Violencia
Familiar es toda acción u omisión cometida en el seno de la familia, por uno de
sus miembros que menoscaba la vida o la integridad física o psicológica o
incluso la libertad de otro miembro de la familia, que causa un serio daño al
desarrollo de la personalidad.
1. TIPOS DE MALTRATOS
Al
hablar de violencia o maltratos, la primera idea que surge es que nos referimos
a golpes y agresiones físicas. Pero, estos son sólo algunos tipos de maltratos
que una persona puede ejercer sobre otra. Los insultos, las descalificaciones e
incluso los silencios, pueden resultar aún más dañinos que una trompada.
Una clasificación
posible sería la siguiente:
Ø
Maltrato emocional o psicológico:
indiferencia, desconfianza, descalificación, humillación, amenazar, gritos e
insultos, ridiculizar al otro frente a terceros, anular la sociabilidad de las
personas, culparla de todo lo que suceda, golpear puertas o romper objetos.
Ø
Maltrato físico: golpear, tirar de los
pelos, empujones, cachetadas, quemaduras, inmovilizar al otro, dañar con
objetos o armas, cualquier empleo de la fuerza que pueda dañar o lesionar el
cuerpo o la salud de la otra persona.
Ø
Abuso sexual: forzar a tener
relaciones sexuales, obligar a realizar actos que la otra persona no quiere,
mantener relaciones sexuales bajo amenaza y no solo el contacto físico, sino
también, participar de situaciones de exhibicionismo o participar en material
pornográfico.
Ø
Negligencia: abandono o falta de
cuidados básicos hacia un niño o un anciano.
Podríamos
nombrar más tipos de maltratos como el económico, el de distribución de tareas,
el trabajo infantil, entre otros.
2. VINCULOS FAMILIARES
El
maltrato se puede dar fuera del ámbito familiar –allí hablaríamos de Violencia
social- o bien dentro del mismo seno de la familia. En este caso, toda la
familia sería víctima de esta violencia, padres e hijos. Las direcciones de la
violencia entre los vínculos familiares pueden ser tantas como combinaciones
posible se puedan dar: de padres a hijos, de hijos a padres, de esposo a esposa
y esta a su vez hacia los hijos, hacia los abuelos.
Un
ejemplo frecuente sería: el padre maltrata físicamente a su esposa, y esta
maltrata psicológicamente a sus hijos. Por lo tanto, es importante ver cual es
el tipo de maltrato que se ejerce y como se dan en los vínculos.
3. MALTRATO INFANTIL
Como
hemos visto antes, los niños pueden sufrir todo tipo de maltratos, desde
conductas de desvalorización, humillación y culpas, hasta abusos sexuales,
pasando por todo tipo de maltrato físico, que pueden llegar a provocar lesiones
graves e incluso la muerte. Estos son provocados, precisamente, por aquellos
que tendrían que cuidarlos y protegerlos, lo cual genera una confusión por
parte del niño y una alteración importante en el desarrollo de su personalidad.
Indicadores de Maltrato |
v Pasividad, timidez
v Comportamientos agresivos
v Inhibiciones en los juegos
v Comportamientos regresivos (succión del pulgar, enuresis, encopresis)
v Temor al contacto de los adultos Comportamientos autodestructivos
v Problema de aprendizaje
v Frecuentes quejas de dolores y Golpes inexplicables o en lugares pocos comunes
v Falta de cuidado en general
v Fugas frecuentes
Indicadores de Abuso
v Conocimientos sexuales inusuales para su edad
v Lastimaduras en genitales externos
v Dificultades para caminar
v Grave desestructura-ción de la personalidad
3.1. Abuso Sexual
En
cuanto a los abusos sexuales, son aquellas situaciones en las que un adulto
utiliza su relación con un niño/a o adolescente para obtener satisfacción
sexual. A diferencia de lo que se piensa, la mayoría de los casos de abuso
sexual son perpetrados por algún familiar directo o político. En los otros
casos serían abuso sexual extrafamiliar o violaciones.
Las
conductas abusivas pueden implicar o no contacto sexual. El contacto físico
incluye toda conducta en la que el agresor toque zonas de claro significado
sexual (caricias en pechos y/o genitales, sexo vaginal, oral o anal). Otras
como el exhibicionismo, el pedido de realizar actividades sexuales o de
participar en material pornográfico.
