viernes, 29 de enero de 2016

“No le pidas peras al olmo”

Los dichos populares encierran una sabiduría que se transmite de generación en generación. Algunos son simples y otros más complejas. Pero, en todos los casos, es interesante detenerse a pensar que nos quieren decir y si son aplicables a situaciones concretas que nos tocan vivir.
En este caso, resulta podríamos pensar en esta frase aplicándola a los vínculos interpersonales. Claro está que es en vano pedirle a la planta de “OLMO”, que nos dé como fruto “PERAS”, pero esta obviedad no resulta tan obvia en las relaciones humanas.
Permítanme, utilizar esta expresión popular y preguntarnos: ¿Cuántas veces le pedimos a los demás que actúen de una determinada manera? ¿Cuántas veces esperamos que los demás actúen como nosotros queremos? ¿Cuántas veces vivimos frustrados por no encontrar la respuesta que esperamos?
Por lo tanto, podemos desglosar esta frase y pensar en el “olmo”, en la “pera” y en el “pedir”. Con el “olmo” nos referimos a la persona destinataria de nuestro pedido. Pero antes de pedir, será preciso pensar que nos puede dar. Conocer a la otra persona, conocer sus virtudes y sus defectos, sus capacidades y sus potencialidades nos permitirá revisar si el otro es capaz de cumplir con nuestra solicitud.
Si lo que le pedimos no es posible de ser cumplido por el otro, la frustración será permanente en esa relación vincular. Frustración que en muchos casos se convertirán en discusiones acaloradas o en silencios angustiante. Lo cual perjudica, por lo menos, a una, a las dos personas involucradas, y por qué no a terceros.
Detalle que pudo ser inadvertido, y que considero necesario remarcar, es que mencione las capacidades del otro -para lo cual es necesario conocer genuinamente a la otra persona-, pero también mencione las potencialidades. Y con “potencialidades” me refiero a todas esas capacidades que se encuentran en potencia, o sea, que son factibles de desarrollar.
Todo vínculo nos enriquece, permite cambiar, modificar, en definitiva, crecer. El “olmo” sin duda que está determinado, la “persona” no. Puede estar condicionada por un sin número de circunstancias pero es posible cambiar. La frase “yo soy así y no puedo ser de otra manera” no condice con la naturaleza humana. Pero, para “ser de otra manera” es necesario, en primer lugar, quererlo, y en segundo lugar, proponerse metas alcanzables y acordes a nuestras potencialidades.
El otro puede ayudar en ese proceso, pero no puede imponer el cambio. Puede pedir y promover que el otro dé frutos, pero no exigir que dé lo que “yo” quiere o lo que no puede dar. Si lo que pide es acorde a las capacidades y potencialidades, facilita el desarrollo y crecimiento del otro. Si lo que pide se basa en los deseos o caprichos y no tiene en cuenta las capacidades y potencialidades del otro, se convierte en frustración y angustia. La primera actitud nace del amor, la segunda del egoísmo.
La “pera” simboliza el pedido, aquello que uno desea que el otro ofrezca como fruto. En muchos casos, lo que se pide no tiene que ver con el otro. Tiene que ver con lo que “yo” deseo del otro, no con las necesidades del otro, sino con mis propias necesidades. Aquí será necesario revisar lo que se está pidiendo y, como decíamos, si es factible de ser ofrecido o desarrollado por el otro.
Pero cuestión que considero interesante plantear, es que nos estamos olvidando que el “olmo” da sus propios frutos. Por buscar “peras”, por pedir lo que “yo quiero”, se puede perder de vista lo que el otro tiene para ofrecernos. Sin dudas que es diferente a lo que le pedimos, pero pueden resultar valiosos los frutos del “olmo”, más de lo que pensamos. Es preciso reconocerlos y valorarlos. Pueden enriquecer la relación y aportar algo diferente. Incluso la valoración, de lo que ofrece el otro, permita la posibilidad de descubrir nuevos “frutos”, nuevas capacidades a desarrollar.   
Y para finalizar, el “pedir”. Más allá de revisar el pedido a través de todo lo expresado, es preciso pensar, por lo menos, dos cuestiones más. En primer lugar, el cómo lo pido. Si sumamos que el pedido no condice con las posibilidades reales de ser cumplido,  con un modo inapropiado, usando expresiones humillantes, en un tono demandante, y con una actitud egocéntrica, el resultado será frustración y angustia. Revisar el modo, puede permitir abrir un espacio de diálogo en donde se pongan en juego las necesidades de uno con las capacidades y potencialidades del otro.
Otra cuestión con la que me he encontrado en mi práctica profesional, es que muchas personas quieren que el otro dé un determinado fruto, lo están esperando, pero consideran que el otro tiene que darse cuenta por sí sólo o hacerlo espontáneamente. Conclusión: nunca lo pidieron! Por lo tanto, es importante decirlo, plantear las necesidades o deseos que se tienen en referencia a la relación vincular, teniendo en cuenta lo planteado, y abrir un espacio de diálogo claro y sincero. Lo que vos no digas para el otro no existe.
Por todo esto, es preciso:
  • Conocer al otro con sus virtudes y defectos, con sus capacidades y potencialidades…
  • Revisar cuál es nuestro pedido y el modo en que lo estamos haciendo…
  • Hablar, a través del diálogo buscar la manera de seguir creciendo, buscando la mejor expresión de uno mismo, buscando ser el mejor “olmo” que podamos ser para los demás y para nosotros mismos…
  • Y… no le pidas más peras al olmo!!!