lunes, 23 de julio de 2012

Proceso de Elección Amorosa


No es fácil encontrar el AMOR. Más difícil resulta si lo confundimos con otras sensaciones y sentimientos. Peor aún, si lo que sentimos no es correspondido por la otra persona.
Al conocer a otra persona se despiertan un sinnúmero de sensaciones y sentimientos asociados con la atracción hacia el otro. Muchos jóvenes —y no tan jóvenes— no saben descifrar lo que sienten. No pueden distinguir lo que les pasa.
Es importante identificar lo que nos puede pasar en ese proceso de elección de la persona con la cual uno quiere establecer un vínculo amoroso. Por lo tanto, es necesario distinguir los distintos niveles en el proceso de acercamiento hacia otra persona:
1.  Atracción.
2.  Enamoramiento.
3.  Amor Maduro.
En algunos casos se detendrán en un nivel, en otros se avanzará hacia un nivel superior. Podemos plantear la atracción y el enamoramiento como compartimentos estancos, o bien, como escalones que nos permiten avanzar hacia un nivel más elevado en la relación. Atracción y enamoramiento son momentos llamados a ser superados en la maduración del amor.
Distinguir las características de esta clasificación permitirá ubicar lo que sienten en alguno de estos niveles e intuir en qué nivel se encuentra el otro en la relación que están construyendo. Y a partir de ahí, se podrá tomar decisiones sobre lo que se quiere, personalmente, en esa relación.

1.- Atracción

La atracción es una sensación de ‘piel’ que, si es recíproca, puede generar una relación circunstancial, muy sensorial e impulsiva. Generalmente no se busca una profundización de la relación. No sólo se refiere a la atracción física sino también a la personalidad, el modo de ser, la simpatía que una persona pueda generar hacia otra, etc.
Puede ser recíproco o no. En algunas ocasiones puede ocurrir que uno no se entere de la atracción que genera en el otro. Esta atracción puede ser incluso hacia personas del mismo sexo, pero que no implica una tendencia homosexual. Suele ser intensa pero fugaz y se relaciona tanto con lo afectivo como con lo físico.
Los factores que favorecen la atracción hacia una persona son:
v El atractivo físico: en este punto la imagen cobra un valor importante, aunque los parámetros de belleza estén influenciados por la moda o la cultura, hay factores personales que pueden determinar un valor estético particular. Una relación amorosa no puede sostenerse sólo por una atracción física, precisamente porque el físico no durará toda la vida.
v La proximidad: el hecho de estar cerca de otra persona, compartir momentos, atravesar experiencias agradables o desafiantes, puede generar una atracción más allá de ‘la primera impresión’. Compartir el hábito laboral o de estudio puede ser una oportunidad para conocer al otro en mayor profundidad y ese conocimiento puede generar una atracción. Un ejemplo notorio de este fenómeno se da en el mundo del espectáculo. Muchos actores y actrices, luego de haber compartido un set de filmación para una película, un programa de televisión o haber subido a escena juntos en un teatro, comienzan un romance. Muchos de estos romances solo duran el tiempo que trabajaron juntos. En la próxima película, novela u obra de teatro, espera un nuevo “amor”.
v La semejanza: compartir momentos también puede generar la oportunidad de encontrar aspectos similares con el otro. Gustos, desarrollo de hobbies o aficiones deportivas, actividades compartidas, manera de pensar, creencias y valores similares pueden favorecer la posibilidad de vincularse.

