domingo, 27 de noviembre de 2011

Un Estado a favor de la Vida


La ‘prevención del aborto’ no es una pretensión personal sino un deber del Estado, ya que abortar es, lisa y llanamente, matar a una persona por nacer que, aún dentro de la panza de su madre, es sujeto de derecho. Más allá de cualquier ley, su derecho fundamental es el derecho a la vida.
Una norma de derecho positivo no debería prevalecer sobre una norma de derecho natural, como es “el derecho a la vida”. Cuando hablamos de los derechos humanos, el derecho a la vida ocupa el primer lugar. Es tan importante que sin él, el ser humano no tiene acceso a ninguno de sus otros derechos.
“La ley ha reconocido un hecho biológico al disponer que la vida, y el consecuente derecho a vivir, comienza en el momento de la concepción. La tipificación de la persona humana, con todas sus características, es impuesta por su material genético a partir del cigoto. Subsiste, evolucionando de manera natural, a medida que adquiere las formas del embrión, feto, niño, adolescente, adulto y anciano. De modo que, a partir de la fecundación del óvulo, existe un ser humano que merece la protección de la ley y, especialmente, de su derecho a la vida”. BADENI, GREGORIO. Derecho a la vida y aborto. Foro UCA Vida y Familia. http://200.16.86.38/uca/common/grupo54/! les/persona-vida-aborto.pdf Pág. 17.
Ya no hay dudas de que hay vida humana, única e irrepetible, desde el momento de la concepción. La Academia Nacional de Medicina lo afirma categóricamente a través de la siguiente declaración: “La vida humana comienza con la fecundación, esto es un hecho científico con demostración experimental; no se trata de un argumento metafísico o de una hipótesis teológica. En el momento de la fecundación, la unión del pronúcleo femenino y masculino dan lugar a un nuevo ser con su individualidad cromosómica y con la carga genética de sus progenitores. Si no se interrumpe su evolución, llegará al nacimiento”. ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA.
Y continúa dando su postura acerca del aborto provocado y del aborto ‘terapéutico’: “Como consecuencia, terminar deliberadamente con una vida humana incipiente es inaceptable.
Representa un acto en contra de la vida, pues la única misión de cualquier médico es proteger y promover la vida humana, nunca destruirla. Esta convicción está guardada en la cultura mundial y muy notablemente en el Juramento Hipocrático.
Siendo el derecho a la vida el primero de los derechos personalísimos, toda legislación que autorice el aborto es una negación de estos derechos y, por lo tanto, de la medicina misma”.
En la mayoría de los países de Latinoamérica el aborto es ilegal. A su vez, muchos de estos países se han adherido a tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño o el Pacto de San José de Costa Rica que sostienen una postura a favor de la vida.
La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 1, proclama: “Para los efectos de la presente convención, se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable,
haya alcanzado antes la mayoría de edad”. En la legislación argentina, al ratificar este tratado internacional, se formulan las siguientes reservas y declaraciones, en el artículo 2º de la ley 23.849: “Con relación al art. 1º de la convención sobre los derechos del niño, la República Argentina declara que el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”. Más adelante, en el artículo 6 de la Convención plantea claramente: “Los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida (…) Los Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño”.
El otro tratado internacional aprobado por la mayoría de los países latinoamericanos es la Convención Americana sobre Derechos Humanos —llamada Pacto de San José de Costa Rica— en su artículo 4 plantea el “Derecho a la vida”: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”. Y en el artículo 6 del Pacto: “El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente”.
En la Argentina, otro ejemplo de un Estado a favor de la vida es el decreto 1406/98, del 7 de diciembre de 1998, que establece el 25 de marzo de cada año como el “Día del niño por nacer”. Fue el primer país del mundo en declararlo, reconociendo que el derecho de la vida no es una cuestión ideológica ni de religión. En momentos en donde ciertos sectores quieren poner el derecho de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo por encima del derecho a nacer de un inocente es importante tener presente estas legislaciones.
En el cierre de estos temas tratados, la invitación es a pensar no sólo en las consecuencias, sino más bien en las causas.
