miércoles, 15 de abril de 2020

El hábito no hace al monje…pero el “hábito” hace al beato.

Perdonen mi atrevimiento, pero voy a completar este dicho popular. Seguramente habrán escuchado este refrán “El hábito no hace al monje” que se viene escuchando desde Siglo XVI hasta nuestros días. Tengo que confesarles que durante mucho tiempo no tenía claro el alcance de esta expresión. Y para aclararlo es que quiero compartir con ustedes estas reflexiones que nos permitirán pensar un poco más allá.
Muchas veces este refrán puede generar confusión porque la palabra “hábito” tiene dos principales acepciones:
1. Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes.
2. Vestido o traje que cada persona usa según su estado, ministerio o nación, y   especialmente el que usan los religiosos y religiosas.
En relación con el refrán, está claro que hace referencia al segundo significado. No es el “hábito” -la vestimenta- la que hace de una persona un monje, sino el cumplimiento de sus votos y sus actos lo que lo definen como tal. De ahí, que lo podemos aplicar a nuestra vida. No dejarnos guiar por las apariencias, por la primera impresión, o por lo que vemos exteriormente, sino ir hacia lo interno, lo profundo, lo que está detrás del “disfraz”.
También sería interesante pensarlo en función de distintos “hábitos” que nos podemos poner a nosotros mismos y esto no nos convierte automáticamente en mejores personas. Un título universitario, un nuevo cargo, un puesto de liderazgo en el trabajo, son “hábitos” que podemos adquirir pero que después tendremos que demostrar si podemos hacer un buen uso de ese rol y brindar lo mejor de nosotros mismos. Puede ser que nuestro comportamiento no rinda honor a nuestro nuevo “atuendo”.
Ahora bien, permítanme completar el refrán jugando con las palabras. “El hábito hace al beato”. Aquí, retomo la duda que he tenido durante muchos años. El “hábito” ¿hace o no hace al monje? Es que muchas veces pensaba, en la primera definición de “hábito” puesto que la vida monástica tiene un modo particular de ser vivida, con muchos “hábitos” o costumbres, que los monjes asumen con convicción y compromiso.
Este otro significado de la palabra “hábito”, nos permite pensar qué conductas estamos repitiendo, puesto que no nacemos con “hábitos”. Estos comportamientos son aprendidos a partir de la repetición. Pero no todos los “hábitos” son buenos. En la “Ética a Nicómaco”, Aristóteles define los hábitos como aquello en virtud de lo cual nos comportamos bien o mal respecto de las pasiones.
Desde un punto de vista psicológico, los “hábitos”, sean positivos o nocivos, se crean porque el cerebro siempre busca la forma de economizar esfuerzo, intenta generar una rutina para ahorrar tiempo y energía. Es un elemento básico del aprendizaje humano.
Y cuando me refiero a “beato”, no lo hago en relación con una cuestión religiosa o teológica, sino siguiendo la línea del “monje” y haciendo alusión a su significado etimológico. La palabra “beato” viene del latín “beatus” que significa colmado de bienes y “beare” enriquecer, hacer feliz. Al hacer referencia a una persona “beata”, estamos definiendo a una persona “feliz”.  La felicidad no puede estar alejada de las virtudes, y las virtudes son los valores hechos vida. Una virtud es un “hábito” operativo bueno que perfecciona al ser humano. Por lo tanto, los “hábitos” nos pueden conducir a la felicidad.
Es sabido que los hábitos pueden ser buenos o malos. Los hábitos buenos son precisamente las virtudes y los hábitos malos son los vicios. Las virtudes nos pueden ayudar a mejorar aspectos de nuestra vida y los vicios pueden ser nocivos para nuestra salud física o psicológica.
Sócrates lo sintetizaba diciendo: “Lo que hay que hacer para ser feliz es practicar las virtudes y hacerse así virtuoso; esta es la mejor sabiduría”. Más tarde, Aristóteles afirmaba que la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud. El hombre feliz vive bien y obra bien. En “Ética a Nicómano”, planteaba que la virtud humana no es una facultad, sino un hábito: surge como consecuencia de la práctica y el aprendizaje.
Por lo tanto, es un buen momento para distinguir nuestros “hábitos” aquellos que nos hacen bien -una virtud- de aquellos que nos hacen mal -un vicio. Muchas veces es más difícil cambiar un hábito negativo, que generar un nuevo hábito positivo. Pensemos, entonces: ¿Qué estamos haciendo y qué podemos hacer para ser felices?
Tal Ben-Shahar, Doctor en Psicología, profesor en Harvard de la asignatura de la Ciencia de la Felicidad, nos plantea “hábitos” buenos que nos permitan aprender a ser feliz:
1.-Mantener las relaciones íntimas y sólidas, no perfectas sino sanas. Con acuerdos y desacuerdos. Relaciones de pareja, familia, amigos.
2.-Simplificar la vida, dedicar tiempo para detenernos a meditar, rezar, hacer silencio interior, leer, hacer una sola tarea a la vez y disfrutarla plenamente.
3.-El ejercicio físico. Todos sabemos que nos hace bien para nuestra salud física, pero tenemos que descubrir que hacer actividad física nos acerca a la felicidad.
4.-Expresar la gratitud y aprecia lo que se tiene. Si elegimos ser agradecidos nuestra vida seguramente va a ir por un camino más positivo. Nos fortalecemos al ser agradecido. 
5.-Darnos permiso para ser humanos. Aprender de los errores. Dejar que las emociones dolorosas fluyan a través de nosotros.
6.-Buscar actividades que nos proporcione significado para nuestra vida y que nos genere placer, eso puede contribuir a generar la felicidad del día y, con el paso de los días, a una vida más feliz.
La invitación está hecha: a revisar nuestros “hábitos”, sostener aquellos que nos hacen mejores e incorporar los que queremos para nuestra vida. Siempre hay tiempo para cambiar. Aristóteles nos dice: “La felicidad depende de nosotros mismos” y de los “hábitos” que nos perfeccionen, nos hagan “beatos”, nos hagan felices. ¡El “hábito” no hace al monje, pero el “hábito” nos puede hacer felices!

