Los que peinamos algunas canas hemos escuchado muchas veces esta frase
de parte de los mayores. Tal vez, en nuestra niñez, no llegábamos a entender a
que se refería este dicho de la sabiduría popular. Con las experiencias que la
vida nos hizo vivir, nos dimos cuenta de su verdad.
Cuantos hechos de nuestra historia,
que nos hicieron sufrir,
que nos llevaron a situaciones de dolor,
que nos llevaron a decir ‘basta’ pero tuvimos que seguir soportando,
llegando a límites impensados,
luego de tanto sufrimiento,
a la vuelta de tanto dolor,
nos dimos cuenta que nos dejaron un aprendizaje,
nos mostraron nuestra capacidad de resistencia
y, más aún, de cara al futuro,
nos fortalecieron.
Hace algunos años, la psicología tomó un concepto de la física para
explicar lo mismo con otras palabras. La ‘resiliencia’, dentro de la física,
hace referencia a la capacidad que algunos materiales tiene de recuperarse de
una deformación, producto de un esfuerzo externo.
El concepto fue introducido, en el ámbito de la psicología, en el año
1970 por Michael Rutter para plantear la flexibilidad adaptativa que presenta
la sociedad. Pero fue Boris Cyrulnik quien utilizó el concepto ‘resiliencia’ al
observar a los sobrevivientes a los campos de concentración y otras situaciones
similares. De esta manera pudo categorizar a las personas entre aquellas
no-resilientes y las pro-resilientes, existiendo una gradación intermedia.
¿Qué es, entonces, la ‘resiliencia’? Es la capacidad de
sobreponernos a la adversidad, pudiendo recuperar o alcanzar un estado de
bienestar, salud, prosperidad y felicidad, luego de haber vivido situaciones
muy estresantes o traumáticas.
Al terminar de leer el artículo, seguramente, olvidaremos los nombres de
quienes comenzaron a utilizar este concepto. Algunos habrán escuchado, alguna
vez, esta palabra; otros la leyeron por primera vez; a más de uno le costará
pronunciarla correctamente. Pero, no cabe duda, que la ‘resiliencia’ es, ni más
ni menos, la enseñanza que se desprende del dicho popular: ‘lo que no
mata…fortalece’.
Ojalá la vida no nos sorprenda con situaciones difíciles, complejas o
traumáticas, que pongan en juego nuestra ‘resiliencia’, pero si aparecen (y no
nos mata) podamos rescatar lo positivo, un aprendizaje de la experiencia vivida,
que nos permita fortalecernos. Si nos quedamos centrados en lo negativo, o en
la ilusión de que aquello que sucedió no haya sucedido, el dolor y la tristeza
no nos permitirán seguir viviendo.
Por lo tanto, en ese momento, no desesperes y recuerda: ‘Lo que no
mata…fortalece”.