No es fácil
encontrar el AMOR. Más difícil resulta si lo confundimos con otras sensaciones
y sentimientos. Peor aún, si lo que sentimos no es correspondido por la otra
persona.
Al conocer a otra
persona se despiertan un sinnúmero de sensaciones y sentimientos asociados con
la atracción hacia el otro. Muchos jóvenes —y no tan jóvenes— no saben descifrar
lo que sienten. No pueden distinguir lo que les pasa.
Es importante
identificar lo que nos puede pasar en ese proceso de elección de la persona con la cual uno quiere establecer un vínculo amoroso. Por lo tanto, es
necesario distinguir los distintos niveles en el proceso de acercamiento hacia
otra persona:
1.
Atracción.
2.
Enamoramiento.
3.
Amor Maduro.
En algunos casos
se detendrán en un nivel, en otros se avanzará hacia un nivel superior. Podemos
plantear la atracción y el enamoramiento como compartimentos estancos, o bien,
como escalones que nos permiten avanzar hacia un nivel más elevado en la
relación. Atracción y enamoramiento son momentos llamados a ser superados en la
maduración del amor.
Distinguir las
características de esta clasificación permitirá ubicar lo que sienten en alguno
de estos niveles e intuir en qué nivel se encuentra el otro en la relación que
están construyendo. Y a partir de ahí, se podrá tomar decisiones sobre lo que se
quiere, personalmente, en esa relación.
1.- Atracción
La atracción es
una sensación de ‘piel’ que, si es recíproca, puede generar una relación
circunstancial, muy sensorial e impulsiva. Generalmente no se busca una
profundización de la relación. No sólo se refiere a la atracción física sino
también a la personalidad, el modo de ser, la simpatía que una persona pueda
generar hacia otra, etc.
Puede ser
recíproco o no. En algunas ocasiones puede ocurrir que uno no se entere de la
atracción que genera en el otro. Esta atracción puede ser incluso hacia
personas del mismo sexo, pero que no implica una tendencia homosexual. Suele
ser intensa pero fugaz y se relaciona tanto con lo afectivo como con lo físico.
Los factores que
favorecen la atracción hacia una persona son:
v El atractivo físico:
en este punto la imagen cobra un valor importante, aunque los parámetros de
belleza estén influenciados por la moda o la cultura, hay factores personales
que pueden determinar un valor estético particular. Una relación amorosa no
puede sostenerse sólo por una atracción física, precisamente porque el físico
no durará toda la vida.
v La proximidad:
el hecho de estar cerca de otra persona, compartir momentos, atravesar
experiencias agradables o desafiantes, puede generar una atracción más allá de
‘la primera impresión’. Compartir el hábito laboral o de estudio puede ser una
oportunidad para conocer al otro en mayor profundidad y ese conocimiento puede
generar una atracción. Un ejemplo notorio de este fenómeno se da en el mundo
del espectáculo. Muchos actores y actrices, luego de haber compartido un set de
filmación para una película, un programa de televisión o haber subido a escena
juntos en un teatro, comienzan un romance. Muchos de estos romances solo duran
el tiempo que trabajaron juntos. En la próxima película, novela u obra de
teatro, espera un nuevo “amor”.
v La semejanza:
compartir momentos también puede generar la oportunidad de encontrar aspectos
similares con el otro. Gustos, desarrollo de hobbies o aficiones deportivas, actividades
compartidas, manera de pensar, creencias y valores similares pueden favorecer
la posibilidad de vincularse.
2.- Enamoramiento
Comúnmente, es la
continuación del nivel anterior, ya que suele haber una sintonía entre el varón
y la mujer en donde se despierta sensaciones agradables, que invaden los
sentidos y obnubilan la conciencia. Estas sensaciones se sienten de una manera
tan fuerte, que el cuerpo ‘vibra’ ante la presencia del otro.
Es tal la necesidad
de contacto, de caricias y de besos, que se considera ‘un verdadero amor’
cuando en realidad se trata de deseo y placer. Por esta razón, es frecuente que
los jóvenes mantengan relaciones sexuales cuando empiezan a experimentar el
enamoramiento, confundiéndolo con el AMOR.
En esta etapa se
evidencia una idealización del otro, reconociendo las virtudes del otro, pero
no necesariamente los defectos. A su vez, se proyecta en el otro lo que uno
quiere ver.