jueves, 21 de diciembre de 2017

El amor es de vidrio

Seguramente muchas veces hemos escuchado la frase: ‘es tan fácil como soplar y hacer botella’. ¿Será tan fácil? En otras oportunidades, hemos escuchado: ‘porque el amor es más fuerte’. ¿Será tan así? La propuesta es comparar el amor y el vidrio. ¿Serán tan distintos?
Comencemos con el proceso de elaboración del vidrio. Este proceso consiste en fundir una mezcla de arena de sílice, carbonato de sodio y caliza, entre otros componentes. Luego de ser sometidas a temperaturas próximas a los 1500° centígrados, se logra unir la arena con el resto de los componentes, tomando una consistencia líquida. Luego se va enfriando para lograr solidificarse y va tomando la forma de los diferentes moldes que se utilizan.
Ahora, hablemos del amor. AMOR, con mayúscula, ese amor maduro y sano que todos buscan y que algunos encuentran. Continuando con la comparación propuesta, el amor comienza con la unión de distintos componentes sin demasiadas consistencias. Cada uno aporta algo y se van mezclando. Con la pasión -que provoca altas temperaturas- se transforma en un ‘amor líquido’. Tomando el concepto de Zygmunt Bauman, nos referimos a la fragilidad de los vínculos que es muy común en las relaciones personales actuales. Pero luego de esos primeros momentos (días, meses, años) el amor está llamado a solificarse y tomar la forma del molde que hayamos propuesto.
Una vez que se solidificó el amor, como la botella, sin duda que será capaz de contener aquello que pongamos adentro, pero debemos seguir cuidando que no se rompa. Puede soportar ciertas situaciones, pero no es tan fuerte como parece. Puede resistir mucha presión, pero se puede quebrar fácilmente.
Una vez que se rompe, su reparación será casi imposible. Salvo que se esté dispuesto a destruir lo que queda y volver a entrar nuevamente al horno con más de 1500° grados centígrados (lugar que no es grato volver), como cuando se recicla una botella de vidrio. Proceso necesario para hacer algo nuevo y no emparchar algo roto.
Sin dudas que el amor ‘no es soplar y hacer botella’, como tampoco el origen de esa frase está referida a un proceso simple ni fácil. La frase proviene de la isla de Murano, en Venecia, lugar que se caracteriza por los artesanos del cristal que realizan maravillosas piezas. La historia de la famosa frase se remonta al siglo XIX, cuando los artesanos pedían que se los respete como artistas y luchaban para que su tarea sea bien remunerada. Luego de una huelga, propusieron juntarse en la pequeña isla italiana y pidieron que funcionarios de Murano realicen las piezas en cristal siguiendo los mismos pasos que los artesanos. Frente a las miradas de todo el pueblo descubrieron que los resultados fueron totalmente diferentes. Mientras que los artesanos realizaban pequeñas obras de arte, los funcionarios no podían darle forma y terminaban desistiendo.

