Dentro de la
convivencia familiar se pueden generar distintas situaciones conflictivas que
perturben a sus miembros. Muchos de estos conflictos podrían ser evitables y no
necesariamente atentan contra la integridad física o psicológica de sus
miembros.
Por conflicto se
entiende la tensión entre dos o más protagonistas que sostienen posiciones y/o
intereses confrontados. El conflicto es inherente a toda relación y puede resultar
incluso enriquecedor en tanto que promueve el cambio personal, familiar o
social.(1)
Algunos conflictos
pueden ser abordados de modo violento cuando fracasan las estrategias para su
tratamiento basadas en el respeto y la construcción conjunta de acuerdos. En
estos casos, hablamos de violencia cuando existe un abuso de poder de un sujeto
o grupo de sujetos sobre otro, que por lo general se encuentra en una posición
de mayor vulnerabilidad.
Violencia Familiar
es toda acción u omisión cometida en el seno de la familia, por uno de sus
miembros que menoscaba la vida o la integridad física o psicológica o incluso
la libertad de otro miembro de la familia, que causa un serio daño al
desarrollo de la personalidad.
1. TIPOS DE MALTRATOS
Al hablar de
violencia o maltratos, la primera idea que surge es que nos referimos a golpes
y agresiones físicas. Pero, estos son sólo algunos tipos de maltratos que una persona
puede ejercer sobre otra. Los insultos, las descalificaciones e incluso los silencios,
pueden resultar aún más dañinos que un golpe.
Una clasificación
posible sería la siguiente:
Maltrato emocional o
psicológico: indiferencia,
desconfianza, descalificación, humillación, amenazar, gritos e insultos,
ridiculizar al otro frente a terceros, anular la sociabilidad de las personas,
culparla de todo lo que suceda, golpear puertas o romper objetos.
Maltrato físico: golpear, tirar de los pelos, empujones,
cachetadas, quemaduras, inmovilizar al otro, dañar con objetos o armas,
cualquier empleo de la fuerza que pueda dañar o lesionar el cuerpo o la salud
de la otra persona.
Abuso sexual: forzar a tener relaciones sexuales,
obligar a realizar actos que la otra persona no quiere, mantener relaciones
sexuales bajo amenaza y no sólo el contacto físico, sino también, participar de
situaciones de exhibicionismo o participar en material pornográfico.
Negligencia: abandono o falta de cuidados básicos hacia
un niño o un anciano.
La lista continúa.
Podríamos nombrar más tipos de maltratos como el económico, el de distribución
de tareas, el trabajo infantil, entre otros.
2. VINCULOS FAMILIARES
El maltrato se puede
dar fuera del ámbito familiar -allí hablaríamos de Violencia social -o bien
dentro del mismo seno de la familia. En este caso, toda la familia sería víctima
de esta violencia, padres e hijos. Las direcciones de la violencia entre los vínculos
familiares pueden ser tantas como combinaciones posible se puedan dar: de padres
a hijos, de hijos a padres, de esposo a esposa y esta a su vez hacia los hijos o
hacia los abuelos.
Un ejemplo frecuente
sería: el padre maltrata físicamente a su esposa, y esta maltrata psicológicamente
a sus hijos. Por lo tanto, es importante ver cuál es el tipo de maltrato que se
ejerce y cómo se dan en los vínculos.
3. MALTRATO EN EL NOVIAZGO
(2)
A partir de los 15
años y hasta antes del matrimonio, en la adolescencia se comienzan a aprender y
a ensayar nuevas formas de comportamiento acordes con su creciente libertad e
independencia de la familia de origen como para adoptarlas en su vida futura.
Las conductas
violentas en las relaciones de pareja no formales no son percibidas como tales
ni por las víctimas ni por los agresores, pues, generalmente, se confunden maltrato
y ofensas con amor e interés por la pareja.
Esta “normalización” de la violencia en los patrones de
convivencia es el origen del maltrato. La violencia en los noviazgos es una
problemática silenciada, excepto cuando la gravedad del caso toma estado
público, siendo las adolescentes y las jóvenes las principales afectadas y
vulneradas en sus derechos. Los tipos de violencia en el noviazgo son físicos,
verbales, psicológicos, económicos y sexuales, que no son excluyentes entre sí.
Las consecuencias en la persona agredida son depresión, baja autoestima,
aislamiento, fracaso escolar y bajo rendimiento laboral.
El maltrato a la pareja
puede ocurrir en cualquier momento, desde las primeras salidas juntos o hasta
transcurridos varios años de relación. La diferencia con respeto a otros tipos
de violencia es el proceso de socialización y adquisición de roles de género en
los adolescentes, que determinan el dominio como comportamiento masculino y la sumisión
como femenino. Se debe sumar a esto, la idealización del “amor romántico que todo lo puede
superar y todo lo perdona”, así como por el
carácter informal y efímero de la relación.