“Lo importante de
estar ‘enamorado’ es que el otro me haga sentir bien a mí. Muchas veces se
exige que el otro haga algo sólo para complacerme y si no renuncia a todo por
‘mí’ es señal de que no está enamorado”. La expresión de este nivel es el “–Te quiero” o “–Te necesito”, ambas describen claramente sus características
principales: el egoísmo y la posesión. El otro es ‘para mí’ no ‘yo’ para el
otro.
Por esta razón, es
tan común en esta etapa que los celos sean tan fuertes y lleguen a convertirse
en ‘obsesivos’. Los celos se provocan por la percepción —real o imaginaria— de
una amenaza a la relación amorosa. Es que el miedo a la pérdida del otro, lleva
a mantener un control excesivo sobre él. La desconfianza aumenta a medida que
el control es más estricto, generando un círculo vicioso que puede llegar,
incluso, a la obsesión y la agresión. Los celos también pueden generarse por
situaciones pasadas que activan esta amenaza.
“Si el otro se va, ¿qué va a pasar conmigo?”
Por lo tanto, me enojo con él por no
poder manejar mis propios sentimientos. En este caso, los celos son un síntoma
de inseguridad, que lleva a mantener un vínculo de dependencia, que atenta contra
la autoestima. “No importa el otro,
importa lo que me pasa a ‘mí’”.
El enamoramiento
suele ser recíproco, aunque puede no serlo. Se puede estar enamorado de alguien
que ni siquiera uno conoce personalmente. El ‘amor a primera vista’ podría ser un
ejemplo de este tipo de relación. También, puede suceder que uno este en esta
etapa y el otro se encuentre en una etapa inferior, atracción, o en una etapa
más profunda, acercándose al amor maduro.
3.- Amor Maduro
Podríamos afirmar
que uno ama aquello que conoce y es, en la superación de los niveles anteriores,
cuando uno empieza a conocer al otro tal como es. Cuando uno comienza una relación
con otra persona se dan dos procesos simultáneos.
Por un lado, uno
muestra lo mejor de sí. En los primeros encuentros no se suele exponer las
miserias, sino aquello que puede ser agradable al otro, utilizando todos los
medios para conquistarlo/a. Por otro lado, como se planteó en el enamoramiento,
se idealiza al otro: se lo ve a través de un prisma que impide ver los defectos
y uno deposita las virtudes que no necesariamente el otro tiene pero que uno desea
que posea.
El tiempo
compartido, el diálogo sostenido, las experiencias vividas, permitirán conocer
al otro tal como es. Se descubrirán muchas cosas en común, pero también
aparecerán las diferencias y será un desafío qué hacer con ellas. Aceptar y
tolerar algunas, modificar las que se puedan, pero fundamentalmente mostrarse
tal cual uno es, permitirá capitalizar las similitudes y lograr que las
diferencias se vivan como una complementariedad.
La comunicación
será la clave en este proceso. Mientras que en el enamoramiento lo más
importante era ‘tocarse y sentir’, en el amor la clave está en hablar de lo que
se siente. En el amor maduro se supera el egoísmo. “Yo no soy el centro del
mundo, y es únicamente abandonando mi egocentrismo, cuando alcanzo la capacidad
madura de amar, como gesto de apertura y entrega al otro: la madurez humana”1.
Ya no es “Te quiero”, sino “Te Amo”. No es posesión, es donación. No es un
‘quiero que estés conmigo’ sino un ‘quiero lo mejor para vos’.
“El amor es una
actividad, no un afecto pasivo; es un ‘estar continuado’, no un ‘súbito
arranque’. En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del
amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir (…) El malentendido
más común consiste en suponer que dar significa ‘renunciar’ a algo, privarse de
algo, sacrificarse (…) Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una
privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad”2.
El amor no
consiste en una entrega ciega, sino en una donación. No es dar olvidándome de
mí, sino dar desde mí. Soy yo el que me doy y al darme te recibo.
La condición
indispensable del amor maduro es la reciprocidad. Si el amor no es mutuo, no
madura. La confianza, la sinceridad y el respeto son frutos de la reciprocidad.
Ésta implica que el amor que uno entrega no tiene restricciones y supone saber
que el otro responde con la misma entrega. Si se comienza a poner condiciones,
el amor no madura.
