido más humano”.
Si el hombre niega esta dimensión ética, seguramente, disfrutará de un sinnúmero de sensaciones placenteras en donde ‘vale todo’ y el otro es sólo un ‘objeto para la satisfacción de mis deseos’. Esto lo conducirá a vivir con una actitud hedonista, pero todo lo que haga no necesariamente lo conducirá a la felicidad sino, más bien, a un vacío existencial.
Por otro lado, nos podemos encontrar con quienes actúan en función del ‘deber ser’ sin razones distintas a ese cumplimiento mismo. Este ‘deber ser’ es sumamente subjetivo y depende de lo que considera cada persona como ‘deber’, pueden ser cosas cambiantes, dependientes de las circunstancias y del tiempo.
Existe reducción posible aquí: reducción de la sexualidad al “deber ser”, donde la represión alcanza su punto máximo en una sexofobia.

martes, 16 de agosto de 2011

Dimensión Psicológica

Cuando dos personas establecen un vínculo, nunca es indiferente la reacción que se genera, en cada persona, en la vivencia de su sexualidad. Nos referimos desde el simple hecho de vivir, pensar y sentir, como hombres o mujeres, hasta las relaciones sexuales que se elegirán mantener.
En esta dimensión incluimos los aspectos que se relacionan con el conjunto de ideas, creencias y conocimientos que determinan un modo de pensar la sexualidad. Al mismo tiempo, hacemos referencia a las sensaciones, sentimientos y emociones que se ponen en juego en su desarrollo.
Podemos diferenciar dos áreas que se relacionan e interactúan, sin embargo las plantearemos por separado para poder entender la influencia que tienen en nuestras conductas. Un área hace referencia a los aspectos relacionados al pensamiento; y otra, a los afectos. Podemos poner énfasis en los aspectos de esta dimensión o simplemente negarlos, pero siempre están en juego.
El pensamiento juega un rol fundamental en la vivencia de la sexualidad. No en vano, muchos autores plantean que el órgano sexual más importante es el cerebro. Desde la infancia, las personas desarrollan ideas o creencias acerca de ellas mismas, de las otras personas y del mundo, que generan pensamientos específicos y conductas consecuentes. Las ideas o creencias sobre la sexualidad pueden influir de un modo positivo o negativo en la relación sexual.
Estas ideas o creencias se pueden modificar, cambiar o confrontar con otras ideas. Por lo tanto, es posible desterrar algunos tabúes, cambiar algunos pensamientos y modificar conductas negativas, generando beneficios no sólo en lo emocional, sino también en lo fisiológico.
Los pensamientos influyen de manera decisiva en la relación sexual y en la obtención de placer. Miedos, inseguridades, ansiedad, ideas inhibitorias, falta de confianza, creencias populares o religiosas; pueden generar perturbaciones a la hora de mantener una relación sexual.
“Cuando la relación sexual es tan sólo contacto entre dos cuerpos que buscan placer, no se puede hablar de un auténtico encuentro personal, en el que prima la afectividad. Si bien en el animal el instinto sexual es el mecanismo por el que se busca el placer por encima de todo, en el ser humano maduro deberán existir otros motivos más profundos capaces de encauzar los estímulos sexuales hacia la mejor configuración de uno mismo”. Todo ser humano tiene una necesidad afectiva, no alcanza con la satisfacción de necesidades fisiológicas ni con el hecho de descargar un impulso. Es preciso, tarde o temprano, satisfacer la necesidad afectiva de contención y cariño, de recibir y dar afecto a otra persona.
Precisamente apoyarse en esta dimensión de la sexualidad permite superar situaciones de abstinencia sexual que se pueden presentar a lo largo de la vida de una pareja. Situaciones en donde deberán mantener la abstinencia por razones de salud o distancia (por ejemplo: después del nacimiento de un hijo, enfermedades o accidentes, viajes por trabajo, etc.). En estos casos, el afecto deberá triunfar sobre los impulsos.
“La sexualidad es un modo de ser, pero antes es también un impulso sensible, un deseo sexual, biológico, orgánico. Si no se acoge ese impulso en el ámbito de la conciencia y de la voluntad, se generan conflictos y disarmonía. Si se acoge, se ejercen el amor y sus actos de una forma específica. Por eso, la sexualidad es importante, pero el amor y sus actos lo es más: con él puede lograrse la armonía del alma al integrar el impulso sexual con el resto de las dimensiones humanas, los sentimientos, la voluntad, la razón, etc.”.
Es necesario brindarles a nuestros hijos la formación para que puedan manejar sus impulsos y sostener su "fidelidad sobre la base del afecto. “El animal está regido por los instintos, mientras que el hombre lo está por su inteligencia y su voluntad”. En la medida que desarrollemos estas facultades humanas, presentes en esta dimensión, se podrán manejar los impulsos que lleguen de la dimensión biológica.
Existe reducción posible aquí: reducción de la sexualidad a la conciencia y primacía de lo afectivo. “Sí lo sentís, hacelo” es una expresión que podría ejemplificar esta simplificación.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Dimensión Biológica

