miércoles, 24 de agosto de 2011

Dimensión Ético-Social

En el capítulo anterior se hizo referencia a los cambios que se fueron dando en la sociedad en todo aquello relacionado con la sexualidad. El hombre es un ser en relación y recibe una constante influencia del medio en que se desenvuelve. “Cada sociedad modela y ordena el desarrollo y expresión de la sexualidad de sus miembros. También establece unos valores y pautas para justificar los comportamientos sexuales. Estas influencias condicionan la forma de vivir la sexualidad en cada individuo”.
Es muy importante tener en cuenta esta dimensión social de la sexualidad. Existen diferencias relevantes entre el contexto en donde nos criamos los padres y el ambiente en que se desarrollan nuestros hijos. Si bien hay aspectos que pueden estar presentes, muchos se han modificado. Por ello, es necesario estar informados y poder escuchar a nuestros hijos para conocer la realidad que ellos viven a diario, escapándole al pensamiento simplista de ‘Mi hijo, no’. “El pensar que son ‘los otros’ los que necesitan esta información es un grave error”. Justificaciones, enojos, actitudes de evasión o de mantenerse en la ignorancia, no son más que un mecanismo de autodefensa.
Pero no sólo cuenta la dimensión social, porque no podemos ser ingenuos y pensar que la sociedad siempre cambia para bien o que aquello que dice, piensa o hace la mayoría es lo correcto. Por eso se complementa con una dimensión ética: es precisamente la ética la que nos puede orientar a descubrir los valores a seguir y aquello que es bueno por encima de lo que opine la sociedad.
“La ética es la parte de la filosofía que estudia la vida moral del hombre. Se centra en una dimensión particular dentro de la realidad humana: el comportamiento libre de la persona y, por ende, su conducta responsable. Como toda disciplina filosófica, la ética reflexiona sobre la realidad por sus últimas causas, por sus últimos porqués. (…) La ética reflexiona sobre el significado último y profundo de la vida moral y se pregunta por el fin que persigue el hombre en su vivir, para determinar, a partir de esa meta, aquellos comportamientos mediante los cuales podrá alcanzar la felicidad. De estas consideraciones se deduce fácilmente que la ética está al servicio del hombre para ayudarlo a vivir mejor, en un sentido más humano”.
Si el hombre niega esta dimensión ética, seguramente, disfrutará de un sinnúmero de sensaciones placenteras en donde ‘vale todo’ y el otro es sólo un ‘objeto para la satisfacción de mis deseos’. Esto lo conducirá a vivir con una actitud hedonista, pero todo lo que haga no necesariamente lo conducirá a la felicidad sino, más bien, a un vacío existencial.
Por otro lado, nos podemos encontrar con quienes actúan en función del ‘deber ser’ sin razones distintas a ese cumplimiento mismo. Este ‘deber ser’ es sumamente subjetivo y depende de lo que considera cada persona como ‘deber’, pueden ser cosas cambiantes, dependientes de las circunstancias y del tiempo.
Existe reducción posible aquí: reducción de la sexualidad al “deber ser”, donde la represión alcanza su punto máximo en una sexofobia.

martes, 16 de agosto de 2011

Dimensión Psicológica

Cuando dos personas establecen un vínculo, nunca es indiferente la reacción que se genera, en cada persona, en la vivencia de su sexualidad. Nos referimos desde el simple hecho de vivir, pensar y sentir, como varones o mujeres, hasta las relaciones sexuales que se elegirán realizar.

En esta dimensión psicológica, incluimos los aspectos que se relacionan con el conjunto de ideas, creencias, conocimientos, que determinan un modo de pensar la sexualidad. Al mismo tiempo, hacemos referencia a las sensaciones, sentimientos y emociones que se ponen en juego en el desarrollo de la misma.

No es fácil diferenciar dos áreas que se relacionan e interactúan, sin embargo las plantearemos por separado para poder entender la influencia que tienen en nuestras conductas. Un área hace referencia a los aspectos relacionados al pensamiento; y otra, a los afectos. Podemos poner énfasis en los aspectos de esta dimensión o simplemente negarlos, pero tenemos que tener en cuenta que siempre están en juego.

El pensamiento juega un rol fundamental en la vivencia de la sexualidad. No en vano, muchos autores plantean que el órgano sexual más importante no son los genitales sino el cerebro.

Desde la infancia, las personas desarrollan ideas o creencias acerca de ellas mismas, de las otras personas y del mundo, que generan pensamientos específicos y conductas consecuentes. Las ideas o creencias sobre la sexualidad pueden influir de un modo positivo o negativo en el momento de la relación sexual.

Estas creencias se pueden modificar, cambiar, confrontar con otras ideas. Por lo tanto, es posible desterrar algunos tabúes y cambiar algunos pensamientos y modificar conductas negativas, generando beneficios no solo en lo emocional sino, también en lo fisiológico.

Los pensamientos influyen de manera decisiva en la relación sexual y en la obtención de placer. Miedos, inseguridades, ansiedad, ideas inhibitorias, falta de confianza, creencias populares o religiosas; pueden generar perturbaciones a la hora de mantener una relación sexual y de vivir plenamente la sexualidad. 