El amor maduro no
se da ‘porque sí’: “se construye entre dos personas afines y maduras que se
conocen y se aceptan como son. Se afianza con el servicio, con el constante
deseo de darse sin condiciones, y crece permitiéndole a ambos independencia,
libertad, autonomía”3.
Por lo tanto, para
que una pareja alcance el amor maduro, no basta con el amor, es necesario que cada uno aporte a la relación su propia
madurez y su compromiso. Si los miembros
de la pareja son inseguros, impulsivos y controladores, esa pareja no alcanzará
la madurez a pesar del amor que sientan.
Si cada uno aporta
seguridad, confianza, respeto y la pareja se retroalimenta en la comunicación y
la ayuda mutua, el logro de la madurez se dará naturalmente. Si la pareja busca
la madurez, alcanzará la felicidad.
“Sólo si somos
libres, dueños de nuestros actos, podemos decir que sí al bien y podemos
entregarnos y recibir la entrega del otro. Y sólo esa entrega mutua nos da la
felicidad. Ser persona es ser libre, ser capaz de entrega, y la persona sólo se
realiza a sí misma en la entrega”4.
Esta entrega no tiene relación con lo sexual, por el contrario, hoy la
verdadera prueba de amor no es tener relaciones sexuales sino no tenerlas. El amor
maduro se sostiene y crece aún sin mantener relaciones sexuales.
Los jóvenes
valoran mucho más el amor maduro de lo que están dispuestos a admitir. He
escuchado a más de un joven confesar estar arrepentido de romper una relación
amorosa por no aceptar un tiempo de espera para mantener relaciones sexuales.
Otros no respetaron a sus parejas o no pudieron mantener la fidelidad y por eso
terminaron cortando la relación; al tiempo se dan cuenta de que fueron sus
propios errores los que no permitieron sostener la pareja y, en muchos casos,
llegan a arrepentirse por haber perdido a una persona valiosa.
Un indicador para
distinguir si este amor es maduro o no es descubrir que compartir la vida con
otro permite el despliegue de las potencialidades de cada uno. Si, por el
contrario, estanca el proceso de maduración no estamos frente al AMOR.
El amor no es
ciego, el enamoramiento sí. En el amor maduro se ponen en juego la
inteligencia, que permite conocer al otro tal como es, y la voluntad, que se
convierte en la decisión de compartir la vida con el otro. El hombre se plenifica
en la entrega y en la aceptación de la entrega del otro. El otro ya no es un
extraño, es un ‘tú’, de algún modo otro ‘yo’ pero distinto de mí.
“Eso que llamamos
amor viene caracterizado por un anhelo vehemente a la fusión con el ser amado.
Fusión de almas y corazones, fusión de las personas en su intimidad. Este
anhelo no existe en el animal. En cambio en el ser humano es muy fuerte. El que
ama quiere ser uno con el amado”5. Pero el amor
maduro no queda en el encuentro entre ‘Yo’-‘Tú’; permite construir un
‘Nosotros’. Por lo tanto, los hijos, no sólo son bienvenidos, sino que son
frutos de ese amor.
Una cuestión
importante, y que pocas veces se dice, es que este amor maduro no implica la
anulación de la atracción que uno pueda tener hacia otra persona, distinta de
su pareja. La atracción suele ser una tendencia natural, un impulso que suele aparecer
con suma intensidad y desaparece fugazmente. Incluso puede llegar al nivel de
enamoramiento, que genera un estado de confusión e incertidumbre. Pero si esa
persona construyó un amor sólido, cuando es maduro y se apoya en la castidad, puede
superar las sensaciones que puede generar un tercero.
El amor maduro
supone la expresión ‘amor para toda la vida’, implica una posibilidad de
superar al tiempo y las dificultades que se puedan presentar. No se guía por
los impulsos o por el momento. El amor maduro implica un auténtico encuentro personal
con el otro. Es para ‘siempre’, se actualiza cada día, y está abierto al
‘nosotros’.
No es fácil
alcanzar este nivel. Tampoco podemos negar las dificultades que traerán
aparejadas mantener la fidelidad, pero, sin duda, el desafío es intentarlo y
construirlo. No es espontáneo ni mágico, necesita tiempo y dedicación, pero tampoco
es imposible. ¡Depende de dos!