martes, 30 de octubre de 2012

¡Dónde dos no quieren…uno no puede!

       Parafraseando un dicho popular, quisiera reflexionar sobre el proceso de ruptura de una pareja. Está expresión hace referencia al momento en donde uno se da cuenta que está poniendo todo de sí para llevar adelante un proyecto de vida en común, mientras que la pareja es un mero espectador. No es fácil llegar a tomar la decisión que un proyecto que se construyo de a dos, por la decisión de uno, no pueda continuar.
Las razones para cortar con una relación amorosa son variadas y plagadas de distintas situaciones. No es mi intención detenerme en su enumeración. Tampoco creo que sea posible. Donde sí me quiero detener a reflexionar es el proceso de ruptura que se da cuando uno de los dos quiere construir ese proyecto en común y el otro no.
En el comienzo de una relación amorosa[1] se dan distintas instancias hasta que llega el momento de construir un proyecto que involucra a ambos. Es lógico pensar que en este proceso se tiene que dar una cierta sintonía en ambas personas. Que sea lógico no garantiza que efectivamente suceda así. El proceso es dinámico y puede ser que uno se adelante, mientras que otro, nunca llegue. En ese caso, la ruptura será cuestión de tiempo.
En general, son muchas las instancias previas donde se van tratando de pulir las asperezas que se presentan en una relación de pareja. Complementar similitudes y diferencias no es tarea fácil. Lleva tiempo, diálogo, encuentro y, sobre todo, reciprocidad. Si en la relación de pareja los esfuerzos no son parejos, no llegarán muy lejos y llegará el momento de tomar una decisión.
Hay dos situaciones que se desprenden de la frase que quisiera puntualizar. En la primera, puede suceder uno “quiera” y el otro no. Puede suceder que uno este sintiendo un amor maduro, sólido y comprometido, y otro un simple afecto, cariño o bienestar. En la segunda, frente a los obstáculos que se puedan presentar, puede ser que uno “quiera” superarlo y el otro no. Puede suceder que uno ponga todo el esfuerzo y el sacrificio para solucionarlo, mientras que el otro se convierta en una carga, un peso, un lastre.
Entonces, uno tendrá que tomar una decisión. El otro, ya la tomo, “no quiere” seguir con la relación ni desde lo afectivo y ni el esfuerzo. No hay amor verdadero. Tal vez, nunca lo hubo, solo palabras bonitas y algún gesto de cariño. En cuanto podemos identificar esta situación, no es bueno postergar la decisión. Cuanto más se postergue más doloroso será.
A partir de esa decisión, comienza un proceso difícil de sobrellevar, tan difícil como afecto se puso en juego. A mayor AMOR, mayor DOLOR. Podemos comparar la decisión de romper con ese proyecto en común, como un proceso de duelo. Salvando las diferencias, aquí no murió nadie pero llegó a su fin un proyecto de dos.
Generalmente, la negación fue la última etapa vivida en la pareja. Muchas veces, amigos y familiares, fueron dando muestras que la relación no tenía futuro. La negación, como mecanismo de defensa, permitía que uno siguiera adelante con la pareja. Cuando la negación cae, la decisión llega.
Por lo tanto, la primera etapa está signada por la bronca y el enojo. Incluso, es tanta la bronca que se oculta nuestro afecto hacia esa persona. Pasamos, rápidamente del AMOR al ODIO. Si nos dejamos llevar por ese enojo, seguramente nos arrepentiremos de lo hacemos en ese estado. Lo peor, que en cuanto nos descuidamos, el Amor vuelve a surgir y nos vuelve a confundir. Entonces, ¿donde uno quiere, dos pueden? Evidentemente, no.
Casi sin darnos cuenta se puede entrar en etapa de negociación donde, confundidos por el afecto, se intenta retomar el proyecto frustrado. Pero si el otro solo viene con promesas y “buenas intenciones” pero si el deseo profundo de cambiar, tarde o temprano, nos daremos cuenta que: “Donde dos no quieren…uno no puede”.
En algunos casos esta etapa puede estar presente o se pasa directamente a la siguiente. La angustia se hace presente al darse cuenta de lo que sucedió, que no hay vuelta atrás, y que el proyecto llegó a su fin, el dolor se hace presente con suma intensidad. Las lágrimas no nos permiten ver con claridad. La compañía de nuestros seres queridos, la continuidad de nuestras actividades y la resignación de lo vivido nos permitirá llegar a la última etapa.
A veces, el camino no es recto, y solemos retroceder etapas, vuelve el enojo y la bronca, o se buscan culpables, o se siente una terrible culpa. Se inventan excusas y justificativos para no aceptar que el otro no quiere y que, tal vez, sea posible si uno puede. Al poco tiempo, tropiezos mediantes, las excusas cae y los justificativos se vuelven injustificables.
El tiempo de todo este proceso depende de cada uno. No se puede hablar de días o meses establecidos como una fecha de vencimiento. Es un proceso, y como tal, depende de cómo uno lo vaya viviendo. Pasado el tiempo de mayor dolor, comienza la etapa de aceptación.
Esto nos permitirá cerrar esta relación de tal manera que podamos estar abiertos, nuevamente, a conocer a otra persona y establecer un nuevo vínculo. No se trata de negar la relación anterior, ni olvidar a esa persona. Por el contrario, rescatar todo lo aprendido de esa experiencia permitirá encarar una nueva relación fortalecidos por la anterior. Y, sobre todo, darnos cuenta que “Donde dos no quieren…uno no puede”. Por el contrario, Donde dos quieren todo se puede.

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