jueves, 18 de septiembre de 2014

ADOLESCENCIA: ETAPA DE CAMBIOS

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es la etapa de la vida comprendida entre los 10 y los 19 años, la que se inicia con los cambios puberales y se adquieren nuevas habilidades sociales, cognitivas y emocionales. Este proceso se caracteriza por una serie de cambios que se van dando de manera abrupta en los aspectos físicos, psicológicos, sociales y emocionales.
La adolescencia se considera una etapa de tránsito entre la infancia y la madurez. Este paso de la infancia a la edad adulta adquiere carac­terísticas diferenciales, según la época y la cultura en que se desarrolla. No en todas las culturas el ciclo vital de la adolescencia es reconocido como estadio diferenciado. Algunos investigadores consideran que es un invento creado por las sociedades industrializadas, puesto que exigen mayor preparación antes de insertase en el mundo laboral y asumir los roles de adulto.
En los países occidentales, la formación del adolescente para integrarse en la vida adulta se basa en la instrucción escolar. Se valora el rendimiento cognitivo, pero se olvidan otras tareas, como la búsqueda de la identidad o la construcción de una personalidad madura.
El sentido de la adolescencia es dar paso a la madurez. Por ello, el adolescente sufre una serie de transformaciones que afectan prácticamente a todos los aspectos de su per­sonalidad: a su vertiente biológica (cambios corporales), a su estructura intelectual, a su mundo afectivo (el adoles­cente se ve sometido a ‘inestabilidades’ y vaivenes emo­cionales que se expresan en su conducta), a su imagen del mundo y al sentido de la existencia.[1]
Eva Giberti señala que hay una tendencia histórica que dice que adolescencia viene de la palabra adolecer y que los adolescentes son los que adolecen. A raíz de esto, hay toda una lectura del adolescente como sujeto que sufre. Pues bien, parece que aunque todo el mundo lo repite, esto no es así. El término proviene del latín antiguo y está formado por una parte que significaría ‘camino’ y otra parte vinculada con el estar en’. De modo que los adolescentes serían ‘los que están en camino’, los que reciben heridas mientras están en la ruta hacia el ser adulto.
“Entonces, si nos manejamos con la idea tradicional de los que adolecen, somos discriminatorios. Incluso llamarlos ‘los que están en camino’ coloca el ser adulto como meta del sujeto y la meta del sujeto no es ser adulto, es ser sujeto. Ser sujeto en la medida de lo que pueda, de acuerdo con la edad cronológica y los tiempos lógicos y psíquicos que le correspondan”.[2]

1. PERSPECTIVAS SOBRE LA ADOLESCENCIA

La adolescencia está atravesada por distintos contextos históricos, sociales y culturales, lo que genera distintas interpretaciones según los diferentes puntos de vista que se acentúan. Podemos pensar la adolescencia desde una perspectiva biológica, psicológica, jurídica e, incluso, generacional. Cada nueva generación modifica estos contextos, produciendo distintas formas de vivir la adolescencia, con lenguajes, gustos, modas y formas de pensar propias.
Para pensar, la influencia que la cultura y la sociedad ejercen sobre la adolescencia, podemos citar a la antropóloga Margaret Mead, quien realizó estudios sobre la adolescencia en Samoa (1928). En las conclusiones de estos estudios destacó la importancia de los factores culturales en el desarrollo de la adolescencia, ya que en estas sociedades era una etapa placentera de la vida y no se caracterizaba por crisis y tensiones. Los niños de Samoa eran educados de forma responsable y asistían a sucesos fundamentales de la vida, como el nacimiento o la muerte.
Desde la perspectiva constructivista se contempla la adolescencia como un proceso de desarrollo de las propias potencialidades o recursos psicológicos ante las diferen­tes posibilidades presentes en la vida, proceso que debe permitir la consecución de la autonomía personal y social.
Entre las potencialidades que marcan la transición ado­lescente y los cambios y retos que todo adolescente debe afrontar, destacan los siguientes:
Ø  Apropiación de una concepción científica del mundo. Permite el análisis de las variables implicadas en un fenómeno y el dominio del pensamiento hipo­tético, deductivo e inductivo. La adquisición del pensamiento abstracto posibilita trabajar mentalmente con datos hipotéticos o posibles.
Ø  Construir la propia identidad personal: Revisar la imagen (autoconcepto y autoestima) que uno tiene de sí mismo, las expectativas y proyectos futuros. Esto supone la aceptación de las transformaciones físicas de la pubertad y alcanzar la independencia emocional, previa redefinición de la relación familiar.
Ø  Otras facetas que se deben desarrollar son la adquisi­ción de una moral autónoma, basada en reciproci­dad y cooperación, y nuevas relaciones interpersonales y sociales; por ejemplo, el inicio de una relación de pareja y el desempeño de un rol estudiantil o laboral.[3]

