martes, 16 de agosto de 2011

Dimensión Psicológica

Cuando dos personas establecen un vínculo, nunca es indiferente la reacción que se genera, en cada persona, en la vivencia de su sexualidad. Nos referimos desde el simple hecho de vivir, pensar y sentir, como hombres o mujeres, hasta las relaciones sexuales que se elegirán mantener.
En esta dimensión incluimos los aspectos que se relacionan con el conjunto de ideas, creencias y conocimientos que determinan un modo de pensar la sexualidad. Al mismo tiempo, hacemos referencia a las sensaciones, sentimientos y emociones que se ponen en juego en su desarrollo.
Podemos diferenciar dos áreas que se relacionan e interactúan, sin embargo las plantearemos por separado para poder entender la influencia que tienen en nuestras conductas. Un área hace referencia a los aspectos relacionados al pensamiento; y otra, a los afectos. Podemos poner énfasis en los aspectos de esta dimensión o simplemente negarlos, pero siempre están en juego.
El pensamiento juega un rol fundamental en la vivencia de la sexualidad. No en vano, muchos autores plantean que el órgano sexual más importante es el cerebro. Desde la infancia, las personas desarrollan ideas o creencias acerca de ellas mismas, de las otras personas y del mundo, que generan pensamientos específicos y conductas consecuentes. Las ideas o creencias sobre la sexualidad pueden influir de un modo positivo o negativo en la relación sexual.
Estas ideas o creencias se pueden modificar, cambiar o confrontar con otras ideas. Por lo tanto, es posible desterrar algunos tabúes, cambiar algunos pensamientos y modificar conductas negativas, generando beneficios no sólo en lo emocional, sino también en lo fisiológico.
Los pensamientos influyen de manera decisiva en la relación sexual y en la obtención de placer. Miedos, inseguridades, ansiedad, ideas inhibitorias, falta de confianza, creencias populares o religiosas; pueden generar perturbaciones a la hora de mantener una relación sexual.
“Cuando la relación sexual es tan sólo contacto entre dos cuerpos que buscan placer, no se puede hablar de un auténtico encuentro personal, en el que prima la afectividad. Si bien en el animal el instinto sexual es el mecanismo por el que se busca el placer por encima de todo, en el ser humano maduro deberán existir otros motivos más profundos capaces de encauzar los estímulos sexuales hacia la mejor configuración de uno mismo”. Todo ser humano tiene una necesidad afectiva, no alcanza con la satisfacción de necesidades fisiológicas ni con el hecho de descargar un impulso. Es preciso, tarde o temprano, satisfacer la necesidad afectiva de contención y cariño, de recibir y dar afecto a otra persona.
Precisamente apoyarse en esta dimensión de la sexualidad permite superar situaciones de abstinencia sexual que se pueden presentar a lo largo de la vida de una pareja. Situaciones en donde deberán mantener la abstinencia por razones de salud o distancia (por ejemplo: después del nacimiento de un hijo, enfermedades o accidentes, viajes por trabajo, etc.). En estos casos, el afecto deberá triunfar sobre los impulsos.
“La sexualidad es un modo de ser, pero antes es también un impulso sensible, un deseo sexual, biológico, orgánico. Si no se acoge ese impulso en el ámbito de la conciencia y de la voluntad, se generan conflictos y disarmonía. Si se acoge, se ejercen el amor y sus actos de una forma específica. Por eso, la sexualidad es importante, pero el amor y sus actos lo es más: con él puede lograrse la armonía del alma al integrar el impulso sexual con el resto de las dimensiones humanas, los sentimientos, la voluntad, la razón, etc.”.
Es necesario brindarles a nuestros hijos la formación para que puedan manejar sus impulsos y sostener su "fidelidad sobre la base del afecto. “El animal está regido por los instintos, mientras que el hombre lo está por su inteligencia y su voluntad”. En la medida que desarrollemos estas facultades humanas, presentes en esta dimensión, se podrán manejar los impulsos que lleguen de la dimensión biológica.
Existe reducción posible aquí: reducción de la sexualidad a la conciencia y primacía de lo afectivo. “Sí lo sentís, hacelo” es una expresión que podría ejemplificar esta simplificación.

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