A esta dimensión nos referimos bajo el concepto de sexo (algunos autores la denominan genitalidad). Ésta es la dimensión de la cual más se ha hablado y en la cual más se ha profundizado, en algunos aspectos con avances significativos y en otros con reduccionismos asombrosos.
Nos hemos alejado de aquellos cuentos fantásticos donde los hijos salen de ‘un repollo’ o han sido traídos por ‘la cigüeña de París’, y hemos avanzado hacia respuestas reales a la pregunta: ‘¿De dónde venimos?’. Los mitos van desapareciendo y esto permite una mayor comprensión de la concepción y del embarazo.
Por otro lado, parece que la sexualidad sólo se reduce a la dimensión biológica al hablar con nuestros hijos sólo de cuestiones anatómicas. En muchos casos, la escuela colabora en el acceso a esta información pero es necesario ampliar la visión hacia otras dimensiones.
Dentro de la dimensión biológica podemos mencionar principalmente dos áreas:
 Área anatómica: hace referencia a los aparatos reproductores femeninos y masculinos y a cada una de sus partes. Es importante conocer los nombres, así como también, las diferencias entre los genitales femeninos y masculinos.
Área Fisiológica: se refiere desde el funcionamiento de los distintos órganos que componen los genitales femeninos y masculinos, hasta los aspectos endocrinos y del sistema nervioso implicados en la relación sexual.
La reproducción es otra función de la sexualidad relacionada con la dimensión biológica. En muchas ocasiones, la procreación es negada por los padres o “controlada” por métodos anticonceptivos de relativa efectividad. Cabe aclarar que ninguno de los métodos anticonceptivos de barrera, farmacológicos o naturales, tienen un 100% de eficacia como muchos han anunciado. Los métodos anticonceptivos más conocidos, si se usan correctamente, alcanzan una efectividad entre un 95% a un 99%. Si el método no se usa correctamente, las posibilidades aumentan. Muchos dirán que el margen es mínimo, pero ¿qué pasaría si le toca a usted? Siempre cabe la posibilidad de que la mujer quede embarazada a pesar de haber utilizado algún método anticonceptivo.
Los padres han avanzado hacia explicaciones más reales sobre la concepción y el embarazo. En las escuelas se trabaja, desde una temprana edad, en la diferenciación de los órganos reproductores y en el cuidado del propio cuerpo. No es casualidad que se hable de órganos reproductores y no de genitales, ya que se identifican esos órganos sólo con una de sus funciones: la reproducción.
En algunos casos, se avanza en aspectos más fisiológicos que permiten una mayor comprensión de los mecanismos que se activan como base de una conducta sexual pero no hacen mención a otros aspectos. No consideran otras dimensiones de la sexualidad.
Muchos padres consideran que con la explicación de estos aspectos anatómicos y fisiológicos alcanza para responder a todas las inquietudes y dudas que pueda tener un niño o un adolescente. Agregan el cuidado ante las enfermedades de transmisión sexual y los métodos anticonceptivos que se pueden utilizar para evitar embarazos no deseados. De esta manera, reducen a estos temas la formación de la sexualidad de sus hijos.
Nos enfrentamos con una posible primera reducción de la sexualidad: los enfoques biológicos-higienistas han centrado su visión en la información y el cuidado del cuerpo (la prevención de enfermedades de transmisión sexual [ETS] y el HIV/SIDA; embarazos no deseados), sin dedicar espacio a otras dimensiones de la sexualidad.
Otro aspecto de la dimensión biológica son los instintos, entendidos como el sentido de un impulso biológico básico que tiende hacia una respuesta inmediata, característico de las conductas animales. Podemos hablar de instinto de conservación y de reproducción.
Freud, al estudiar el concepto de instinto, descubre que muchas conductas humanas iban en contra de esos instintos, por lo tanto, desarrolla el concepto de ‘pulsión’, ya que considera que los instintos son respuestas a estímulos generados desde el exterior de la persona, mientras que en la pulsión los estímulos vienen del interior. “Si consideramos la vida anímica desde el punto de vista biológico, se nos muestra la ‘pulsión’ como un concepto límite entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo que arriban al alma (…) El fin de la pulsión siempre es la satisfacción”. Distinguió dos grupos de pulsiones primarias: las pulsiones del yo o pulsiones de conservación y las pulsiones sexuales.
El pensamiento de Freud, seguido por otros autores de su época como Marcuse y Reich, dio origen a una revolución ideológica que ha hecho que se pasara de una actitud represiva de lo sexual a una sobrevaloración de la satisfacción de los deseos más impulsivos, sin limitación ni censura, rozando la promiscuidad.
La Teoría Sexual de Sigmund Freud, según Leonardo Castellani, “fue clasificada por muchísimos autores de pansexualismo; y no hay duda de que en su primera elaboración la especulación de Freud parece hipnotizada por la libido, convirtiéndose así en un monoinstintivismo. En respuestas a objeciones adversas, Freud admitió pronto que no todas las neurosis tenían un origen sexual, manteniendo —no obstante— siempre su principio un poco ambiguo: con una vida sexual sana, ninguna neurosis es posible”.
Si se niegan las otras dimensiones de la sexualidad nos encontramos con una sobrevaloración del placer como única finalidad de la sexualidad y “el sexo se va reduciendo a una simple descarga del ardor que se acumula en ciertas partes del cuerpo por efecto de procesos biológicos. Esta reducción del sexo a lo biológico provoca una severa frustración tanto psicológica como espiritual”.
Existe aquí una reducción de la sexualidad: la satisfacción inmediata de todos los impulsos, la “vía libre” para todas las fantasías, la exploración a nuevas experiencias sexuales, son algunos de sus rasgos fundamentales.