Tal vez, más de uno caiga en la cuenta de que el Estado, la escuela y los padres estamos enseñado a los jóvenes cómo mantener relaciones sexuales, pero no les estamos enseñado cómo no mantenerlas hasta que sea el momento adecuado. Trabajar para que los jóvenes alcancen la madurez física y emocional, es una tarea de todos. Esta madurez les permitirá estar preparados para hacerse responsables, no sólo de su sexualidad, sino de su vida.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Hablemos del Embarazo y el Aborto

El camino que se suele recorrer en la formación de la sexualidad es: primero, hablar de sexualidad responsable; segundo, enseñarles la prevención de enfermedades y de infecciones de transmisión sexual —poniendo mayor énfasis en el SIDA—; después la utilización de métodos anticonceptivos; y, por último, las complicaciones del embarazo no deseado en la adolescencia.
Si todo lo anterior ha fallado y los adolescentes se encuentran frente a la inminente noticia de que van a tener un hijo, esto que sería un milagro de la vida, se convierte en un ‘problema’ del cual hay que liberarse. Conclusión: el ‘aborto’ puede ser una ‘solución’ para evitar las consecuencias de un embarazo no deseado.
Muchas personas piensan que deshacerse de la cigota no es un aborto. No consideran al embrión como una ‘persona por nacer’ sino una cédula indefinida, un ‘pedazo’ sin derecho a la vida, una ‘cosa’ que puede ser extirpada sin mayores consecuencias.
Una vez que el óvulo fue fecundado por un espermatozoide, el resultado de esa ‘cosa’ es un ser humano. No hay dudas científicas sobre este hecho. Por lo tanto, debe ser cuidado y protegido. No ‘condenado a muerte’ por haber sido concebido
en circunstancias ‘no apropiadas’.
El solo hecho de mostrar cómo se desarrolla un embarazo, con imágenes e información de cómo se va gestando el bebé dentro de la panza de la madre, genera en los adolescentes una conciencia mayor a favor de la vida. Si le agregamos la información sobre cuáles son los métodos abortivos que se utilizan
en los países en los que está legalizado el aborto, el rechazo hacia el mismo es mayor. Los jóvenes no saben cuáles son los métodos abortivos que se utilizan con mayor frecuencia. Muchos adultos tampoco.
Por lo tanto, no le estamos brindando la información necesaria para que puedan discernir sobre lo que implica decidirse a eliminar al ‘problema’ —el niño por nacer—, las complicaciones físicas que pueden generar y la carga emocional que
van a tener que llevar el resto de sus días. El embarazo, aún en las circunstancias más complejas, no es un ‘problema’. El aborto, aún en las condiciones más  higiénicas, sí lo es y dejará consecuencias de por vida.
Todo aborto trae aparejadas consecuencias. En aquellos que han sido abortos espontáneos o naturales, las secuelas suelen estar asociadas a problemas psicológicos como irritabilidad, ansiedad, depresión, conflictos de pareja, etc. En el
caso de los abortos provocados, legales o ilegales, las consecuencias pueden ser físicas (hemorragias, infecciones, lesiones cervicales, problemas en futuros embarazos, etc.) o psicológicas (abuso de tabaco, alcohol o drogas, disfunciones sexuales, problemas de pareja, intentos de suicidio).
Los jóvenes tienen una tendencia natural a favor de la vida, en todas sus formas. Sostenerlos en esta postura es nuestro deber, no sólo por ellos, sino por las generaciones futuras. Ya no hablamos de nuestros hijos sino de la vida o la muerte de nuestros nietos o bisnietos.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Palabras de Walter Bonillo en la presentación en Pergamino

Estamos hoy presentando un libro que nos habla a nosotros los adultos, seamos padres o docentes. Nos habla a nosotros de la importancia que tenemos para nuestros jóvenes, y de cuánto nuestros jóvenes esperan de nosotros, quizá sin saberlo claramente. Los jóvenes, aunque no parezca, esperan de nosotros y somos importantes para ellos, especialmente en temas como el de la sexualidad.
La sexualidad ha dejado de ser tema tabú para convertirse en la diva de los discursos. Se nos habla permanentemente de ella, y gracias a ella parece venderse todo: zapatos, pantalones, autos, celulares, bebidas, etc. Pero no es mi objetivo tratar sobre lo que habla el libro. El libro se basta a sí mismo para ello.  Quisiera hacerme cargo de una propuesta que nos deja el libro. Una propuesta que es un desafío y una exigencia: nuestra presencia como adultos acompañando a nuestros jóvenes en su crecimiento.