El
agresor es, generalmente, un miembro de la familia o un allegado, que emplea
“seducción” para hacer creer al niño/a que lo que le propone es legítimo y
natural. Si el niño/a se resiste el adulto utiliza amenazas o fuerza física. No
hace falta que sea un adulto, una persona con una diferencia de, por lo menos,
5 años con respecto a la víctima, también se consideraría un abusador. El
contacto sexual se da en forma progresiva y se puede prolongar por años,
persuadido de que se guarde el secreto o por amenazas sostenidas.
En la
mayoría de los casos, si esto sucede dentro del ámbito familiar, es
precisamente la familia quien trata de ocultar la situación, negar el hecho modificando
la versión, y la propia víctima, presionada por sus familiares, puede cambiar
los dichos iniciales.
A
partir de los 15 años y hasta antes del matrimonio, en la adolescencia se
comienzan a aprender y a ensayar nuevas formas de comportamiento acordes con su
creciente libertad e independencia de la familia de origen como para adoptarlas
en su vida futura. Las conductas violentas en las relaciones de pareja no
formales no son percibidas como tales ni por las víctimas ni por los agresores,
pues generalmente se confunden maltrato y ofensas con amor e interés por la
pareja.
Esta
"normalización" de la violencia en los patrones de convivencia es el
origen del maltrato. La violencia en los noviazgos es una problemática
silenciada, excepto cuando la gravedad del caso toma estado público, siendo las
adolescentes y las jóvenes las principales afectadas y vulneradas en sus
derechos.
Los
tipos de violencia en el noviazgo son física, verbal, psicológicas, económica y
sexual, que no son excluyentes entre sí. Las consecuencias en la persona
agredida son depresión, baja autoestima, aislamiento, fracaso escolar y bajo
rendimiento laboral.
El
maltrato a la pareja puede ocurrir en cualquier momento, desde la primera
salida juntos o hasta transcurridos varios años de relación. La diferencia con
respeto a otros tipos de violencia es el proceso de socialización y adquisición
de roles de género en los adolescentes, mismos que determinan el dominio como
comportamiento masculino y la sumisión como femenino. Se debe sumar a esto, la
idealización del "amor romántico" que todo lo puede superar y todo lo
perdona, así como por el carácter informal y efímero de la relación.
Podemos citar algunas de las conductas frecuentes que
pueden ser consideradas signos de violencia en el noviazgo:
1. Chistes
descalificantes sobre la pareja y las mujeres en general.
2. Desaparecer
por cortos períodos de tiempo, dando lugar a amplias justificaciones.
3. Amenazar
con terminar la relación, pero no hacerlo.
4. En las
discusiones, manipular tratando de demostrar que es muy tolerante ante sus
demandas.
5. Negar
la relación con la pareja o ridiculizarla.
6. Hacer
burla del aspecto físico o logros alcanzados por la pareja.
7. Acariciar
agresivamente, haciendo daño.
8. Acoso
sexual.
9. Prohibirle
que continúe relaciones con amigas, amigos, familia, compañeros de trabajo,
compañeros de estudio.
10. Negarle
la posibilidad de iniciar o continuar pertenencia a grupos culturales, artísticos
o políticos.
11. Obligarla
a peinarse, vestirse o maquillarse a su gusto.
Así como
la violencia se aprende y se repite, también hay mecanismos para neutralizarla
o evitar que se produzca a través de nuevas formas de relacionarse y de encarar
los conflictos. Se debe partir de la aceptación de que se vive un noviazgo
violento ya sea como agresor o como víctima.
5. MALTRATO CONYUGAL
El maltrato conyugal es
el que se ejerce entre los cónyuges o esposos, en la mayoría de los casos, del
hombre hacia la mujer, en otras, entre ambos y en algunas más de la mujer hacia
el hombre.
