Los dichos
populares encierran una sabiduría que se transmite de generación en generación.
Algunos son simples y otros más complejas. Pero, en todos los casos, es
interesante detenerse a pensar que nos quieren decir y si son aplicables a
situaciones concretas que nos tocan vivir.
En este caso,
resulta podríamos pensar en esta frase aplicándola a los vínculos interpersonales.
Claro está que es en vano pedirle a la planta de “OLMO”, que nos dé como fruto “PERAS”,
pero esta obviedad no resulta tan obvia en las relaciones humanas.
Permítanme, utilizar
esta expresión popular y preguntarnos: ¿Cuántas veces le pedimos a los demás
que actúen de una determinada manera? ¿Cuántas veces esperamos que los demás actúen
como nosotros queremos? ¿Cuántas veces vivimos frustrados por no encontrar la
respuesta que esperamos?
Por lo tanto,
podemos desglosar esta frase y pensar en el “olmo”, en la “pera” y en
el “pedir”. Con el “olmo” nos referimos a la persona
destinataria de nuestro pedido. Pero antes de pedir, será preciso pensar que
nos puede dar. Conocer a la otra persona, conocer sus virtudes y sus defectos, sus
capacidades y sus potencialidades nos permitirá revisar si el otro es capaz de
cumplir con nuestra solicitud.
Si lo que le
pedimos no es posible de ser cumplido por el otro, la frustración será
permanente en esa relación vincular. Frustración que en muchos casos se
convertirán en discusiones acaloradas o en silencios angustiante. Lo cual perjudica,
por lo menos, a una, a las dos personas involucradas, y por qué no a terceros.
Detalle que
pudo ser inadvertido, y que considero necesario remarcar, es que mencione las capacidades
del otro -para lo cual es necesario conocer genuinamente a la otra persona-,
pero también mencione las potencialidades. Y con “potencialidades” me refiero a
todas esas capacidades que se encuentran en potencia, o sea, que son factibles
de desarrollar.
Todo vínculo nos
enriquece, permite cambiar, modificar, en definitiva, crecer. El “olmo” sin
duda que está determinado, la “persona” no. Puede estar condicionada por un sin
número de circunstancias pero es posible cambiar. La frase “yo soy así y no
puedo ser de otra manera” no condice con la naturaleza humana. Pero, para “ser
de otra manera” es necesario, en primer lugar, quererlo, y en segundo lugar,
proponerse metas alcanzables y acordes a nuestras potencialidades.
El otro puede
ayudar en ese proceso, pero no puede imponer el cambio. Puede pedir y promover que
el otro dé frutos, pero no exigir que dé lo que “yo” quiere o lo que no puede
dar. Si lo que pide es acorde a las capacidades y potencialidades, facilita el
desarrollo y crecimiento del otro. Si lo que pide se basa en los deseos o
caprichos y no tiene en cuenta las capacidades y potencialidades del otro, se
convierte en frustración y angustia. La primera actitud nace del amor, la
segunda del egoísmo.
La “pera” simboliza el pedido, aquello que
uno desea que el otro ofrezca como fruto. En muchos casos, lo que se pide no
tiene que ver con el otro. Tiene que ver con lo que “yo” deseo del otro, no con
las necesidades del otro, sino con mis propias necesidades. Aquí será necesario
revisar lo que se está pidiendo y, como decíamos, si es factible de ser
ofrecido o desarrollado por el otro.
Pero cuestión
que considero interesante plantear, es que nos estamos olvidando que el “olmo”
da sus propios frutos. Por buscar “peras”, por pedir lo que “yo quiero”, se
puede perder de vista lo que el otro tiene para ofrecernos. Sin dudas que es
diferente a lo que le pedimos, pero pueden resultar valiosos los frutos del “olmo”,
más de lo que pensamos. Es preciso reconocerlos y valorarlos. Pueden enriquecer
la relación y aportar algo diferente. Incluso la valoración, de lo que ofrece
el otro, permita la posibilidad de descubrir nuevos “frutos”, nuevas
capacidades a desarrollar.
Y para
finalizar, el “pedir”. Más allá de
revisar el pedido a través de todo lo expresado, es preciso pensar, por lo
menos, dos cuestiones más. En primer lugar, el cómo lo pido. Si sumamos que el
pedido no condice con las posibilidades reales de ser cumplido, con un modo inapropiado, usando expresiones
humillantes, en un tono demandante, y con una actitud egocéntrica, el resultado
será frustración y angustia. Revisar el modo, puede permitir abrir un espacio
de diálogo en donde se pongan en juego las necesidades de uno con las
capacidades y potencialidades del otro.
Otra cuestión
con la que me he encontrado en mi práctica profesional, es que muchas personas
quieren que el otro dé un determinado fruto, lo están esperando, pero
consideran que el otro tiene que darse cuenta por sí sólo o hacerlo espontáneamente.
Conclusión: nunca lo pidieron! Por
lo tanto, es importante decirlo, plantear las necesidades o deseos que se
tienen en referencia a la relación vincular, teniendo en cuenta lo planteado, y
abrir un espacio de diálogo claro y sincero. Lo que vos no digas para el otro
no existe.
Por todo esto, es
preciso:
- Conocer al otro con sus virtudes y defectos, con sus capacidades y potencialidades…
- Revisar cuál es nuestro pedido y el modo en que lo estamos haciendo…
- Hablar, a través del diálogo buscar la manera de seguir creciendo, buscando la mejor expresión de uno mismo, buscando ser el mejor “olmo” que podamos ser para los demás y para nosotros mismos…
- Y… no le pidas más peras al olmo!!!