Parafraseando
un dicho popular, quisiera reflexionar sobre el proceso de ruptura de una
pareja. Está expresión hace referencia al momento en donde uno se da cuenta que
está poniendo todo de sí para llevar adelante un proyecto de vida en común,
mientras que la pareja es un mero espectador. No es fácil llegar a tomar la
decisión que un proyecto que se construyo de a dos, por la decisión de uno, no pueda
continuar.
Las razones
para cortar con una relación amorosa son variadas y plagadas de distintas situaciones.
No es mi intención detenerme en su enumeración. Tampoco creo que sea posible.
Donde sí me quiero detener a reflexionar es el proceso de ruptura que se da
cuando uno de los dos quiere construir ese proyecto en común y el otro no.
En el comienzo
de una relación amorosa[1] se dan distintas instancias
hasta que llega el momento de construir un proyecto que involucra a ambos. Es
lógico pensar que en este proceso se tiene que dar una cierta sintonía en ambas
personas. Que sea lógico no garantiza que efectivamente suceda así. El proceso
es dinámico y puede ser que uno se adelante, mientras que otro, nunca llegue.
En ese caso, la ruptura será cuestión de tiempo.
En general, son
muchas las instancias previas donde se van tratando de pulir las asperezas que
se presentan en una relación de pareja. Complementar similitudes y diferencias
no es tarea fácil. Lleva tiempo, diálogo, encuentro y, sobre todo,
reciprocidad. Si en la relación de pareja los esfuerzos no son parejos, no llegarán
muy lejos y llegará el momento de tomar una decisión.
Hay dos
situaciones que se desprenden de la frase que quisiera puntualizar. En la
primera, puede suceder uno “quiera”
y el otro no. Puede suceder que uno este sintiendo un amor maduro,
sólido y comprometido, y otro un
simple afecto, cariño o bienestar. En la segunda, frente a los obstáculos que
se puedan presentar, puede ser que uno
“quiera” superarlo y el otro no.
Puede suceder que uno ponga todo el
esfuerzo y el sacrificio para solucionarlo, mientras que el otro se convierta en una carga, un peso,
un lastre.
Entonces, uno tendrá que tomar una decisión. El otro, ya la tomo, “no quiere” seguir
con la relación ni desde lo afectivo y ni el esfuerzo. No hay amor verdadero.
Tal vez, nunca lo hubo, solo palabras bonitas y algún gesto de cariño. En
cuanto podemos identificar esta situación, no es bueno postergar la decisión.
Cuanto más se postergue más doloroso será.
A partir de esa
decisión, comienza un proceso difícil de sobrellevar, tan difícil como afecto
se puso en juego. A mayor AMOR, mayor DOLOR. Podemos comparar la decisión de
romper con ese proyecto en común, como un proceso de duelo. Salvando las
diferencias, aquí no murió nadie pero llegó a su fin un proyecto de dos.
Generalmente,
la negación fue la última etapa vivida en la pareja. Muchas veces, amigos y
familiares, fueron dando muestras que la relación no tenía futuro. La negación,
como mecanismo de defensa, permitía que uno
siguiera adelante con la pareja. Cuando la negación cae, la decisión llega.
Por lo tanto,
la primera etapa está signada por la bronca y el enojo. Incluso, es tanta la
bronca que se oculta nuestro afecto hacia esa persona. Pasamos, rápidamente del
AMOR al ODIO. Si nos dejamos llevar por ese enojo, seguramente nos
arrepentiremos de lo hacemos en ese estado. Lo peor, que en cuanto nos
descuidamos, el Amor vuelve a surgir y nos vuelve a confundir. Entonces, ¿donde
uno quiere, dos pueden? Evidentemente, no.
Casi sin darnos
cuenta se puede entrar en etapa de negociación donde, confundidos por el
afecto, se intenta retomar el proyecto frustrado. Pero si el otro solo viene
con promesas y “buenas intenciones” pero si el deseo profundo de cambiar, tarde
o temprano, nos daremos cuenta que: “Donde dos
no quieren…uno no puede”.
En algunos casos
esta etapa puede estar presente o se pasa directamente a la siguiente. La
angustia se hace presente al darse cuenta de lo que sucedió, que no hay vuelta atrás,
y que el proyecto llegó a su fin, el dolor se hace presente con suma intensidad.
Las lágrimas no nos permiten ver con claridad. La compañía de nuestros seres
queridos, la continuidad de nuestras actividades y la resignación de lo vivido
nos permitirá llegar a la última etapa.
A veces, el
camino no es recto, y solemos retroceder etapas, vuelve el enojo y la bronca, o
se buscan culpables, o se siente una terrible culpa. Se inventan excusas y
justificativos para no aceptar que el otro
no quiere y que, tal vez, sea posible si uno
puede. Al poco tiempo, tropiezos mediantes, las excusas cae y los justificativos
se vuelven injustificables.
El tiempo de
todo este proceso depende de cada uno. No se puede hablar de días o meses
establecidos como una fecha de vencimiento. Es un proceso, y como tal, depende de
cómo uno lo vaya viviendo. Pasado el tiempo de mayor dolor, comienza la etapa
de aceptación.
Esto nos
permitirá cerrar esta relación de tal manera que podamos estar abiertos,
nuevamente, a conocer a otra persona y establecer un nuevo vínculo. No se trata
de negar la relación anterior, ni olvidar a esa persona. Por el contrario,
rescatar todo lo aprendido de esa experiencia permitirá encarar una nueva
relación fortalecidos por la anterior. Y, sobre todo, darnos cuenta que “Donde dos no quieren…uno no puede”. Por el
contrario, Donde dos quieren todo se puede.
[1]
Proceso de Elección Amorosa. Germán Debeljuh http://germandebeljuh.blogspot.com.ar/2012/07/proceso-de-eleccion-amorosa.html
Realmente excelente. Imposible no identificarse.
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