La primera expresión que quisiera reflexionar con ustedes es la de presencia. Mucho hablamos hoy de las cosas que les ocurren a nuestros jóvenes. Estas cosas, decimos, no les pasaban antes. Es cierto que han variado unos cuantos objetos, sin embargo nos pasaban las mismas cosas: deseos, conflictos, violencias, vicios y heroísmos. Si algo ha variado no es en el mundo de los jóvenes dónde hay que buscar. Nuestros adolescentes adolecen, pero ese no es el problema; el adolescente siempre adoleció. Creo que hay que hurgar en el mundo de los adultos: en la retracción del mundo de los adultos respecto del mundo de nuestros jóvenes. Hemos dejado de ocupar el lugar de adultos en la sociedad. No hay adultos. Todos queremos ser jóvenes.
Se ha dado paulatinamente una pérdida de presencia de los adultos en la vida pública. Incluso hasta la hemos programado, justificándola desde distintas propuestas psicológicas y sociopolíticas aparentemente más saludables. Terminamos creyendo que nuestra presencia los daña, los lastima. De tanto cuidarlos de nosotros desaparecimos y ya no hubo marcas, no hubo escollos, no hubo para ellos pequeñas frustraciones. Sin embargo los hemos condenado a la frustración definitiva de mañana.
De pronto nuestros adolescentes no encontraron adultos con los cuales medirse, de los cuales aprender de sus frustraciones, de sus caídas, de sus errores y de su esfuerzo y coraje para levantarse. De pronto ya no hay historia humana. No hay pasado de experiencia ni futuro deseado. La ausencia de adultos convierte a la adolescencia en frontera, no hay más que esto en la experiencia humana. De pronto no hay futuro, sólo tiempo que perder. Deja de haber horizontes, y en la misma medida deja de haber humanidad. Sólo hay presente. Hay momento. Hay animalidad. La felicidad se vuelve alegría, la plenitud se llama éxito, el gozo no pasa del placer, la sexualidad se reduce a genitalidad. No hay proyecto, hay encantamiento.
Por qué los jóvenes de pronto no encontraron adultos. Puede ser que estemos ocultos: como sus amigos, vistiendo sus mismas ropas, hablando su mismo lenguaje. O puede ser más grave, que no haya adultos. Ser adulto no es tener tal o cual edad. Tiene más bien que ver con el lugar que ocupan los otros en la construcción de mi yo. Ser adulto es haber descubierto que no estoy para mí, sino para otros. Que mi existencia debe ir transformándose en pro-existencia. Que es la época de entregarme. Sin dejar de ser hijo, es el tiempo de ser padre. Es haber descubierto que el secreto y el horizonte del hombre es la donación de sí mismo para transmitir y compartir humanidad. Una donación de alguien que no lo sabe todo, que no todo lo puede. Una donación de un ser vulnerable, limitado y en camino, pero que intenta hacerse cargo de los que lo necesitan. Por todo eso el adulto puede escuchar, puede acompañar y crecer junto a…
Crecer juntos en humanidad es la plenitud y el horizonte propiamente humanos. Eso es ser padre, es ser docente, es ser adulto. Por eso estamos llamado no ha cambiar sino a crecer. Las cosas cambian, los humanos crecemos o simplemente el tiempo transcurre por nosotros enloqueciéndonos. La pregunta no es qué debo cambiar para ayudar a mis hijos. El desafío es crecer. Si hay que hacer una pregunta es hacia dónde debo dirigir la mirada: hacia ellos y hacia sus necesidades. Es su tiempo de recibir, es mi tiempo para dar. Es nuestro tiempo para compartir.
De allí la ley de paternidad: Seamos nosotros lo que queremos que sean nuestros hijos: adultos, personas capaces de donarse a los demás, y que son capaces de escucharlos, acompañarlos, hablar de sus cosas, compartir sus vidas, estar presentes. Y en esto Germán nos ayuda en un tema que no es menor en el crecimiento de nuestros hijos. Porque de la sexualidad parece que se habla mucho pero de lo esencial no se conversa. Lo que se olvida es que la sexualidad es esencial al hombre, tan esencial que por su intermedio nos donamos a otros, por su intermedio recibimos la donación de otros y por su intermedio transmitimos y compartimos la humanidad. Nuestros hijos son nuestro amor, nuestra donación, nuestra humanidad.
Con algo tan esencial, con algo que hace a la plenitud humana de nuestros jóvenes, no se debe jugar. De esto se debe hablar con seriedad, y con quien los quiere de verdad. A esto nos convida este libro. Para ayudarnos en esto ha sido escrito. Agradezco a Germán el hecho de haberlo escrito. Le agradezco el esfuerzo de haber conservado la profundidad y la claridad. También le agradezco que me haya hecho parte en el proceso de su escritura, en la generosidad de solicitarme el prólogo y de invitarme a esta presentación.