Las
víctimas tiene características comunes:
una baja autoestima (“no valgo nada”, “soy una inútil”), necesidad de
dependencia (“sin él , yo no puedo”), se siente culpable de los motivos de
enojo de su marido (“yo lo provoqué”), esperanza de cambio (“yo lo voy a cambiar”),
minimización de los sucesos (“no fue nada”) y una “esperanza de cambio” que
nunca llega (“con el tiempo las cosas van a cambiar”, “él me prometió que va a
cambiar”). Por lo tanto, llega a una situación de indefensión en la cual no
puede reaccionar o siente que se tiene que mantener esa posición por el
sostenimiento de la familia. En la mayoría de los casos, el marido logra aislar
a su mujer de su familia de origen y sus amistades, para mantenerla siempre
bajo su control. Esto la lleva al aislamiento y la apatía, conductas
autodestructivas y descuido físico.
Algunas
características
de los agresores son: deseo de control y manipulación, actitud crítica
y desvalorización, violencia hacia terceros o “doble fachada”, gran capacidad
de persuasión, pensamiento rígido, cambios súbitos de humor, silencios
prolongados e indiferencia, resistencia al cambio y, en muchos casos, abuso de
alcohol o drogas. A pesar de todo esto, aparece una gran dependencia emocional
y una minimización de todo lo que provoca. Es probable que repita su conducta
violenta sucesivamente con otras mujeres.
En
algunos casos, el marido aparece como una persona violenta, agresiva,
transgresora de toda norma. En otros casos, por el contrario, el hombre
aparenta, fuera del hogar, una imagen de padre
modelo, afectuoso y respetado por todos, pero dentro de su familia, se
muestra violento, agresivo, dominante y autoritario. En ambos casos, suele
haber antecedentes de violencia familiar, tanto en la víctima como en el
agresor, que sostienen esta situación de violencia y dolor.
3.1. Círculo de la Violencia Conyugal
Es
frecuente que en las primeras ocasiones de violencia la mujer reaccione, hasta
que entra en lo que muchos llaman el Círculo
de la Violencia Conyugal:
En la
primera fase se acumula tensión por cualquier motivo, aún
sin razón, acompañado de insultos, reproches y malestar permanente y creciente.
Hasta que se llega a la fase aguda de golpes o descarga, en donde se
comienza con todo tipo de agresión física violenta e incontrolable. En la tercera
fase, el hombre vuelve arrepentido de todo lo sucedido, con promesas de cambio,
regalos, y comenzará la “luna de miel”, período de calma y
buen trato. Pasará cada vez menos tiempo para que el círculo se ponga
nuevamente en movimiento, aumentando, cada vez más, el grado de violencia.
• La
violencia no es una forma saludable ni beneficiosa de relacionarse. Nada
justifica el maltrato.
• La
asiste una legislación a la cual puede apelar y que contempla formas de
protección.
• Estas
situaciones son modificables.
• Se
puede cambiar pero no se puede sola.
• Se
necesita atención de profesionales e instituciones especializadas y el
acompañamiento de vecinos, amigos, familiares.
•
Necesitar apoyo psicológico no quiere decir ser enfermo mental.
• El
agresor también puede incluirse en un tratamiento.
En esta
situación, es necesario plantear que, generalmente, es la mujer la única que
puede cortar este círculo con una actitud firme y, en algunos casos,
recurriendo a la Justicia ,
para que esta intervenga imponiendo el alejamiento y el tratamiento del agresor.
Más allá de hablar de víctimas y victimarios, es necesario tener en cuenta que
todos son víctimas de la violencia. Incluso el agresor es víctima ya que, en la
mayoría de los casos, fueron esos los modelos aprendidos. Por lo tanto, el
agresor merece tanta ayuda como los agredidos.
En
síntesis: es importante estar atento a estas situaciones pueden suceder dentro
de nuestra familia o la de algún amigo. Es necesario pedir ayuda y que toda
situación de maltrato y violencia se conozca. Si hemos sufrido maltratos debemos
modificar esta conducta para evitar que repitamos ese modelo aprendido. Depende
de cada uno, el poder romper esta cadena de violencia y saber que nada
justifica la agresión y que hay otras maneras de solucionar un conflicto,
dentro o fuera de la familia.
[1] Plan
de Igualdad de Oportunidades y de Trato para Varones y Mujeres 2005-2009.
Municipalidad de Rosario