Podemos citar
algunas de las conductas frecuentes que pueden ser consideradas signos de
violencia en el noviazgo:
1. Chistes
descalificantes sobre la pareja y las mujeres en general.
2. Desaparecer por
cortos períodos de tiempo, dando lugar a amplias justificaciones.
3. Amenazar con
terminar la relación, pero no hacerlo.
4. En las
discusiones, manipular tratando de demostrar que es muy tolerante ante sus
demandas.
5. Negar la relación
con la pareja o ridiculizarla.
6. Hacer burla del
aspecto físico o logros alcanzados por la pareja.
7. Acariciar
agresivamente, haciendo daño.
8. Acoso sexual.
9. Prohibirle que
continúe relaciones con amigas, amigos, familia, compañeros de trabajo,
compañeros de estudio.
10. Negarle la
posibilidad de iniciar o continuar pertenencia a grupos culturales, artísticos
o políticos.
11. Obligarla a
peinarse, vestirse o maquillarse a su gusto.
Así como la violencia
se aprende y se repite, también hay mecanismos para neutralizarla o evitar que
se produzca a través de nuevas formas de relacionarse y de encarar los
conflictos. Se debe partir de la aceptación de que se vive un noviazgo
violento, ya sea como agresor o como víctima, y pedir ayuda profesional para
modificar las conductas agresivas.
4. MALTRATO CONYUGAL
El maltrato conyugal
es el que se ejerce entre los cónyuges o esposos: en la mayoría de los casos,
del hombre hacia la mujer, en otros entre ambos y, en algunos más, de la mujer
hacia el hombre.
Las víctimas tiene características comunes: una baja autoestima (“no valgo nada”, “soy una inútil”), necesidad de dependencia (“sin él , yo no puedo”), se siente culpable de los motivos de
enojo de su pareja (“yo lo provoqué”), esperanza de cambio (“yo lo voy a cambiar”), minimización de los sucesos (“no fue nada”) y una “esperanza de cambio” que nunca llega (“con el tiempo las cosas van a cambiar”,
“él me prometió que va a cambiar”). Por lo tanto,
llega a una situación de indefensión en la cual no puede reaccionar o siente
que se tiene que mantener esa posición por el sostenimiento de la familia. En
la mayoría de los casos, el marido logra aislar a su mujer de su familia de
origen y sus amistades, para mantenerla siempre bajo su control. Esto la lleva
al aislamiento y la apatía, conductas autodestructivas y descuido físico.
Algunas características de los agresores son: deseo de control y manipulación, actitud crítica
y desvalorización, violencia hacia terceros o “doble fachada”, gran capacidad de
persuasión, pensamiento rígido, cambios súbitos de humor, silencios prolongados
e indiferencia, resistencia al cambio y, en muchos casos, abuso de alcohol o drogas.
Detrás de estas características, aparece una gran dependencia emocional y una
minimización de todo lo que provoca. Es probable que repita su conducta
violenta sucesivamente con otras mujeres.
En algunos casos, el
marido aparece como una persona violenta, agresiva, transgresora de toda norma.
En otros casos, por el contrario, el hombre aparenta, fuera del hogar, una
imagen de “padre modelo”, afectuoso y respetado, pero dentro de su
familia se muestra violento, agresivo, dominante y autoritario. En ambos casos,
suele haber antecedentes de violencia familiar, tanto en la víctima como en el
agresor, que sostienen esta situación de violencia y dolor.
4.1. Círculo de la
Violencia Conyugal
Es frecuente que en
las primeras ocasiones de violencia la mujer reaccione, hasta que entra en lo
que muchos llaman el Círculo de la
Violencia Conyugal:
En la primera fase se
acumula tensión por cualquier motivo, aún sin razón,
acompañado de insultos, reproches y malestar permanente y creciente. Hasta que
se llega a la fase aguda de golpes o descarga, en donde se comienza con todo tipo de
agresión física violenta e incontrolable. En la tercera fase, el hombre vuelve
arrepentido de todo lo sucedido, con promesas de cambio, regalos, y comenzará
la “luna de miel”, período de calma y buen trato.
Pasará cada vez menos
tiempo para que el círculo se ponga nuevamente en movimiento, aumentando, cada
vez más, el grado de violencia. En general, comienzan con la agresión
psicológica, aumenta hacia la violencia física, e incluso puede llegar al abuso
sexual. Aún dentro del matrimonio, se puede hablar de “abuso sexual”, ya que, en general, el hombre puede
utilizar la violencia física, psicológica e incluso económica para lograr
mantener relaciones sexuales a pesar de no contar con el consentimiento de su
cónyuge.
(3)
Cuando este ciclo
sucede más de una vez, nos encontramos ante una situación de violencia
conyugal.
• La violencia no es
una forma saludable ni beneficiosa de relacionarse. Nada justifica el maltrato.
• La asiste una legislación
a la cual puede apelar y que contempla formas de protección.