“Cuando la relación sexual es tan solo contacto entre dos cuerpos que buscan placer, no se puede hablar de un auténtico encuentro personal, en el que prima la afectividad. Si bien en el animal el instinto sexual es el mecanismo por el que se busca el placer por encima de todo, en el ser humano maduro deberán existir otros motivos más profundos capaces de encauzar los estímulos sexuales hacia la mejor configuración de uno mismo”[1].

Todo ser humano tiene una necesidad afectiva, no alcanza con la satisfacción de necesidades fisiológicas ni con el hecho de descargar un impulso. Es preciso, tarde o temprano, satisfacer la necesidad afectiva de contención y cariño, de recibir y dar afecto a otra persona.

Precisamente apoyarse en esta dimensión de la sexualidad permite superar situaciones de abstinencia sexual que se pueden presentar a lo largo de la vida de una pareja. Situaciones en donde deberán mantener la abstinencia por razones de salud o distancia (por ejemplo: después del nacimiento de un hijo, enfermedades o accidentes, viajes por trabajo, etc.). En estos casos, el afecto deberá triunfar sobre los impulsos.

“La sexualidad es un modo de ser, pero antes es también un impulso sensible, un deseo sexual, biológico, orgánico. Si no se acoge ese impulso en el ámbito de la conciencia y de la voluntad, se generan conflictos y disarmonía. Si se acoge, se ejercen el amor y sus actos de una forma específica. Por eso, la sexualidad es importante, pero el amor y sus actos lo es más: con él puede lograrse la armonía del alma al integrar el impulso sexual con el resto de las dimensiones humanas, los sentimientos, la voluntad, la razón, etc.”[2].

Es necesario brindarles a nuestros hijos la formación para que puedan manejar sus impulsos y sostener su fidelidad sobre la base del afecto. “El animal está regido por los instintos, mientras que el hombre lo está por su inteligencia y su voluntad”[3]. En la medida que desarrollemos estas facultades humanas, presentes en esta dimensión, se podrán manejar los impulsos que lleguen de la dimensión biológica.

Existe un riesgo posible aquí: reducción de la sexualidad a la conciencia y primacía de lo afectivo. ‘Sí lo sentís, hacelo’ es una expresión que podría ejemplificar esta simplificación.

Otro aspecto importante que tiene esta dimensión en cuanto lo afectivo, es ¿cómo vienen nuestros hijos en la construcción de su autoestima? Si logran desarrollar una buena autoestima asumirán una mayor responsabilidad afectiva, un compromiso con el autocuidado y mejor manejo de su sexualidad. Muchos adolescentes acceden a tener relaciones sexuales por su miedo al rechazo y dificultad para decir ‘no’. En otros, la búsqueda de afecto o valoración del otro los lleva a aceptar propuestas que traerán consigo consecuencias indeseables.

“La autoestima es la idea, concepto u opinión que el ser humano llega a formarse sobre su propia valía y sus capacidades, cualidades y méritos en general. Es la síntesis de todos los pensamientos, sentimientos y experiencias positivas o negativas que han ido formando y condicionando nuestra vida, y que nunca dejan de influir en lo que somos, en cómo nos sentimos y en cómo nos comportamos”[4].

Fortalecer la autoestima de nuestros hijos no solo será importante para la sexualidad sino para inmunizarlo frente a las problemáticas actuales que tienen que enfrentar los jóvenes en la sociedad en que vivimos, por ejemplo, la conducta abusiva del alcohol o las drogas, y lo ayudará en todas sus relaciones vinculares. “Los problemas de autoestima son la base de la mayor parte de los problemas psicológicos, afectivos, de relaciones personales, familiares y laborales”[5].



[1] ROJAS, ENRIQUE. El Amor Inteligente. Ed. Booket. 2007. Pág. 228.

[2] YEPES STORK, RICARDO. Fundamentos de antropología. Eunsa. 1996. Pág. 272.

[3] ROJAS, ENRIQUE. El Amor Inteligente. Ed. Booket. España. 2007. Pág. 229.

[4] DEBELJUH, GERMÁN. Manual para los que están en camino. GRAM Editora. Argentina. 2014. Pág. 47.

[5] DEBELJUH, GERMÁN. Manual para los que están en camino. GRAM Editora. Argentina. 2014. Pág. 47.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Dimensión Biológica