2.- Enamoramiento

Comúnmente, es la continuación del nivel anterior, ya que suele haber una sintonía entre el varón y la mujer en donde se despierta sensaciones agradables, que invaden los sentidos y obnubilan la conciencia. Estas sensaciones se sienten de una manera tan fuerte, que el cuerpo ‘vibra’ ante la presencia del otro.
Es tal la necesidad de contacto, de caricias y de besos, que se considera ‘un verdadero amor’ cuando en realidad se trata de deseo y placer. Por esta razón, es frecuente que los jóvenes mantengan relaciones sexuales cuando empiezan a experimentar el enamoramiento, confundiéndolo con el AMOR.
En esta etapa se evidencia una idealización del otro, reconociendo las virtudes del otro, pero no necesariamente los defectos. A su vez, se proyecta en el otro lo que uno quiere ver.
“Lo importante de estar ‘enamorado’ es que el otro me haga sentir bien a mí. Muchas veces se exige que el otro haga algo sólo para complacerme y si no renuncia a todo por ‘mí’ es señal de que no está enamorado”. La expresión de este nivel es el “–Te quiero” o “–Te necesito”, ambas describen claramente sus características principales: el egoísmo y la posesión. El otro es ‘para mí’ no ‘yo’ para el otro.
Por esta razón, es tan común en esta etapa que los celos sean tan fuertes y lleguen a convertirse en ‘obsesivos’. Los celos se provocan por la percepción —real o imaginaria— de una amenaza a la relación amorosa. Es que el miedo a la pérdida del otro, lleva a mantener un control excesivo sobre él. La desconfianza aumenta a medida que el control es más estricto, generando un círculo vicioso que puede llegar, incluso, a la obsesión y la agresión. Los celos también pueden generarse por situaciones pasadas que activan esta amenaza.
“Si el otro se va, ¿qué va a pasar conmigo?”  Por lo tanto, me enojo con él por no poder manejar mis propios sentimientos. En este caso, los celos son un síntoma de inseguridad, que lleva a mantener un vínculo de dependencia, que atenta contra la autoestima. “No importa el otro, importa lo que me pasa a ‘mí’”.
El enamoramiento suele ser recíproco, aunque puede no serlo. Se puede estar enamorado de alguien que ni siquiera uno conoce personalmente. El ‘amor a primera vista’ podría ser un ejemplo de este tipo de relación. También, puede suceder que uno este en esta etapa y el otro se encuentre en una etapa inferior, atracción, o en una etapa más profunda, acercándose al amor maduro.