No es nada fácil ‘soplar y hacer botella’, requiere de paciencia, habilidad y destreza para poder lograrlo. No todos lo logran. Lo mismo ocurre con el amor, parece tan fácil como ‘soplar y hacer botella’ y termina siendo tan difícil como ‘soplar y hacer botella’. Ahora cuando se logra es, sin duda, una obra de arte digna de ser cuidada y protegida. 

viernes, 27 de octubre de 2017

Lo que no mata…fortalece

Los que peinamos algunas canas hemos escuchado muchas veces esta frase de parte de los mayores. Tal vez, en nuestra niñez, no llegábamos a entender a que se refería este dicho de la sabiduría popular. Con las experiencias que la vida nos hizo vivir, nos dimos cuenta de su verdad.
Cuantos hechos de nuestra historia,
que nos hicieron sufrir,
que nos llevaron a situaciones de dolor,
que nos llevaron a decir ‘basta’ pero tuvimos que seguir soportando, llegando a límites impensados,
luego de tanto sufrimiento,
a la vuelta de tanto dolor,
nos dimos cuenta que nos dejaron un aprendizaje,
nos mostraron nuestra capacidad de resistencia
 y, más aún, de cara al futuro, nos fortalecieron.
Hace algunos años, la psicología tomó un concepto de la física para explicar lo mismo con otras palabras. La ‘resiliencia’, dentro de la física, hace referencia a la capacidad que algunos materiales tiene de recuperarse de una deformación, producto de un esfuerzo externo.
El concepto fue introducido, en el ámbito de la psicología, en el año 1970 por Michael Rutter para plantear la flexibilidad adaptativa que presenta la sociedad. Pero fue Boris Cyrulnik quien utilizó el concepto ‘resiliencia’ al observar a los sobrevivientes a los campos de concentración y otras situaciones similares. De esta manera pudo categorizar a las personas entre aquellas no-resilientes y las pro-resilientes, existiendo una gradación intermedia.
¿Qué es, entonces, la ‘resiliencia’? Es la capacidad de sobreponernos a la adversidad, pudiendo recuperar o alcanzar un estado de bienestar, salud, prosperidad y felicidad, luego de haber vivido situaciones muy estresantes o traumáticas.
Al terminar de leer el artículo, seguramente, olvidaremos los nombres de quienes comenzaron a utilizar este concepto. Algunos habrán escuchado, alguna vez, esta palabra; otros la leyeron por primera vez; a más de uno le costará pronunciarla correctamente. Pero, no cabe duda, que la ‘resiliencia’ es, ni más ni menos, la enseñanza que se desprende del dicho popular: ‘lo que no mata…fortalece’.
Ojalá la vida no nos sorprenda con situaciones difíciles, complejas o traumáticas, que pongan en juego nuestra ‘resiliencia’, pero si aparecen (y no nos mata) podamos rescatar lo positivo, un aprendizaje de la experiencia vivida, que nos permita fortalecernos. Si nos quedamos centrados en lo negativo, o en la ilusión de que aquello que sucedió no haya sucedido, el dolor y la tristeza no nos permitirán seguir viviendo. 