• Estas situaciones
son modificables.
• Se puede cambiar
pero no se puede sola/o.
• Se necesita atención
de profesionales e instituciones especializadas y el acompañamiento de vecinos,
amigos, familiares.
• Necesitar apoyo
psicológico no quiere decir ser enfermo mental.
• El agresor también
es preciso que se incluya en un tratamiento.
En esta situación, es
necesario plantear que, generalmente, es la víctima la única que puede cortar
este círculo con una actitud firme y, en algunos casos, recurriendo a la
Justicia, para que ésta intervenga imponiendo el alejamiento y el tratamiento
del agresor. Más allá de hablar de víctimas y victimarios, es necesario tener
en cuenta que todos son víctimas de la violencia. Incluso el agresor es víctima
ya que, en la mayoría de los casos, fueron esos los modelos aprendidos. Por lo
tanto, el agresor merece tanta ayuda como los agredidos.
5. MALTRATO INFANTIL
Como hemos visto
antes, los niños pueden sufrir todo tipo de maltratos, desde conductas de
desvalorización, humillación y culpas, hasta abusos sexuales, pasando por todo
tipo de maltrato físico, que pueden llegar a provocar lesiones graves e incluso
la muerte. Estos son provocados, precisamente, por aquellos que tendrían que
cuidarlos y protegerlos, lo cual genera una confusión por parte del niño y una
alteración importante en el desarrollo de su personalidad.
5.1. Abuso Sexual
En cuanto a los
abusos sexuales, son aquellas situaciones en las que un adulto utiliza su
relación con un niño/a o adolescente para obtener satisfacción sexual. A
diferencia de lo que se piensa, la mayoría de los casos de abuso sexual son
perpetrados por algún familiar directo o político. En los otros casos serían
abuso sexual extra familiar o violaciones.
Las conductas
abusivas pueden implicar o no contacto sexual. El contacto físico incluye toda
conducta en la que el agresor toque zonas de claro significado sexual (caricias
en pechos y/o genitales, sexo vaginal, oral o anal). Otras como el
exhibicionismo, el pedido de realizar actividades sexuales o de participar en
material pornográfico.
El agresor es,
generalmente, un miembro de la familia o un allegado, que emplea estrategias de
“seducción” para hacer creer al niño/a que lo que le
propone es lícito y natural. Si el niño/a se resiste el adulto utiliza amenazas
o fuerza física. No hace falta que sea un adulto, una persona con una
diferencia de, por lo menos, 5 años con respecto al menor, también se
consideraría un abusador. El contacto sexual se da en forma progresiva y se
puede prolongar por años, persuadido de que se guarde el secreto o por amenazas
sostenidas.
En la mayoría de los
casos, si ésto sucede dentro del ámbito familiar, es precisamente la familia
quien trata de ocultar la situación, negar el hecho modificando la versión, y la
propia víctima, presionada por sus familiares, puede cambiar los dichos
iniciales.
6. Acoso Escolar
Antes de terminar
este capítulo, es importante mencionar otro tipo de violencia que, si bien, no
se da en el seno de la familia, genera daños significativos en la vida de los niños
y adolescentes. El acoso escolar o bullying está presente dentro del ámbito escolar, en
cualquier tipo de institución educativa, no es exclusivo de algún sector de la sociedad
o respecto al sexo, aunque en el perfil del agresor se aprecia predominancia en
los varones.
El agresor acosa a la
víctima cuando está solo, en los baños, en los pasillos, en el comedor, en el
patio. Evitan que los maestros observen situaciones sospechosas. Sin embargo,
no se trata de un simple empujón o comentario, se trata de una situación que si
no se detiene a tiempo puede provocar severos daños emocionales a la víctima.
Es importante
mencionar que al acoso dentro de la escuela, se le suma el cyber bullying, es decir, el acoso a
través de Internet, específicamente en las redes sociales o mensajes por los
teléfonos celulares. Se puede presentar o combinado con el acoso escolar,
generando más daño aún en las víctimas del acoso.
7. En síntesis
Es importante estar
atento a todas estas situaciones de violencia que pueden suceder dentro de
nuestra familia o la de algún amigo. Es necesario pedir ayuda y que toda situación
de maltrato y violencia se conozca. Si hemos sufrido maltratos debemos modificar
esta conducta para evitar que repitamos ese modelo aprendido. Depende de cada
uno el poder romper esta cadena de violencia y saber que nada justifica la
agresión y que hay otras maneras de solucionar un conflicto, dentro o fuera de
la familia.
(1)
EDUCACIÓN PARA LA SALUD. Documento de trabajo. Segundo Año.
G.C.B.A. Secretaría de Educación. 2004
(2)
Plan de Igualdad de Oportunidades y de Trato para Varones y
Mujeres 2005-2009. Municipalidad de Rosario
(3)
http://jocelinesab.blogspot.com.ar/