LOCALES |
martes, 19 de julio de 2011
Nota del Domingo 17 de Julio en el Diario La Opinión de Pergamino
martes, 12 de julio de 2011
Distinción entre Sexo y Sexualidad
En la introducción planteábamos la necesidad de distinguir dos conceptos claves para el tratamiento de este tema: sexo y sexualidad. Con frecuencia se los consideran como sinónimos pero proponemos su diferenciación para entender hacia dónde nos dirigimos a la hora de hablar de estas cuestiones.
Cuando nos referimos a la palabra sexo hacemos referencia a la relación sexual, a la genitalidad. En cambio, entendemos por sexualidad, en sentido amplio, “la manera de estar en el mundo y relacionarse con el mundo como persona masculina o femenina”.
Cuando hablamos de sexo, no hablamos sólo y exclusivamente del coito, también se relaciona con lo pulsional, la erotización cultural, la pornografía y la promiscuidad. Al hablar de sexualidad, nos referimos a la vivencia de la sexualidad humana que implica encuentro, comunicación y expresión del afecto.
En este sentido, hablar de sexualidad humana sería una redundancia, ya que el hombre es el único que puede vivir la sexualidad de este modo, una sexualidad que, precisamente, nos hace más humanos. “La sexualidad es el sexo en cuanto asumido por una psiquis humana, en cuanto es contextualizado en un ethos cultural, en una familia, confrontada con valores y creencias. Por eso sexualidad es mucho más que genitalidad y que sexo (en sus diferentes acepciones). La sexualidad incluye y concreta el afecto, las emociones, fantasías, miedos y culpas. De ahí que se nace con un sexo y se aprende (adecuada o inadecuadamente) la sexualidad”.
Comencemos diciendo que la sexualidad se puede dividir en distintas dimensiones, las mismas dimensiones que podríamos plantear para hablar de hombre. Es que no podemos pensar a la sexualidad como algo disociado de la esencia del ser humano. Es cierto que muchos autores, a lo largo de la historia, han tomado distintos aspectos del hombre para analizarlo, entenderlo y conceptualizarlo. Algunos, con una visión muy reduccionista, otros con una visión más amplia. Algunos, poniendo el acento sobre una determinada dimensión del hombre, otros, haciendo mención a la totalidad. Por lo tanto, detrás del tratamiento de un tema tan importante como el de la sexualidad, el lector tendrá que descubrir cuál es la conceptualización de hombre que subyace al abordar este tema por parte de un autor determinado.
No es la intención de este trabajo revisar los conceptos de hombre que se han vertido en la historia de la humanidad; simplemente queda asentado que, detrás del tratamiento de cualquier tema relacionado con la sexualidad, hay un concepto de hombre latente, que debemos identificar para saber cuál es el punto de partida y poder integrarlo, o no, a nuestra visión de la sexualidad humana.
“No debe estudiarse la sexualidad como un dato aislado; hay que integrarla en la totalidad de la vida humana con todas sus relaciones. De lo contrario nos deslizamos hacia un biologismo superficial (…) no basta con analizar los órganos sexuales y su función biológica, aislándolos de la totalidad de la persona, porque el hombre es algo más que un animal regido por los instintos de conservación y de reproducción. Esto equivaldría a una despersonalización del sexo”.
martes, 5 de julio de 2011
Erotización de la Cultura 2° Parte
Si decimos que la juventud está ‘perdida’, ¿no nos tendremos que preguntar si la adultez no está también ‘perdida’? Muchos adultos persiguen el ‘elixir de la juventud’ en cremas o píldoras ‘rejuvenecedoras’, en el exceso de actividad física o en cirugías plásticas, atrapados en valores estéticos y en el culto a la imagen. Hacen ‘lo que sea’ para no asumir el paso de los años. Este fenómeno ha logrado que muchos adultos hayan perdido el rumbo y ya no sean modelos para los jóvenes.
“El problema que se presenta es la falta de confianza de los padres para encontrar la forma de vivir esta etapa de la vida con sentido. En este laberinto, la crisis se vive como un riesgo y se pierde la posibilidad de acercarse a los adolescentes desde la oportunidad. La mitificación de la juventud genera en los jóvenes no poder salir del momento vital en el que se encuentran porque en algún punto se topan con un par (el adulto)”. Es el adulto el que tiene que desmitificar la juventud, valorizar la adultez como etapa vital y encontrarle un nuevo sentido a su vida.
La disociación del sexo y el amor es una responsabilidad mayor en los adultos que en los jóvenes. Es más, podemos afirmar que muchas veces los adolescentes tienen una visión más integrada de sexo y amor, pero reciben de los adultos mensajes que alientan la falta de compromiso, la permisividad y una libertad sin responsabilidad que, por lo tanto, pierde su sentido más profundo.
No echemos directamente la culpa a los jóvenes si como adultos todavía ‘no la tenemos clara’. “Los valores universales están en decadencia. Esta es la razón por la cual cada vez más gente es capturada por un sentimiento de apatía y vacío existencial”. Por lo tanto, es necesario revalorizar las virtudes básicas como el respeto, la tolerancia, la solidaridad, y aplicarlas en nuestra vida y en la educación de nuestros hijos.
Queda planteado, entonces, que primero es preciso revisar nuestro concepto de sexualidad y darnos cuenta de que si nosotros no hacemos nada, la sociedad, los medios de comunicación, los ‘amigos’, se encargarán de insistir con el sexo, el placer, ‘lo que sentís’ y el ‘hacer el amor’ (que de amor tiene muy poco). Por lo tanto, podemos dejar a nuestros hijos a la deriva o brindarles una verdadera brújula, una brújula que marque un norte que les permita orientarse y llegar a buen puerto.
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