Por lo tanto, en ese momento, no desesperes y recuerda: ‘Lo que no mata…fortalece”. 

domingo, 7 de agosto de 2016

Hipócrita Sociedad

Pokemon Go llegó a la Argentina. Y con ello nos dimos cuenta que cientos, miles y millones de jóvenes salieron al mundo a buscar unos "bichos" virtuales en un mundo real. Y como adultos, criticamos a esos jóvenes que andan como "zombies" por la calle. Inmersos en una sociedad de consumo, nos preocupa que le roben los costosos celulares que usan para jugar. Y nuestros miedos e inseguridades, nos llevan a advertirles que le pueden pasar cosas terribles, desde accidentes hasta violaciones.
Ahora, si nos detenemos a pensar un minuto. ¿Ustedes creen que recién hoy, millones de jóvenes comenzaron a pasar muchas horas jugando video juegos? Los jóvenes lo vienen haciendo hace mucho tiempo. Pero claro, estaban encerrados en su mundo. No molestaban a nadie. Encerrados en un mundo virtual, lejos del mundo real. No nos preocupaba demasiado. Al contrario, aprendieron la lección que le dimos durante años. ¿Cuántas veces le ofrecimos las "pantallas" como "chupetes digitales"?
Ahora, salta a la vista la cantidad de jóvenes que prefieren la realidad virtual antes que la realidad "real". Nos molesta verlos caminar por todos lados, meterse en cualquier lugar. Antes estaban controlados. No molestaban. Ahora sí.
Hipócrita Sociedad. No será esta una oportunidad para pensar porque los jóvenes prefieren la realidad virtual a la real. No será esta una oportunidad para pensar que sociedad le estamos ofreciendo a nuestros jóvenes. No será esta una oportunidad para pensar que los adultos no hemos construido una realidad atractiva a los jóvenes.
Los jóvenes nos interpelan, y lo hacen a través de un juego. ¿Podrían hacerlo de otra manera? Seguramente. Pero es el medio que conocen y aprendieron.
Ojalá, que un "juego" nos sirva para pensar qué sociedad estamos construyendo. Qué futuro le estamos ofreciendo a nuestros jóvenes. Por qué si ellos están "perdidos"...¿no será que nosotros también?

miércoles, 20 de julio de 2016

"UN PADRE QUE DA CONSEJOS, MÁS QUE PADRE ES UN AMIGO"

Siempre sabio, Martín Fierro. Aunque, seguramente, José Hernández no quería equiparar la figura del PADRE con la de un AMIGO sino señalar la necesidad de acompañar a los hijos desde un lugar de cercanía, aconsejando desde la experiencia, ofreciendo la sabiduría que brindan los años sin dejar de ser un PADRE.
Claro que los tiempos han cambiado y muchos creen hoy que deben ser  más AMIGOS que PADRES. Se confunden los roles y terminan relegando así su lugar de autoridad, porque no acompañan adecuadamente a sus hijos. Es que, cuando hablamos de amistad dentro de la familia, no podemos perder de vista que estamos ante una realidad diferente a la que se da fuera de la familia.
La amistad, por su misma esencia, es una relación simétrica en donde compartimos angustias y alegrías, la comunicación es franca y sincera y el acompañamiento y la ayuda son mutuos. Sin embargo, dentro de la dinámica familiar, la amistad es diferente. Si atendemos a la relación de los padres con los hijos, la amistad conserva parte de su riqueza aunque pierde la simetría. Porque no están en el mismo plano. Así, seguir el consejo de Martín Fierro es, desde esta perspectiva, abrirse a la posibilidad de estar cerca de nuestros hijos, acompañarlos desde nuestro lugar de padres, brindarles nuestro consejo y compartir con ellos las alegrías que la vida nos tiene preparadas, fomentando la comunicación permanentemente y brindando toda nuestra ayuda en los momentos difíciles.
Y por si quedan dudas… Un padre que da consejos no deja de ser padre, es un PADRE AMIGO.

