Cada
vez se ven menos buzones en la vía pública pero si uno se pone a observar, cada
tanto, encontramos la presencia de algún buzón del correo en las esquinas de la
ciudad de Buenos Aires y en varias ciudades del país. Para aquellos que no
saben de que estoy hablando, el servicio postal argentino (lo que hoy conocemos
como “Correo Argentino”), instaló a partir del año 1858 buzones en la vía
pública con el fin de facilitar el envio de cartas postales. Con la compra
previa de estampillas, uno podía dejar una carta en estos buzones y el correo
se ocupaba de recogerlas para enviarlas a su lugar de destino.
El
lunfardo acuño la frase “Te vendieron un buzón” para hacer referencia a la
estafa que más de un “vivo” hizo, haya por el comienzo del Siglo XX, vendiendo
estos buzones que eran propiedad del Estado a algún ingenuo transeunte. Víctima
de este “cuento del tío” las personas compraban algo que no se podía
comercializar y que, más tarde, se daban cuenta del engaño.
Ahora
bien, ¿qué tiene esto que ver con la psicología? Sin dudas que podemos
encontrar una relación directa a tantas situaciones que nos pueden suceder en
nuestras relaciones vinculares. ¿Acaso no hemos “comprado” elogios y palabras
afectuosas de personas que no han sido sinceras con nosotros? ¿O cuántas veces
hemos caído en “estafas emocionales”?
Los
vínculos interpersonales no siempre se construyen sobre una base de sinceridad
y la búsqueda del bien común. En muchos casos, nos podemos encontrar con
personas que se acercan en busca de su propio bien, dispuestas a utilizar a
otros para sus própositos, utilizando cualquier artilugio para conseguir lo que
quieren. Son capaces de mentir, engañar y manipular al otro, y ese otro podes
ser vos.
Claro
que estamos hablando de relaciones “tóxicas” en donde nos “venden un
buzón”. Por lo tanto, surge la necesidad
de estar atentos, de no abrirnos completamente a alguien que recién conocemos,
a no mostrar nuestros puntos débiles sin estar seguros de la integridad del
otro, a no quedar vulnerable frente a los demás.
Estar atento a todo esto, nos puede permitir reconocer que
no todo lo que el otro me dice es una verdad revelada. Lo que me dice puede ser
un nuevo “cuento del tío”, un engaño para hacer algo que no queremos o, que más
tarde que temprano, nos vamos a arrepentir al descubrir esa trampa.
Una sana manera de evitar caer en este tipo de engaño es
conocerse a sí mismo y, fundamentalmente, aceptarse, con nuestras virtudes y
nuestros defectos. Confrontar lo que el otro dice con lo que nosotros somos. Y
no “comprar” todo, sin realizar un discernimiento previo.
También, podemos encontrarnos con personas que nos conocen y
utilizan el conocimiento de nuestras debilidades para aprovecharse de nosotros,
para usarlo en su beneficio. Y en este caso, es más difícil no “comprar” un
buzón porque “tienen razón”. Pero no siempre es así, utilizan esas debilidades
para construir un razonamiento que suele ser falaz y arbitrario. Y aunque tenga
una cierta lógica, nuevamente, tendremos que utilizar nuestro discernimiento
para descubrir si no hay un engaño detrás.
Una buena manera de descubrir a los “vendedores de buzones”
es saber que siempre se colocan en el lugar de víctima. Comienzan ellos siendo
la “supuesta” víctima pero terminas vos siendo la víctima “real”. Luego,
deforman la realidad. Claro está que esa deformación es sutil. Al igual que en
el “cuento del tío” al que hacemos referencia, el buzón existe pero no es de su
propiedad, en situaciones vinculares puede ser que exista algo real pero será
deformado en función de construir el engaño. Por supuesto, que prima su interés
personal, en ningún momento tiene en cuenta tus intereses, tienen una eximia
habilidad para la manipulación y hará despertar en vos, antes y después,
sentimientos de culpa.
A esta altura de tu vida, seguramente ya habrás comprado
algún buzón. No podemos hacer demasiado con esos buzones. No sigas cargando con
esa “culpa”, tómalo como un aprendizaje para tu vida. Pero es preciso que te
des cuenta de estas situaciones vividas y que puedas identificar cuando quieren
venderte un “buzón” y puedas decir: “No compro buzones”.