3.- Amor Maduro

Podríamos afirmar que uno ama aquello que conoce y es, en la superación de los niveles anteriores, cuando uno empieza a conocer al otro tal como es. Cuando uno comienza una relación con otra persona se dan dos procesos simultáneos.
Por un lado, uno muestra lo mejor de sí. En los primeros encuentros no se suele exponer las miserias, sino aquello que puede ser agradable al otro, utilizando todos los medios para conquistarlo/a. Por otro lado, como se planteó en el enamoramiento, se idealiza al otro: se lo ve a través de un prisma que impide ver los defectos y uno deposita las virtudes que no necesariamente el otro tiene pero que uno desea que posea.
El tiempo compartido, el diálogo sostenido, las experiencias vividas, permitirán conocer al otro tal como es. Se descubrirán muchas cosas en común, pero también aparecerán las diferencias y será un desafío qué hacer con ellas. Aceptar y tolerar algunas, modificar las que se puedan, pero fundamentalmente mostrarse tal cual uno es, permitirá capitalizar las similitudes y lograr que las diferencias se vivan como una complementariedad.
La comunicación será la clave en este proceso. Mientras que en el enamoramiento lo más importante era ‘tocarse y sentir’, en el amor la clave está en hablar de lo que se siente. En el amor maduro se supera el egoísmo. “Yo no soy el centro del mundo, y es únicamente abandonando mi egocentrismo, cuando alcanzo la capacidad madura de amar, como gesto de apertura y entrega al otro: la madurez humana”1. Ya no es “Te quiero”, sino “Te Amo”. No es posesión, es donación. No es un ‘quiero que estés conmigo’ sino un ‘quiero lo mejor para vos’.
“El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un ‘estar continuado’, no un ‘súbito arranque’. En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir (…) El malentendido más común consiste en suponer que dar significa ‘renunciar’ a algo, privarse de algo, sacrificarse (…) Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad”2.
El amor no consiste en una entrega ciega, sino en una donación. No es dar olvidándome de mí, sino dar desde mí. Soy yo el que me doy y al darme te recibo.
La condición indispensable del amor maduro es la reciprocidad. Si el amor no es mutuo, no madura. La confianza, la sinceridad y el respeto son frutos de la reciprocidad. Ésta implica que el amor que uno entrega no tiene restricciones y supone saber que el otro responde con la misma entrega. Si se comienza a poner condiciones, el amor no madura.
El amor maduro no se da ‘porque sí’: “se construye entre dos personas afines y maduras que se conocen y se aceptan como son. Se afianza con el servicio, con el constante deseo de darse sin condiciones, y crece permitiéndole a ambos independencia, libertad, autonomía”3.
Por lo tanto, para que una pareja alcance el amor maduro, no basta con el amor, es necesario que cada uno aporte a la relación su propia madurez y su  compromiso. Si los miembros de la pareja son inseguros, impulsivos y controladores, esa pareja no alcanzará la madurez a pesar del amor que sientan.
Si cada uno aporta seguridad, confianza, respeto y la pareja se retroalimenta en la comunicación y la ayuda mutua, el logro de la madurez se dará naturalmente. Si la pareja busca la madurez, alcanzará la felicidad.
“Sólo si somos libres, dueños de nuestros actos, podemos decir que sí al bien y podemos entregarnos y recibir la entrega del otro. Y sólo esa entrega mutua nos da la felicidad. Ser persona es ser libre, ser capaz de entrega, y la persona sólo se realiza a sí misma en la entrega”4. Esta entrega no tiene relación con lo sexual, por el contrario, hoy la verdadera prueba de amor no es tener relaciones sexuales sino no tenerlas. El amor maduro se sostiene y crece aún sin mantener relaciones sexuales.
Los jóvenes valoran mucho más el amor maduro de lo que están dispuestos a admitir. He escuchado a más de un joven confesar estar arrepentido de romper una relación amorosa por no aceptar un tiempo de espera para mantener relaciones sexuales. Otros no respetaron a sus parejas o no pudieron mantener la fidelidad y por eso terminaron cortando la relación; al tiempo se dan cuenta de que fueron sus propios errores los que no permitieron sostener la pareja y, en muchos casos, llegan a arrepentirse por haber perdido a una persona valiosa.
Un indicador para distinguir si este amor es maduro o no es descubrir que compartir la vida con otro permite el despliegue de las potencialidades de cada uno. Si, por el contrario, estanca el proceso de maduración no estamos frente al AMOR.
El amor no es ciego, el enamoramiento sí. En el amor maduro se ponen en juego la inteligencia, que permite conocer al otro tal como es, y la voluntad, que se convierte en la decisión de compartir la vida con el otro. El hombre se plenifica en la entrega y en la aceptación de la entrega del otro. El otro ya no es un extraño, es un ‘tú’, de algún modo otro ‘yo’ pero distinto de mí.
“Eso que llamamos amor viene caracterizado por un anhelo vehemente a la fusión con el ser amado. Fusión de almas y corazones, fusión de las personas en su intimidad. Este anhelo no existe en el animal. En cambio en el ser humano es muy fuerte. El que ama quiere ser uno con el amado”5. Pero el amor maduro no queda en el encuentro entre ‘Yo’-‘Tú’; permite construir un ‘Nosotros’. Por lo tanto, los hijos, no sólo son bienvenidos, sino que son frutos de ese amor.
Una cuestión importante, y que pocas veces se dice, es que este amor maduro no implica la anulación de la atracción que uno pueda tener hacia otra persona, distinta de su pareja. La atracción suele ser una tendencia natural, un impulso que suele aparecer con suma intensidad y desaparece fugazmente. Incluso puede llegar al nivel de enamoramiento, que genera un estado de confusión e incertidumbre. Pero si esa persona construyó un amor sólido, cuando es maduro y se apoya en la castidad, puede superar las sensaciones que puede generar un tercero.
El amor maduro supone la expresión ‘amor para toda la vida’, implica una posibilidad de superar al tiempo y las dificultades que se puedan presentar. No se guía por los impulsos o por el momento. El amor maduro implica un auténtico encuentro personal con el otro. Es para ‘siempre’, se actualiza cada día, y está abierto al ‘nosotros’.
No es fácil alcanzar este nivel. Tampoco podemos negar las dificultades que traerán aparejadas mantener la fidelidad, pero, sin duda, el desafío es intentarlo y construirlo. No es espontáneo ni mágico, necesita tiempo y dedicación, pero tampoco es imposible. ¡Depende de dos!

1 LABAKE, JULIO CÉSAR. Introducción a la Psicología. Ed. Bonum. 1994. Pág. 364.
2 FROMM, ERICH. El arte de amar. Paidós. 2002. Pág. 31.
3 SÁNCHEZ, CARLOS CUAUHTÉMOC. Juventud en Éxtasis. Ediciones Selectas Diamante. 1994. Pág. 88.
4 SANTAMARIA GARAI, MIKEL GOTZON. Saber amar con el Cuerpo. Ed. Libros MC. España. 2001. Pág. 62.
5 PITHOD, ABELARDO. El Alma y su cuerpo. Una síntesis psicológica-antropológica. Grupo Editor Latinoamericano. 1994. Pág. 205.

domingo, 17 de junio de 2012

Día del Padre: la figura que remite al amor, la guía y la autoridad bien entendida