miércoles, 29 de junio de 2016

¿Padre de Adolescente o Padre Adolescente?

Existe una tergiversación de la figura de la autoridad, en muchos padres de hijos adolescentes. Un intento de los padres de estar a la “par” de sus hijos, no imponiendo límites y sólo siendo “amigos”. Un intento siempre fallido porque no pueden estar a la “par”, en el mismo nivel. Puesto que la paternidad es una relación asimétrica.
En la sociedad actual observamos hijos adolescentes que se encuentran con padres “adolescentes”, padres que no han podido asumir las características que tiene la vida adulta, la maduración, el proceso de saber qué quiero y hacia dónde debo ir. Adultos que están atravesando una crisis vital propia que, en muchos casos, les impide encontrarse consigo mismo y aceptar el paso de los años. Adultos que están en búsqueda del elixir de la eterna juventud, sin éxito de encontrarlo. A estos adultos nos referimos como PADRE ADOLESCENTE.
En este contexto, muchos adolescentes se encuentran perdidos porque no tienen como modelos a seguir, carecen de referentes. Sus padres no transmiten la vida adulta como una meta a la cual llegar. Por lo tanto, no quieren crecer…quieren mantenerse en la juventud que tienen, no sólo creyendo que va a ser eterna, sino sostenida por los padres.
No es fácil, ser padre de un adolescente. Pero mucho más difícil es ser PADRE ADOLESCENTE. En ese planteo pierden los dos. Los padres por no asumir su rol y quedar enredado en su propia crisis de la edad media. Los hijos porque no saben a dónde ir e incluso se encuentra compitiendo con sus propios padres para ver quién es “más joven”.
Ser PADRE DE UN ADOLESCENTE es superar las propias crisis, conocer claramente quien soy y a dónde quiero ir y mostrar a nuestros hijos ese camino de maduración personal. Camino que no se agota en la adolescencia sino que uno va atravesando a lo largo de la vida.
Ser PADRE ADOLESCENTE… es más fácil pero puede resultar perjudicial para todos. SER PADRE DE UN ADOLESCENTE… es más difícil pero es, sin duda, un desafío que nos ayuda a todos a desarrollar plenamente todas nuestras potencialidades…como HIJOS y como PADRES.

miércoles, 13 de abril de 2016

PROBLEMÁTICAS ACTUALES: ADICCIONES

1.-ETIMOLOGÍA DE LA PALABRA "ADICCIÓN"