2. PUBERTAD

Este concepto esta cercano al concepto de adolescencia, ya que se entiende por pubertad los cambios físicos que la persona va atravesar en esta etapa de la vida. La transformación física del cuerpo y la maduración sexual durante esta etapa marcan el comienzo de la adolescencia o la transición entre la infancia y la vida adulta. En un tiempo breve, los adolescentes experimentan cambios físicos muy acusados: el crecimiento acelerado en peso y altura, el desarrollo de las características sexuales secundarias y la adquisición de la capacidad reproductiva.
La pubertad comienza con secreciones hormonales, que desencadenan un rápido crecimiento, en las mujeres comienza a partir de los 11 años y en los varones a par­tir de los 13. Durante este proceso se desarrollan los caracteres sexuales primarios, maduración de los órganos reproductores, ovarios y testículos, y los carac­teres sexuales secundarios (rasgos no reproductores). En ambos casos aparece el vello pubiano y axilar; en las chicas se produce un aumento de los pechos y las cade­ras y en los chicos aparece el vello facial y la voz más grave.
La pubertad puede determinarse con señales objetivas: en las chicas aparece la menstruación, que indica la madu­ración sexual de la mujer, y en los chicos la aparición del vello púbico y la capacidad de eyaculación. La fecha de la menarquía (primera menstruación) no depende solamente de factores madurativos. Se ha comprobado que, en general, se adelanta en las ciudades y en los países más cálidos, mientras que se retrasa en los países fríos.[2]


3. CAMBIOS PSICOLÓGICOS[1]

La adolescencia es una fase de reafirmación del Yo; el individuo toma conciencia de sí mismo y adquiere mayor control emocional. Los problemas relacionados con el pro­ceso de crecimiento, el desarrollo de los órganos genitales, y las consecuencias derivadas de los caracteres sexuales secundarios hacen del adolescente un ser diferente, ambi­valente a veces, acomplejado y en lucha permanente con su imagen corporal.
En esta etapa se produce un gran afán de independencia y libertad. El adolescente quiere mayor autonomía y busca nuevas experiencias, pierde la confianza básica en la fami­lia, lo que hace que se sienta extraño y angustiado en un mundo con el que no se siente plenamente identificado.
A los padres les cuesta comprender que su hijo ya no es un niño y que para su crecimiento personal necesita mayor autonomía. El adolescente no tiene una actitud de huida, sino de búsqueda. No quiere marcharse de casa, sino vivir en ella de otra manera.
El adolescente, por otra parte, necesita romper el apego materno y liberarse de la imposición autoritaria del padre. Si la madre se empeña en retener afectivamente al hijo/a o el padre intenta imponer su autoridad, con ello impiden la autonomía de sus hijos. Esta situación conflictiva origina que el adolescente tenga un comportamiento susceptible, arrogante y crítico, no sólo con los padres, sino con todas las figuras de autoridad.
Cada adolescente mira a su interior y contempla un mundo psíquico rico en posibilidades. Reconoce la madurez de su pensamiento, conoce su inteligencia práctica y creativa, es consciente de su capacidad de tomar decisiones y de ser responsable de las consecuencias de sus actos y posee una sexualidad que les equipara a los adultos.
A veces, el retraimiento interior se interpreta desde fuera como un excesivo egocentrismo, sobrevaloración personal y disconformidad con quienes le rodean, pero es necesario este proceso para que el adolescente afiance su personalidad y adquiera un pensamiento racional y unos valores acordes con su realidad circundante. Este período introspectivo trae consigo una reorganiza­ción de los sentimientos, mostrando la necesidad de com­partir y solidarizarse con el entorno social, lugar donde él desplegará su forma de ser y estar, para desarrollar una vida lo más coherente posible.
En cuanto al final de la adolescencia es difícil de precisar, porque depen­de de factores psicológicos y sociales (como, por ejemplo, la independencia económica, acceder al mundo laboral o elegir una carrera universitaria). La búsqueda de la identidad es una tarea que comienza en la adolescencia pero que no finaliza al entrar en la adultez, sino que durará toda la vida.




[1] ALONSO GARCÍA Y OTROS. Psicología. Grupo Gappa. Bachillerato


[1] ALONSO GARCÍA Y OTROS. Psicología. Grupo Gappa. Bachillerato
[2] ALONSO GARCÍA Y OTROS. Psicología. Grupo Gappa. Bachillerato




[1] ALONSO GARCÍA Y OTROS. Psicología. Grupo Gappa. Bachillerato
[2] AUTORES VARIOS. Anales de la Educación Común. DGCYE


Capítulo del libro "Manual de los que están en camino. Educación Salud Adolescencia." Germán Debeljuh Ed. GRAM. 2014