En esta fecha, que no surgió con fines comerciales, se pone de relieve la importancia de la presencia masculina como referencia de los hijos. El rol paterno se modificó con el tiempo, no así el lazo amoroso que une a ambas partes. 
DE LA REDACCION. Celebrar el amor a los padres una vez al año es algo común en nuestra cultura, y en esta fecha los hijos aprovechan para obsequiar algo.
Cuenta la historia que el verdadero origen del Día del Padre surgió el 19 de junio de 1909 en Estados Unidos, cuando una mujer llamada Sonora Smart Dodd quiso homenajear a su padre, Henry Jackson Smart, un veterano de la Guerra Civil que se convirtió en viudo cuando su esposa murió en el parto de su sexto hijo. 
En 1966 el presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como Día del Padre.

Guía y sostén
Ser padre ha sido, la mayor realización para un hombre. La figura del papá nos remite, primero al amor, pero también a la guía, al sostén y a la autoridad bien entendida.
El rol del padre ha cambiado con el tiempo, no así el lazo de amor que une al padre con el hijo. El amor es y ha sido siempre el mismo. 
Con diferentes modalidades, ayer u hoy, papá ha sido y es un pilar en nuestra vida.
Por ello, LA OPINION ha decidido darle otro sentido que el comercial a esta fecha de relevancia. En este informe central se tratará de abordar la importancia de la figura paterna, visto desde diversas ópticas, pero con un mensaje en común: la necesidad de que los progenitores estén presentes en el proceso de crecimiento de sus hijos, que sean guías y observen, a veces desde arriba y otras a la par, su caminar, pero por sobre todas las cosas que hagan fluir en sus criaturas el sentimiento de seguridad”.

Roles
Sin embargo, el padre hoy comparte ese espacio más operativo, conservando su presencia referencial en lo que a la formación de valores respecta. 
El Diario consultó a psicólogos de nuestra ciudad que trabajan especialmente la temática adolescente, por considerar que esa fase del hijo es la más compleja de la vida. Germán Debeljuh, reconocido profesional y docente sostuvo que para analizar el rol paterno en principio tendríamos que pensar en los cambios que se fueron dando a nivel cultural con el paso de los años. “Se han generado características diferentes al asumir otras responsabilidades que antes estaban abocadas a la madre netamente. Hoy los hombres nos permitimos y existe una mayor predisposición a la tarea de la crianza de los niños, y esto permite que se produzca el complemento que necesitan tanto hombres como mujeres en la crianza de sus hijos”, aseguró.

Autoridad
Decíamos que autoridad no debe confundirse con autoritarismo, situación que suele plantearse en esta complicada etapa la adolescencia. Dijo Debeljuh al respecto: “Muchas veces se registran situaciones en las que se desfigura esa presencia como autoridad y esto se da porque los padres quieren complacer o compensar a sus hijos, de alguna manera, por el tiempo de ausencia que ellos experimentan debido a la carga horaria que insume lo laboral. Creo que hemos perdido ese rol de padre, hay que volver a retomar la autoridad pero la que esté ligada a los afectos, la que pueda tener una característica diferente y creo que ese es el gran desafío de esta generación que ha salido de una figura más cercana al autoritarismo. El concepto de autoridad está ligado con el acompañar a nuestros hijos, fundamentalmente en la adolescencia, en este camino que es la vida”.
Debeljuh manifestó como necesario entender que el adolescente está en camino pero no hacia la adultez sino hacia la madurez. “En este caminar, los padres deben diferenciar autoritarismo de autoridad. La autoridad tiene que ver precisamente con acompañar a nuestros hijos, marcarles cuál es el camino y ponerles los límites para que ellos puedan sentirse seguros a la hora de avanzar”.

Deformación
Interrogado sobre la tergiversación de la figura de la autoridad, y el camino a la par que hacen los padres con sus hijos, no imponiendo límites y sólo siendo “amigos”, el profesional explicó que la característica fundamental que tiene la sociedad actual es que los hijos adolescentes se encuentran con padres adolescentes, “padres que no han podido asumir las características que tiene la vida adulta, la maduración, el proceso de saber qué quiero y hacia dónde debo ir. A veces se encuentran padres que quieren competir con sus hijos, y consecuentemente, esto hace que pierdan ambas partes. Tanto los hijos como los padres. El hecho de asumir las responsabilidades, la edad que tiene el adulto, el proceso de maduración como tal, generará una sana educación de mayores hacia menores y adolescentes”.
El profesional dijo que muchos adolescentes se encuentran perdidos porque no tienen como modelos a seguir a sus padres, carecen de referencias y sienten muchas veces que son competidores. “Me parece que lo más adecuado es el retomar la figura, el modelo, lograr que nuestros hijos encuentren un camino más firme, en el que no se desequilibren, por el contrario sientan nuestra presencia como progenitores”, sugirió.

