jueves, 21 de diciembre de 2017

El amor es de vidrio

Seguramente muchas veces hemos escuchado la frase: ‘es tan fácil como soplar y hacer botella’. ¿Será tan fácil? En otras oportunidades, hemos escuchado: ‘porque el amor es más fuerte’. ¿Será tan así? La propuesta es comparar el amor y el vidrio. ¿Serán tan distintos?
Comencemos con el proceso de elaboración del vidrio. Este proceso consiste en fundir una mezcla de arena de sílice, carbonato de sodio y caliza, entre otros componentes. Luego de ser sometidas a temperaturas próximas a los 1500° centígrados, se logra unir la arena con el resto de los componentes, tomando una consistencia líquida. Luego se va enfriando para lograr solidificarse y va tomando la forma de los diferentes moldes que se utilizan.
Ahora, hablemos del amor. AMOR, con mayúscula, ese amor maduro y sano que todos buscan y que algunos encuentran. Continuando con la comparación propuesta, el amor comienza con la unión de distintos componentes sin demasiadas consistencias. Cada uno aporta algo y se van mezclando. Con la pasión -que provoca altas temperaturas- se transforma en un ‘amor líquido’. Tomando el concepto de Zygmunt Bauman, nos referimos a la fragilidad de los vínculos que es muy común en las relaciones personales actuales. Pero luego de esos primeros momentos (días, meses, años) el amor está llamado a solificarse y tomar la forma del molde que hayamos propuesto.
Una vez que se solidificó el amor, como la botella, sin duda que será capaz de contener aquello que pongamos adentro, pero debemos seguir cuidando que no se rompa. Puede soportar ciertas situaciones, pero no es tan fuerte como parece. Puede resistir mucha presión, pero se puede quebrar fácilmente.
Una vez que se rompe, su reparación será casi imposible. Salvo que se esté dispuesto a destruir lo que queda y volver a entrar nuevamente al horno con más de 1500° grados centígrados (lugar que no es grato volver), como cuando se recicla una botella de vidrio. Proceso necesario para hacer algo nuevo y no emparchar algo roto.
Sin dudas que el amor ‘no es soplar y hacer botella’, como tampoco el origen de esa frase está referida a un proceso simple ni fácil. La frase proviene de la isla de Murano, en Venecia, lugar que se caracteriza por los artesanos del cristal que realizan maravillosas piezas. La historia de la famosa frase se remonta al siglo XIX, cuando los artesanos pedían que se los respete como artistas y luchaban para que su tarea sea bien remunerada. Luego de una huelga, propusieron juntarse en la pequeña isla italiana y pidieron que funcionarios de Murano realicen las piezas en cristal siguiendo los mismos pasos que los artesanos. Frente a las miradas de todo el pueblo descubrieron que los resultados fueron totalmente diferentes. Mientras que los artesanos realizaban pequeñas obras de arte, los funcionarios no podían darle forma y terminaban desistiendo.

No es nada fácil ‘soplar y hacer botella’, requiere de paciencia, habilidad y destreza para poder lograrlo. No todos lo logran. Lo mismo ocurre con el amor, parece tan fácil como ‘soplar y hacer botella’ y termina siendo tan difícil como ‘soplar y hacer botella’. Ahora cuando se logra es, sin duda, una obra de arte digna de ser cuidada y protegida. 

viernes, 27 de octubre de 2017

Lo que no mata…fortalece

Los que peinamos algunas canas hemos escuchado muchas veces esta frase de parte de los mayores. Tal vez, en nuestra niñez, no llegábamos a entender a que se refería este dicho de la sabiduría popular. Con las experiencias que la vida nos hizo vivir, nos dimos cuenta de su verdad.
Cuantos hechos de nuestra historia,
que nos hicieron sufrir,
que nos llevaron a situaciones de dolor,
que nos llevaron a decir ‘basta’ pero tuvimos que seguir soportando, llegando a límites impensados,
luego de tanto sufrimiento,
a la vuelta de tanto dolor,
nos dimos cuenta que nos dejaron un aprendizaje,
nos mostraron nuestra capacidad de resistencia
 y, más aún, de cara al futuro, nos fortalecieron.
Hace algunos años, la psicología tomó un concepto de la física para explicar lo mismo con otras palabras. La ‘resiliencia’, dentro de la física, hace referencia a la capacidad que algunos materiales tiene de recuperarse de una deformación, producto de un esfuerzo externo.
El concepto fue introducido, en el ámbito de la psicología, en el año 1970 por Michael Rutter para plantear la flexibilidad adaptativa que presenta la sociedad. Pero fue Boris Cyrulnik quien utilizó el concepto ‘resiliencia’ al observar a los sobrevivientes a los campos de concentración y otras situaciones similares. De esta manera pudo categorizar a las personas entre aquellas no-resilientes y las pro-resilientes, existiendo una gradación intermedia.
¿Qué es, entonces, la ‘resiliencia’? Es la capacidad de sobreponernos a la adversidad, pudiendo recuperar o alcanzar un estado de bienestar, salud, prosperidad y felicidad, luego de haber vivido situaciones muy estresantes o traumáticas.
Al terminar de leer el artículo, seguramente, olvidaremos los nombres de quienes comenzaron a utilizar este concepto. Algunos habrán escuchado, alguna vez, esta palabra; otros la leyeron por primera vez; a más de uno le costará pronunciarla correctamente. Pero, no cabe duda, que la ‘resiliencia’ es, ni más ni menos, la enseñanza que se desprende del dicho popular: ‘lo que no mata…fortalece’.
Ojalá la vida no nos sorprenda con situaciones difíciles, complejas o traumáticas, que pongan en juego nuestra ‘resiliencia’, pero si aparecen (y no nos mata) podamos rescatar lo positivo, un aprendizaje de la experiencia vivida, que nos permita fortalecernos. Si nos quedamos centrados en lo negativo, o en la ilusión de que aquello que sucedió no haya sucedido, el dolor y la tristeza no nos permitirán seguir viviendo. 

Por lo tanto, en ese momento, no desesperes y recuerda: ‘Lo que no mata…fortalece”.