     La palabra “adicto” proviene del latín “addictus”, vocablo con el que se referían al deudor que, por falta de pago, terminaba siendo adjudicado o entregado como esclavo a su acreedor. Conozcamos la historia de este vocablo.
     En la Antigua Roma existía una gran diferencia social y económica entre las clases privilegiadas y los plebeyos, y fue justamente por estas desigualdades sociales que surgió el vocablo “adicto”. Los plebeyos, empobrecidos a causa de las guerras, contraían deudas que difícilmente lograban pagar y como la ley no establecía un límite a la tasa de interés, la situación se convertía en un verdadero abuso por parte de los prestamistas. Lo que sí estaba establecido por ley eran las consecuencias que sufriría el deudor si no cumplía con el vencimiento de su deuda. Dicha ley ordenaba que si el deudor no pagaba a tiempo sería adjudicado (addictus) a su acreedor y reducido a servidumbre, perdiendo su libertad. Aquí es donde la ley utiliza el término addictus para referirse, justamente, al deudor que, por incumplimiento, era entregado como esclavo a su acreedor.
     Desde el análisis morfológico, la palabra adicción se puede descomponer en el prefijo “a”, que significa “sin”, y “dicción”, que significa “expresión”. La adicción se podría interpretar como la incapacidad de expresar los sentimientos. Por lo tanto, la adicción haría referencia al ser esclavo de alguien o de algo, e implicaría la imposibilidad de exteriorizar los sentimientos por la dependencia que se establece. Sin bien, en el desarrollo de este capítulo haremos hincapié en la drogadependencia, es importante que tengamos en cuenta que se puede ser adicto a distintas sustancias o actividades que nos privan de nuestra libertad.

2.- CONCEPTOS BÁSICOS EN ADICCIONES

a. Dependencia: Necesidad que tiene una persona de consumir una sustancia química o hacer una determinada actividad que se produce tras un período de uso continuado de la misma. La persona adicta que es privada del consumo o actividad siente un malestar que se manifiesta en diferentes síntomas físicos y psicológicos (síndrome de abstinencia).
     El carácter de la dependencia difiere según el tipo de adicción, como también de las características físicas y de personalidad del individuo. Aunque la mente y el cuerpo están relacionados y se influyen mutuamente, pueden distinguirse dos tipos de dependencia: la física y la psicológica.
• La dependencia física es la que se crea en el organismo de una persona debido a la adicción, de manera que necesita dicha sustancia o actividad para funcionar con normalidad.
• La dependencia psicológica se desarrolla cuando una persona siente la necesidad de consumir una sustancia o realizar una determinada actividad debido a alteraciones que se producen por un “sistema de recompensas” neurológico que le ha proporcionado su administración reiterada.

b. Tolerancia: No todas las adicciones presentan tolerancia. Se entiende por tolerancia, la necesidad de ir aumentando progresivamente la dosis con el fin de alcanzar los efectos iniciales. Es otra manifestación de la capacidad de adaptación del organismo a la presencia continuada de una sustancia ajena.
     La tolerancia es un factor que puede predisponer al abuso ya que cuanta menor eficacia tenga el consumo de una determinada sustancia, mayor será la propensión de quien la toma a aumentar las cantidades consumidas.

c. Síndrome de abstinencia: Cuando una persona consume habitualmente una sustancia o realiza una determinada actividad, hasta el punto de ser dependiente de ella, al interrumpir o disminuir su consumo aparece un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que configuran el síndrome de abstinencia.
     Cada adicción da lugar a un síndrome de abstinencia concreto, con signos característicos y diferente gravedad. Las manifestaciones del síndrome se desactivan temporalmente cuando se administra una nueva dosis de la sustancia o actividad.

d. Manifestaciones físicas y psicológicas: Existen manifestaciones generales que se repiten en la mayoría de los casos. Consisten en trastornos digestivos y respiratorios, vómitos, vértigos y mareos. Cuando el síndrome se prolonga, aparece fiebre, nerviosismo, ansiedad e incluso tendencias agresivas; en los casos extremos se puede llegar al estado de coma.
     Con el alcohol, como con los barbitúricos, el síndrome puede llegar a causar confusión mental, aparición de delirios, alucinaciones, fuertes temblores, etc.