Presencia
Observando la realidad y la actuación de los padres como acompañantes de la vida de sus hijos, también a partir de su actividad profesional Debeljuh citó un dato que considera curioso: “A medida que van creciendo los chicos se van alejando de los padres. En la etapa de la niñez se advierte una fuerte presencia de los padres pero a medida que pasa el tiempo, cuando llega la adolescencia, esa presencia se va diluyendo”.
Para evitar esta situación, Debeljuh recomienda tres pautas a seguir:
“Que el padre esté presente, que pueda haber un referente que no sólo se preocupe por el bienestar de los hijos sino que también se preocupe por estar bien con sus hijos, mantenga una buena relación a lo largo de su vida.
“La otra cuestión fundamental en todas las etapas de la vida, no sólo en la adolescencia, tiene que ver con el diálogo que entre padres e hijos debe haber. A veces como padres y como hombres especialmente nos cuesta generar espacios de comunicación con los hijos, y en este sentido hay que saber que esto es clave.
“Y la tercera cuestión importante es la de demostrar el afecto. Los hombres nos caracterizamos por ser bastante cerrados en este sentido. Creemos que saliendo de la cultura machista nos cuesta aceptar y reconocer el afecto que sentimos para con nuestros seres queridos. Es necesario que los padres expresen lo que sienten por sus hijos”.

Diario La Opinión de PERGAMINO
17 de Junio de 2012

miércoles, 6 de junio de 2012

La contrucción del AMOR



Que contraposición tan clara se plantea sobre la necesidad de APRENDER a AMAR, frente a la vivencia de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que cree que el AMOR cuanto más espontáneo más genuino. La construcción del AMOR se podría comparar a la construcción de una casa.
Por más “ganas” que tengamos en construir tenemos que tomarnos un tiempo para planificar que queremos hacer, con qué recursos contamos y cuáles son las características que tendrá. Es más, no podemos pensar en esta casa, más aún si la pensamos como un hogar, deteniéndonos en este presente, la planificación está abierta a los cambios que se puedan producir en el futuro. Tal vez, no hagamos más que una habitación pero tenemos que dejar proyectada la posibilidad de construir nuevas habitaciones en el futuro.
En la pareja, esta etapa de planificación sería el noviazgo. Precisamente, el noviazgo es la etapa de verificación de la posibilidad real de vivir en unión con la persona de la que uno se ha enamorado. Proyectar como compartir la vida y está abierta a la posibilidad de incluir a futuros hijos en esta planificación.
En esta etapa y, más aún, en la construcción de un matrimonio, será necesario construir cimientos sólidos y con materiales nobles. Sin cimientos la construcción caerá rápidamente frente a los primeros conflictos e inclemencias que aparezcan. Con los cimientos sólidos, las tormentas solo dejarán daños menores y serán oportunidades de superarse. Supone, tiempo y esfuerzo durante la construcción para luego disfrutar de sus comodidades.
Dentro de esta analogía posible, precisamente como ha cambiado la construcción de casas, ha cambiado la construcción de las parejas. Antes la construcción implicaba todos estos elementos, pero hoy, por el contrario, la construcción de una vivienda es rápida, fácil, sin esfuerzo. No necesariamente perdura en el tiempo y frente a determinadas situaciones difíciles termina destruyéndose.
En muchos casos, las parejas se sorprenden a sí misma transformada en una familia, con la aparición de hijos, en las cuales no hay vínculos significativos, sino simples relaciones circunstanciales. La conformación de esta pareja no ha tenido un proceso previo de consolidación de los cimientos en donde se apoye la nueva familia.
El vínculo que establecen un hombre y una mujer en la construcción del AMOR sólido no se compara a ningún otro. Tiene que ser una elección libre, un acto de entrega total y una aceptación del otro. Eric From plantea: “El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un ‘estar continuado’, no un ‘súbito arranque’”. Por lo tanto, el amor no consiste en una entrega ciega, inmediata y sin planificación.
Por el contrario, en esta planificación, la condición indispensable del amor maduro es la reciprocidad. Si el amor no es mutuo, no madura. La confianza, la sinceridad y el respeto son frutos de la reciprocidad. Ésta implica que el amor que uno entrega no tiene restricciones y supone saber que el otro responde con la misma entrega. Si se comienza a poner condiciones, el amor no madura. Por lo tanto, es necesario construir un AMOR sólido, y para ello es necesario tiempo y esfuerzo.
Si queremos reconstruir nuestra sociedad, no habrá tarea más fructífera que la de trabajar en alentar a nuestros jóvenes para que construyan matrimonios sólidos, con posibilidades concretas de construir una comunión entre ellos, que permita alcanzar una comunidad con la llegada de los hijos. Construir MATRIMONIOS sólidos, será la mejor manera de construir una SOCIEDAD más sólida.