A esta dimensión nos referimos bajo el concepto de sexo (algunos autores la denominan genitalidad). Ésta es la dimensión de la cual más se ha hablado y en la cual más se ha profundizado, en algunos aspectos con avances significativos y en otros con reduccionismos asombrosos.
Nos hemos alejado de aquellos cuentos fantásticos donde los hijos salen de ‘un repollo’ o han sido traídos por ‘la cigüeña de París’, y hemos avanzado hacia respuestas reales a la pregunta: ‘¿De dónde venimos?’. Los mitos van desapareciendo y esto permite una mayor comprensión de la concepción y del embarazo.
Por otro lado, parece que la sexualidad sólo se reduce a la dimensión biológica al hablar con nuestros hijos sólo de cuestiones anatómicas. En muchos casos, la escuela colabora en el acceso a esta información pero es necesario ampliar la visión hacia otras dimensiones.
Dentro de la dimensión biológica podemos mencionar principalmente dos áreas:
 Área anatómica: hace referencia a los aparatos reproductores femeninos y masculinos y a cada una de sus partes. Es importante conocer los nombres, así como también, las diferencias entre los genitales femeninos y masculinos.
Área Fisiológica: se refiere desde el funcionamiento de los distintos órganos que componen los genitales femeninos y masculinos, hasta los aspectos endocrinos y del sistema nervioso implicados en la relación sexual.
La reproducción es otra función de la sexualidad relacionada con la dimensión biológica. En muchas ocasiones, la procreación es negada por los padres o “controlada” por métodos anticonceptivos de relativa efectividad. Cabe aclarar que ninguno de los métodos anticonceptivos de barrera, farmacológicos o naturales, tienen un 100% de eficacia como muchos han anunciado. Los métodos anticonceptivos más conocidos, si se usan correctamente, alcanzan una efectividad entre un 95% a un 99%. Si el método no se usa correctamente, las posibilidades aumentan. Muchos dirán que el margen es mínimo, pero ¿qué pasaría si le toca a usted? Siempre cabe la posibilidad de que la mujer quede embarazada a pesar de haber utilizado algún método anticonceptivo.
Los padres han avanzado hacia explicaciones más reales sobre la concepción y el embarazo. En las escuelas se trabaja, desde una temprana edad, en la diferenciación de los órganos reproductores y en el cuidado del propio cuerpo. No es casualidad que se hable de órganos reproductores y no de genitales, ya que se identifican esos órganos sólo con una de sus funciones: la reproducción.
En algunos casos, se avanza en aspectos más fisiológicos que permiten una mayor comprensión de los mecanismos que se activan como base de una conducta sexual pero no hacen mención a otros aspectos. No consideran otras dimensiones de la sexualidad.
Muchos padres consideran que con la explicación de estos aspectos anatómicos y fisiológicos alcanza para responder a todas las inquietudes y dudas que pueda tener un niño o un adolescente. Agregan el cuidado ante las enfermedades de transmisión sexual y los métodos anticonceptivos que se pueden utilizar para evitar embarazos no deseados. De esta manera, reducen a estos temas la formación de la sexualidad de sus hijos.
Nos enfrentamos con una posible primera reducción de la sexualidad: los enfoques biológicos-higienistas han centrado su visión en la información y el cuidado del cuerpo (la prevención de enfermedades de transmisión sexual [ETS] y el HIV/SIDA; embarazos no deseados), sin dedicar espacio a otras dimensiones de la sexualidad.
Otro aspecto de la dimensión biológica son los instintos, entendidos como el sentido de un impulso biológico básico que tiende hacia una respuesta inmediata, característico de las conductas animales. Podemos hablar de instinto de conservación y de reproducción.
Freud, al estudiar el concepto de instinto, descubre que muchas conductas humanas iban en contra de esos instintos, por lo tanto, desarrolla el concepto de ‘pulsión’, ya que considera que los instintos son respuestas a estímulos generados desde el exterior de la persona, mientras que en la pulsión los estímulos vienen del interior. “Si consideramos la vida anímica desde el punto de vista biológico, se nos muestra la ‘pulsión’ como un concepto límite entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo que arriban al alma (…) El fin de la pulsión siempre es la satisfacción”. Distinguió dos grupos de pulsiones primarias: las pulsiones del yo o pulsiones de conservación y las pulsiones sexuales.
El pensamiento de Freud, seguido por otros autores de su época como Marcuse y Reich, dio origen a una revolución ideológica que ha hecho que se pasara de una actitud represiva de lo sexual a una sobrevaloración de la satisfacción de los deseos más impulsivos, sin limitación ni censura, rozando la promiscuidad.
La Teoría Sexual de Sigmund Freud, según Leonardo Castellani, “fue clasificada por muchísimos autores de pansexualismo; y no hay duda de que en su primera elaboración la especulación de Freud parece hipnotizada por la libido, convirtiéndose así en un monoinstintivismo. En respuestas a objeciones adversas, Freud admitió pronto que no todas las neurosis tenían un origen sexual, manteniendo —no obstante— siempre su principio un poco ambiguo: con una vida sexual sana, ninguna neurosis es posible”.
Si se niegan las otras dimensiones de la sexualidad nos encontramos con una sobrevaloración del placer como única finalidad de la sexualidad y “el sexo se va reduciendo a una simple descarga del ardor que se acumula en ciertas partes del cuerpo por efecto de procesos biológicos. Esta reducción del sexo a lo biológico provoca una severa frustración tanto psicológica como espiritual”.
Existe aquí una reducción de la sexualidad: la satisfacción inmediata de todos los impulsos, la “vía libre” para todas las fantasías, la exploración a nuevas experiencias sexuales, son algunos de sus rasgos fundamentales.