sábado, 25 de junio de 2011

Erotización de la Cultura

No podemos perder de vista que la sociedad en que vivimos nos induce a vivir en el individualismo y el egoísmo, y nos aleja de la solidaridad y el bien común. “Con la erotización de la cultura, se ha extendido la práctica de una sexualidad sin trascendencia y sin compromiso. Para tener relaciones íntimas, hoy se exige en muchas ocasiones que sean sin compromiso. (…) El hedonismo favorece hoy este estilo de ‘relaciones epidérmicas’ que son vistas como lo más natural y que interfieren frecuentemente con la capacidad de relaciones profundas de amistad y entrega”.
La sociedad de consumo nos alienta al bienestar y al confort. La premisa más importante para esta sociedad es ‘consumir’. Aunque no sean cosas buenas, lo importante es tenerlas. Se genera la necesidad de ‘tener’ por encima de ‘ser’. ‘¡Quien más tiene, mejor es!’, pero el ‘tener’ no incide en el ‘ser’.
La permisividad absoluta que muchos propagan nos deja sin libertad. Se generan todas las circunstancias para favorecer las relaciones sexuales entre los jóvenes, pero el SIDA no deja de preocuparnos y los embarazos no deseados nos sorprenden. En esta cultura, todo es relativo, no hay absolutos, todo depende, todo está permitido.
Nuestra cultura nos muestra el camino hacia la satisfacción exclusiva de nuestros intereses personales, dejando de lado lo que le sucede al otro. Más aún, el otro se convierte en un objeto de consumo del cual puedo disponer. Una vez utilizado se ‘descarta’ en busca de otro que genere nuevas sensaciones.
Los medios de comunicación masivos nos invaden con mensajes en los cuales se disocia el sexo del amor. “El fenómeno actual de la erotización ambiental, por ejemplo, lleva precisamente a olvidar la persona para centrarse en el sexo, como si fuera de la relación sexual el resto no interesara”. Basta con prender la radio o la televisión para observar la presencia de este fenómeno en un sin número de programas y propagandas.
La publicidad hace lo propio: “Actitudes sobre el modo de ocupar el ocio, acerca del tamaño ideal de la familia, acerca de las disposiciones para el ahorro, sobre el modo de ser configuradas las relaciones con personas de otro sexo, así como ante el modo general de concebir la vida o de elaborar opiniones acerca del modo de ser de otros países, se ven modificadas por la influencia de la publicidad comercial”.
El culto a la imagen y la comunicación sensorial son características de estos medios. Lo que importa es lo que se ‘ve’, no lo que se es. La imagen facilita la captación de lo que se transmite, a tal punto que no necesariamente se ‘piensa’ lo que se ‘ve’. “Podemos deducir que la televisión (y las pantallas, en general) está produciendo una permutación, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza misma del homo sapiens. La televisión no es sólo instrumento de comunicación; es también, a la vez paideía, instrumento ‘antropogenético’, un médium que genera un nuevo ánthopos, un nuevo tipo de ser humano”.
Precisamente, Giovanni Sartori, plantea al homo videns, como este nuevo tipo de hombre que se mantiene pasivo frente al mundo de imágenes que se le presenta. Se distrae en este nuevo ‘circo’ para no detenerse a pensar qué quiere hacer con su vida, a dónde quiere llegar, quién quiere ser.
Asociada al culto a la imagen, otra característica de esta cultura es la exaltación de la juventud, presentando lo ‘joven’ como un valor en sí mismo y desvalorizando todo lo ‘viejo’. El paradigma ha cambiado a tal punto que un anciano pasó de ser el referente de la sabiduría de una comunidad a ser una carga para las familias y, en muchos casos, despreciado y abandonado.

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