domingo, 22 de abril de 2012

LOS SÍNTOMAS DEL ENAMORAMIENTO


Estar enamorado es uno de los momentos más deseados por las personas. A pesar de lo que muchos creen, éste es sólo el comienzo de una relación profunda que puede durar mucho más tiempo.

¡Qué sensación mágica se produce cuando dos personas se enamoran! Ante la presencia del amado, se disparan diversos síntomas fisiológicos: taquicardia, sudoración, palpitaciones, sensación de ahogo, y “un no sé que” –o las famosas mariposas- en el estómago.
Profesionales del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) observan que hay personas que sufren el enamoramiento porque padecen trastornos de ansiedad y las sensaciones corporales en ambos casos son similares.
La Lic. Gabriela Martínez Castro asegura que aunque tienen el mismo origen fisiológico, es sencillo diferenciarlas: “los trastornos por ansiedad incapacitan la vida de quien los padece, en cambio el amor la enriquece”.  Además, en el enamoramiento la causa de la ansiedad es muy positiva, mientras que en un trastorno, la causa es el temor.
Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el “corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo. La producción de ciertas hormonas y neurotransmisores da origen a todas las sensaciones corporales que los enamorados describen como pruebas fehacientes de que están en presencia del amor. Además, el humor y el ánimo son óptimos, aumenta la creatividad y la motivación por el cuidado personal.
Toda esta revolución que se produce en el enamorado, lo lleva a idealizar al otro y proyectar en él lo que quiere ver. Suele sobrevalorar las virtudes y minimizar los defectos.
Al ser tan fuertes estas sensaciones, más aún si se trata de adolescentes, es fácil confundir el enamoramiento con el amor. El primero, no necesariamente es recíproco. El amor, necesariamente lo es. El enamoramiento es inmediato. El amor necesita tiempo. En el primero las emociones son más intensas e inestables. En el amor son más profundas y permanentes. En el enamoramiento hay posesión. En el verdadero amor, entrega. 
El enamoramiento suele ser la primera etapa en una relación de pareja, puede diluirse al cabo de un tiempo o dar lugar a una relación más honda. Por lo tanto, si nos encontramos con estos “síntomas”, a no asustarse y, más importante aún, a no confundirse. Todas estas sensaciones no son eternas, por eso conviene disfrutarlas y que ayuden a conocer al otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos, a dejar caer las idealizaciones, y permitirse un encuentro más profundo para seguir creciendo, como personas y como pareja, hacia el verdadero amor.

