domingo, 1 de mayo de 2011

¿De qué hablamos?

          Podemos afirmar que, en los medios de comunicación, el énfasis que se le da al sexo es mayor que en otros tiempos. ¿Los motivos? Por un lado, una cultura hedonista en donde la felicidad es sinónimo de placer. Las pautas publicitarias, los programas de televisión y los contenidos que circulan por Internet están cargados de un excesivo erotismo. Por otro lado, el aumento de casos de enfermedades de transmisión sexual –aunque se habla casi con exclusividad del SIDA– y el temor al embarazo no deseado, sobre todo en adolescentes.
Por lo tanto, los padres se ven en la obligación de hablar de sexo con sus hijos. Volvemos a remarcar que muchos lo hacen. Pero la temática gira en torno a cómo se gesta un hijo, al SIDA y a los métodos anticonceptivos. Del porcentaje elevado de padres que hablan con sus hijos, la mayoría cree que con una o dos charlas de una hora alcanzan para evacuar todas las dudas que puedan tener los adolescentes.
Con esas conversaciones es factible que logren responder a esas inquietudes pero no necesariamente conseguirán una sólida formación que les permita a sus hijos hacer frente a un sinnúmero de estímulos –externos e internos– a los cuales van a estar expuestos. Avanzaremos, entonces, planteando la necesidad de hablar; hablar con nuestros hijos; hablar entre nosotros, los adultos; hablar sobre todos los temas que incumben a nuestros hijos y, particularmente, introducir valores a la formación de la sexualidad. Creemos necesario revisar lo que les estamos diciendo a nuestros jóvenes.

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