3.- DROGADEPENDENCIA (1)

   Desde el punto de vista social, la drogadicción, en especial la juvenil, es uno de los problemas de salud pública más graves de la sociedad actual y, tal vez, el síntoma más evidente de las contradicciones, incoherencias, carencias y crisis de valores de una sociedad consumista. Sus repercusiones en el mundo laboral, familiar, económico y social son muy graves y numerosas: accidentes, violencia, prostitución, rupturas familiares, etc.
      Nos referiremos a la droga como toda sustancia que al ser consumida:
1. actúa sobre el sistema nervioso, modificando cualquiera de sus funciones (psicoactiva);
2. produce el acostumbramiento compulsivo a no poder interrumpir su uso (adictiva),
3. produce un daño o deterioro evidente en el organismo y en la calidad de vida de las personas (tóxica).
  Cuando hablamos del “problema de las drogas” se hace alusión al tipo de sustancias tóxicas, psicoactivas y capaces de crear tolerancia y dependencia física y psíquica en quien las toma, las cuales son consumidas con fines distintos de los terapéuticos y sin supervisión médica.

      Los efectos que producen las drogas varían según el producto consumido, la dosis empleada y la vía de consumo (ingestión, inhalación o administración intravenosa). En primera instancia, placentero, estimulantes, alucinógenos, embriagadores o calmantes, pero estos efectos inmediatos ocultan consecuencias que van perjudicando el nivel psíquico y corporal de la persona.

3.1. Proceso de Adicción

    Para comprender el proceso de adicción es importante tener en cuenta los vínculos particulares que las personas establecen con las sustancias psicoactivas, más allá de sus características y sus efectos. Es decir, aquello que proyecta o espera que una sustancia
en particular le brinde.
   Estos vínculos son diferentes según la intensidad, calidad, frecuencia y expectativas puestas en cada sustancia, por ejemplo: ¿qué pensamos que aporta el alcohol? ¿y el cigarrillo? A su vez, la intensidad de ese vínculo se define según el nivel de compromiso que establece una persona con la sustancia. Los niveles de compromiso son:
uso, abuso y dependencia.

Uso: Implica que el consumo de la sustancia es circunstancial y el riesgo a la salud se incrementa sólo bajo sus efectos directos (accidentes de tránsito, violencia familiar y social, embarazo no deseado, etc.).

Abuso: En este caso, el consumo tiene una frecuencia sistemática. La persona busca la sustancia y aparecen perturbaciones en su vida, en la relación con los otros, con las obligaciones, etc. Ej.: Alcoholismo como uso farmacológico, tomar alcohol por los efectos que produce, como una “medicación” para desinhibirse.

Dependencia: Es un estado psicofísico que se caracteriza por modificaciones de conducta y otras reacciones, que implican un deseo compulsivo de tomar la droga continuamente para experimentar sus efectos y evitar el malestar de la privación.


3.2. Clasificación de las drogas según su efecto

     Las drogas han sido clasificadas de diferentes maneras, según el aspecto de las mismas que se tomen como referencia, por ejemplo: efectos, situación legal o social, peligrosidad, etc. Presentamos una clasificación basada en los efectos que producen las drogas sobre el sistema nervioso central, deteniéndonos brevemente en las sustancias de mayor consumo.

              1. Depresoras: las sustancias depresoras del sistema nervioso central son aquellas que atenúan o inhiben los mecanismos del sueño o la vigilia y pueden producir distintos grados de inactivación, desde la relajación y somnolencia hasta la hipnosis, anestesia y coma, dependiendo de la dosis. Dentro de este grupo estarían: el alcohol, la marihuana y los opiáceos (opio, morfina, codeína, heroína).

            2. Estimulantes: las drogas psicoestimulantes sobrecargan el funcionamiento de los sistemas nervioso central y cardiovascular. En este grupo se encuentran: el tabaco, las anfetaminas y la cocaína.

      3. Perturbadoras o alucinógenas: alteran la percepción de la realidad, producen sensaciones y alucinaciones visuales o auditivas distorsivas. Son sustancias que se encuentran en plantas, en hongos, en animales o son producto de una síntesis química. Sustancias como el LSD y la mescalina, pertenecen a este grupo.

(1) JÓVENES EN PREVENCIÓN. Subsecretaría para la atención de las adicciones. Pcia. de Bs. As.