Nota Publicada en la Revista Sembrar Valores N° 48

domingo, 25 de marzo de 2012

Relación: Sociedad - Familia - Matrimonio

La adecuada concepción del matrimonio y de la familia, sigue constituyendo  el centro de interés de toda comunidad humana, y su logro es una de las principales preocupaciones del ser humano. De cómo se entienda la familia como institución depende las generaciones actuales y futuras.
Es evidente que la Familia es la célula de la Sociedad, pero, podríamos decir que el Matrimonio es la célula de la Familia”. Por lo tanto, es necesaria la constitución de matrimonios que puedan brindar una formación sólida en valores a cada uno de sus hijos.
Es esperable que la familia posibilite, en su propio desarrollo como sistema familiar, la formación de la identidad de sus miembros. Dentro de la familia, la persona tendrá que desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible.[1]
Esto se logra si está claro y discriminado, quién es quién, y qué lugar, roles y funciones ocupa cada uno. Los padres deben asumir sus funciones de adultos, para que los niños puedan ser niños.[2] Si se logra una formación íntegra de la persona estamos garantizando la posibilidad de contar con buenos ciudadanos que formen la sociedad en que vivimos.
El objetivo fundamental del matrimonio es la defensa de la vida humana, y no solo para sí sino para brindar a la sociedad sus hijos. Desde el mismo momento de la concepción, los padres saben que están generando un nuevo ciudadano. Desde el simple hecho de tener que asentarlo en el Registro Civil, saben que ese hijo no solo le pertenece a ellos, sino que, a su vez, es integrante de una sociedad.
Por lo tanto, es necesario promueve el desarrollo y la educación de sus miembros para que se integren en la sociedad y que la familia trasmita una identidad nacional y cultural. De no lograrlo, lanzaremos a la sociedad persona individualistas, mediocres o frustradas, que no aportaran nada a la sociedad sino que por el contrario esperaran que la sociedad “haga algo por ellos”. No se sentirán parte sino espectadores.
En estos tiempos en donde vemos aspectos de la sociedad que no nos agrada, tal vez, debamos pensar que la posibilidad de cambio radica en lo que podemos hacer dentro de nuestra familia. Cultivemos dentro de nuestro hogar: la comunicación y el diálogo, la tolerancia y la paciencia, la aceptación y la solidaridad. Pensemos como podemos aplicar estas “palabras” dentro de nuestra familia, así haremos nuestro aporte en la transformación de la sociedad en que estamos inmersos y lograremos buenos ciudadanos.


[1] JUAN PABLO II. Centesimus annus. 39. 1991
[2] Marta Vigo. “Psiología Preventiva y de la Salud”. Ed. Fundación Argentina de Logoterapia.

miércoles, 15 de febrero de 2012

¡Pobre San Valentín!

Día de la Madre, Día del Padre, Día del Niño, Día del Amigo, etc. Sabemos que todas estas fechas tienen un fin comercial pero también nos permiten saludar de un modo particular a quienes queremos de una manera especial. A su vez, son fuente de inspiración para expresiones artísticas -poesías, canciones, pinturas, esculturas- que hacen alusión a ese día. 
Más allá de todo, también nos invita a detenernos un instante y reflexionar sobre lo que significan estas fechas para cada uno de nosotros. Ayer nos toco el turno de San Valentín, pero ¿de dónde surge la celebración de San Valentín? Son varias las historias que se cuentan pero la más firme es la que relata la vida de un sacerdote cristiano del Siglo III, llamado precisamente Valentín.
Es en la época de los romanos, cuando se había prohibido el matrimonio a los soldados -ya que se creía que los hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres casados-, donde este sacerdote decidió hacer caso omiso a esta ley, unir en matrimonio a todas las parejas que se acercaba a él; a escondidas de los romanos. Por esta razón, fue perseguido, condenado a muerte y ejecutado un 14 de febrero. Siglos más tarde la Iglesia Católica canonizó a San Valentín como patrono de los enamorados.
¿Qué pasaría si hoy estaría San Valentín entre nosotros? ¿Cuántos lo irían a buscar para unirse en matrimonio? ¿Qué reacción tendría él al ver el sentido que hoy la conmemoración de su muerte? ¡Pobre San Valentín!
El mundo en el que vivimos se encarga de simplificarnos la cuestión: nos propone vivir de una manera fácil, nos propone un “Amor Líquido” —diría Zygmunt Bauman— sin base firme. Son caprichosas las generalidades y no todos lo viven así, pero hay una tendencia muy marcada de vivir el Día de los Enamorados, como una oportunidad de decir lo que sentís, de dejarte llevar por lo que “cúpido” te hace sentir, y dar rienda suelta a tus impulsos.
Entonces, si el Amor dura mientras te hace sentir sensaciones de éxtasis, va a durar poco. Disculpen que rompa el encanto de que en el Amor todo es lindo y gratificante. El Amor supone el esfuerzo, el entregarse mutuamente, el superar juntos los obstáculos que se puedan presentar, supone compromiso, respeto y, sobre todo, afecto. Un “Amor sólido”, capaz de soportar las tormentas que se puedan presentar, capaz de enfrentar a aquellos que están en contra del matrimonio, y este dispuesto a prometerse amor para toda la vida.
Necesitamos más de estos “enamorados”. ¡Basta de los que sólo compran una caja de bombones o dicen palabras románticas para seducir a su presa de turno! ¡Basta de los que sólo invocan al amor para tener una noche de pasión!
Necesitamos más “enamorados” capaces de construir un amor que sea entrega y no posesión. Necesitamos más “enamorados” que construyan un amor sólido y maduro. Necesitamos “enamorados” capaces de salir en la búsqueda de San Valentín y pedirle que los una en matrimonio “hasta que la muerte los separe”. 

jueves, 26 de enero de 2012

EL MATRIMONIO: UNA MESA DE CUATRO PATAS

Cuando hablamos de una pareja que se une en busca de la conformación de una familia, es preciso plantear algunos elementos necesarios para la construcción de un matrimonio sólido y maduro, capaz de ser sostén de la familia a conformar.
Para el siguiente planteo, pensemos en una mesa, no cualquier mesa, sino la mesa del comedor o de la cocina la cual permite que todos los miembros de la familia se reúnan entorno a ella, en distintos momentos, en distintas circunstancias.
Es necesario plantear que para la conformación de esta pareja el elemento indispensable es el Amor. Sin el Amor entre los cónyuges es imposible constituir un matrimonio maduro. Por lo tanto, en la analogía que proponemos, el Amor esta representado por la tabla con la que vamos a construir la mesa. Es imprescindible la tabla, sin ella no habría mesa. Pero no es el único elemento. Es necesario colocar esta tabla sobre cuatro patas para que pueda construirse la mesa.
Las cuatro patas que debemos colocar son las siguientes:
                                                                                          -Comunicación
                                                                                          -Sinceridad
                                                                                          -Confianza
                                                                                          -Respeto.
 Al igual que en la mesa, estos cuatro pilares del matrimonio, se construyen manteniendo una misma altura. Si una pata es más larga que las otras, la mesa, no cumplirá su función. Si una es más corta, no tendrá la estabilidad suficiente como para apoyar algo sobre ella. Analicemos las cuatro patas.
Muchos afirman, y con razón, que la Comunicación es sumamente importante en la pareja y dentro de la familia. Sabemos de la importancia de este diálogo. Cuando no hay comunicación no hay posibilidad de llegar a un acuerdo, ni tomar decisiones en conjunto. Es más, no hay posibilidad de compartir la vida con el otro y crecer como matrimonio.
Pero, es necesario remarcar, que no es un simple diálogo, se debe apoyar en la Sinceridad, esto es, ser franco frente al otro de lo que siento, pienso y hago. De nada sirve la comunicación sino partimos de la base, de que soy plenamente sincero en ese diálogo que establezco con el otro. La información guardada o modificada con el ánimo de manipular al otro, tarde o temprano termina apareciendo y destruyendo, o por lo menos desestabilizando, a esta mesa. Si no hablo con sinceridad, en muchos casos, es más destructivo que no hablar.
Por el otro lado, es necesario tener Confianza. De nada me sirve hablar con el otro sino confío en él. Es necesario depositar un grado de confianza que me permita sentir seguridad frente a lo que el otro me plantea. Tal vez, esta pata es la más castiga frente a situaciones de celos constantes, o bien, es la que se destruye frente a la infidelidad. 
Si todo esto no se da en un marco de Respeto, a la mesa le faltaría una pata y ya no serviría. Y es tan así, que en situaciones cotidianas donde la falta de respeto se hace presente, la comunicación se dificulta. En cuanto uno de los dos comienza a gritar o insultar ya no hay comunicación en esa pareja. Más aún, la falta de respeto se puede manifestar en golpes y agresiones físicas, en la “utilización del otro como objeto”, en el sometimiento a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad,  en la humillación frente a los hijos o terceros, en la infidelidad, etc.
En la analogía de la mesa, queda claro que existe una relación directa entre estos cuatro conceptos, y que ante situaciones en donde se atenta contra una de estas patas las otras cuatro se resienten. Lo que le afecta a una, afecta a todas.
A modo de ejemplo: Si pensamos en la infidelidad para aplicar esta idea, sabemos que es una falta de Respeto grave frente al otro cónyuge, que no ha sido Sincero y que la Confianza del otro estará fuertemente afectada por esta revelación. Podemos pensar que la Comunicación de esta pareja ha estado afectada. Quedará en la decisión de ambos y en la fortaleza de la tabla (EL AMOR) la posibilidad de reconstruir esta mesa, esta pareja.
Ante situaciones de crisis o conflicto, se tendrá que revisar las cuatro patas, desde la Comunicación, con Sinceridad y Confianza, con el Respeto que todos nos merecemos.
Por lo tanto, es claro que el AMOR es indispensable en la construcción de la pareja, pero es necesario colocarlo sobre estas cuatro patas desde el primer momento en que decide consolidarse en el matrimonio y constituir una familia.